Nº 2104 - 30 de Diciembre de 2020 al 6 de Enero de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLuego de un 2020 para el olvido en muchos aspectos, el año que está a punto de comenzar luce harto complicado y con múltiples desafíos a todo nivel, para el gobierno, para las empresas y para las familias.
En particular, la primera mitad del 2021 aparece muy desafiante por el agravamiento que se ha producido de la crisis sanitaria, que entre otras cosas llevará a que la temporada turística alta sea casi inexistente, así como a que el gobierno deba continuar gastando cantidades crecientes de dinero para atender a los sectores más vulnerables de la población, extender los seguros de desempleo y otorgar más alivios a las empresas para que no se produzcan quiebras generalizados.
A la espera que de la mano de la aplicación más o menos extendida de vacunas se logre frenar y revertir la expansión de la pandemia de Covid-19 en algún momento del segundo semestre de 2021 (al menos en los países desarrollados), la incertidumbre continuará siendo la característica dominante de los meses iniciales del próximo año, a todo nivel. La propia experiencia que estamos viviendo en Uruguay en el cierre del 2020, luego del relativo éxito que durante casi ocho meses tuvo en el manejo de la crisis sanitaria, muestra a las claras lo impredecible que es la evolución del tema, y lo mismo puede decirse de lo que viene sucediendo en Estados Unidos y en Europa.
Es un hecho que habrá que recalibrar todas las expectativas que hasta la primera mitad de noviembre tenían tanto el gobierno como las empresas y las familias. Aunque nos aferremos a la esperanza de la vacuna para el segundo semestre de 2021 y de que no será necesario ir al tipo de “confinamiento” estricto que tuvimos en marzo, abril y mayo, es claro también que durante un buen tiempo habrá una “marcha atrás” en lo que venía siendo un rápido proceso de “cuasinormalización” de la actividad, cuando el número de nuevos casos era ínfimo y la curva de contagios estaba totalmente “aplanada”.
Salvo el complejo agroexportador, que además se verá beneficiado por la tendencia a la mejora de los precios de las materias primas y quizás en alguna medida también el sector de la construcción —por el impacto de la segunda planta de UPM y obras conexas, así como de los estímulos otorgados para la construcción de viviendas—, el resto de los sectores económicos seguirá enfrentando un panorama muy complejo, en particular los vinculados al comercio, el turismo y los servicios. Toda esta situación tendrá repercusiones negativas en el empleo y en los ingresos de los trabajadores; en las ventas y la rentabilidad de la mayoría de las empresas; en la recaudación impositiva; en las cuentas fiscales; en la actividad económica global; y en la marcha de la inflación, aunque aquí mucho dependerá de lo que decida hacer el gobierno en términos de recuperar más aceleradamente la competitividad externa para amortiguar mejor la caída de actividad. Por más estímulos fiscales que se continúen otorgando, el nivel de incertidumbre será tan grande que, más allá de proyectos puntuales, será difícil que veamos un aumento significativo de la inversión privada en 2021 al menos, con lo que las exportaciones de bienes serán el gran factor para darle algo de dinamismo a la economía.
A todo nivel, el 2021 será un año de decisiones muy difíciles. Comenzando por el gobierno, que se verá enfrentado a múltiples desafíos. Debería recalcular todos los supuestos que utilizó en la programación macroeconómica, asumir la necesidad de tolerar un mayor déficit fiscal para atender las crecientes erogaciones directas e indirectas por la crisis sanitaria, para aumentar los niveles de inversión pública en infraestructura, y para dar más ayuda a las empresas vía desgravaciones impositivas y subsidios directos. También para apuntar a una recuperación más rápida de la competitividad, aunque ello implique demorar la baja de la inflación; desindexar la política salarial como la forma menos dolorosa de administrar la inevitable pérdida de salario real que habrá que asimilar; así como ratificar y acelerar la agenda de reformas estructurales que se prometió en la campaña electoral (seguridad social; baja estructural del gasto público; reforma de la gestión de las empresas estatales; apertura de la economía; reforma educativa, etc.).
Para la mayoría de las empresas, el 2021 volverá a ser un año de lucha por la supervivencia, que obligará a un estudio en profundidad del modelo de negocios y a la optimización de procesos y costos en todo lo que sea posible. Lamentablemente, muchos miles de firmas ya estaban con enormes problemas antes de la irrupción del Covid-19, y para muchas la crisis sanitaria será un golpe de gracia y a otras las dejará en estado aún más “zombie” todavía.
En el plano de las familias, las decisiones de reasignación del gasto serán muy difíciles, ya que la pérdida de ingresos continuará tanto porque en promedio habrá menos horas trabajadas como por la caída de los salarios reales. La cautela en los consumidores seguirá siendo muy alta por la enorme incertidumbre que seguirá afectando al mercado de trabajo, por la necesidad de recuperar los ahorros consumidos durante este año y por la fenomenal falta de visibilidad respecto al futuro inmediato y mediato.