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Cartas que nunca escribió, conferencias que no dio, un hermano que no era suyo. En la columna “Mi otro yo”, publicada el 17 de febrero de 1982 en “El País” de Madrid, el colombiano reconoció que prefería no ser el centro de actos públicos donde quedara expuesto. “No lo hago por modestia, sino por algo peor: por timidez. Y no me cuesta ningún trabajo, porque lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir que no cuando es no”, escribió.
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Con una prosa plagada de humor habló acerca de cómo la prensa había cubierto una conferencia en Canarias que él nunca dio, o cómo se publicó en una revista menor de Caracas una entrevista en la que tampoco participó, o cómo su firma estaba estampada en una carta de queja por mala atención dirigida a Air France, que nunca redactó. García Márquez ofrece una explicación de realismo mágico a estos fenómenos, echando las culpas a su “otro yo” que “anda suelto por el mundo, sin control”.
El escritor se topó a lo largo de su vida con personas que llevaban su mismo nombre, o que lo felicitaban por su divertido hermano Humberto, que nunca tuvo. Hacia el final de la columna exacerba su vuelo literario para imaginar la vida de su doble. “El otro yo (...) seguirá disfrutando de su existencia imaginaria, deslumbrante y ajena, con su yate propio, su avión privado y sus palacios imperiales donde baña con champaña a sus amantes doradas y derrota a trompadas a sus príncipes rivales (...)”.
Por otra parte, horas después de su muerte, se comenzaron a reproducir sin ton ni son frases de la obra del colombiano a través de Twitter y Facebook. Pero algunas eran genuinas y otras apócrifas. Distinguirlas requeriría una exégesis minuciosa de sus libros. Él mismo reconoció como falso un poema de despedida que se había propagado en el 2000, cuando le diagnosticaron cáncer. El texto se titula “La marioneta” y fue escrito por un ventrílocuo mexicano para su muñeco.
Algunas de las frases genuinas más reproducidas por golpear el corazón sensible de los usuarios de la web, fueron: “Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no” (“El amor en los tiempos del cólera”); “El amor es eterno mientras dura” (“Sólo vine a hablar por teléfono”); “Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor” (“El amor en los tiempos del cólera”).