Nº 2087 - 3 al 9 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFinalmente, este lunes 31 de agosto el gobierno presentó el presupuesto quinquenal de gastos para el período, informando no solo la asignación que se pretende hacer de las diferentes partidas de gastos, sino también los supuestos macroeconómicos clave sobre los que se realiza la planificación de gastos e ingresos para los próximos cinco años.
Como ya había adelantado el presidente Luís Lacalle Pou la semana pasada, no cabe duda de que se trata de un presupuesto “optimista”, tanto por el lado de los gastos donde se pretende un recorte superior a los US$ 900 millones por año a escala global, como por el lado de los supuestos de crecimiento económico que están en la base de la recuperación que se espera de los ingresos públicos. Estos últimos son de particular relevancia, ya que ellos son los que permiten “cerrar” las cuentas públicas y llegar eventualmente a un déficit mucho más reducido al final del período, lo que a su vez es lo que permitiría estabilizar el ratio de deuda/Producto Bruto Interno (PBI). Ello es así porque se sabe que el gasto público tiene una rigidez muy grande, y salvo una reducción estructural del Estado, eliminado unidades ejecutoras, es muy difícil lograr una baja sustancial de los egresos totales. Asimismo, la proyectada reforma de la seguridad social no tendrá impactos relevantes en este período de gobierno, por lo que si realmente el gobierno logra abatir los gastos en US$ 900 millones o más por año, como se ha prometido simplemente con mejoras de gestión, será un logro extraordinario que habrá que aplaudir y reconocer en toda su magnitud.
Es por ello que es tan relevante la trayectoria que se proyecte para el nivel de actividad en los próximos años, un ejercicio que se vuelve mucho más complicado de lo que normalmente siempre es en función de la crisis sanitaria por la que todo el mundo está atravesando. Luego de la caída de 3,5% que se proyecta para este año en la actividad económica, el gobierno prevé que el PBI subirá 4,3% en 2021 y que la expansión continuará a un ritmo de 2,5% en 2022, 4,2% en 2023 y 3,9% en 2024, básicamente de la mano del crecimiento de las exportaciones y de la inversión privada.
Por el lado de las exportaciones, la apuesta del gobierno es a que la recuperación del contexto internacional y la implementación de “una nueva política internacional proactiva en la búsqueda de mercados” llevarán a que las exportaciones de bienes y servicios sin considerar la nueva planta de celulosa crecerán a un promedio de 4,5% anual. Por el lado de la inversión privada, la apuesta es a que esta se recuperará de manera importante no solo gracias al “orden y la consistencia de la política económica”, sino a que se implementarán toda una serie de medidas para apuntalar el crecimiento de la inversión, tales como cambios regulatorios en la provisión de bienes y servicios públicos; nuevos incentivos para la construcción (particularmente de vivienda social); estímulos tributarios para las micro, pequeñas y medianas empresas; y cambios en la ley de inversiones, entre otras.
Las proyecciones de crecimiento que maneja el equipo económico son algo más optimistas de las que por ahora tienen los analistas privados, tanto en cuanto a la caída que se espera en la actividad económica para este año como para la expansión proyectada en los próximos ejercicios. Ello es bastante lógico y casi siempre ha sido así, ya que es más fácil proyectar que aumentarán más los ingresos que tener que plantear mayores recortes en los gastos.
Independientemente del mayor o menor optimismo respecto a los supuestos básicos con los que se elaboró el presupuesto, lo más relevante es el mensaje político enviado por el gobierno de no aumentar impuestos y de austeridad en el manejo del gasto, tal cual fue prometido durante la campaña electoral. Y esa misma actitud debería aplicar en las próximas rendiciones de cuentas. Si el crecimiento resulta mayor al previsto y por ende los ingresos del Estado son superiores, se debería mantener dicha mejora de los ingresos a bajar impuestos en primer lugar, y en mucha menor medida a reducir más rápido el déficit fiscal, manteniendo siempre el gasto contante. Si, por el contrario, el crecimiento resulta peor al proyectado y por lo tanto los ingresos son menores, habrá que perseverar en cada Rendición de Cuentas en intentar bajar más fuerte y rápido el gasto o tolerar que el déficit se reduzca menos de lo previsto, especialmente si las condiciones financieras internacionales siguen siendo tan favorables, sin subir impuestos.