Nº 2166 - 17 al 23 de Marzo de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Nunca se miente tanto como antes de unas elecciones, durante la guerra y después de una cacería”.
Otto von Bismark
Bienvenidos a la Guerra 2.0, donde a las operaciones militares tradicionales se les suma el duelo encarnizado en las redes sociales.
Es así que el conflicto de hoy se juega en el campo de batalla de Ucrania, en las oficinas de los burócratas de Moscú o Kiev o Bruselas, y en un video de TikTok o en un tuit que da la vuelta al mundo. Si la propaganda ha existido siempre (Goebbels y blablablá), el acceso fácil y barato a un público potencial de millones de personas es una novedad.
Volodimir Zelenski y Vladimir Putin aprovechan muy bien ese acceso, aunque con estrategias de comunicación distintas, dos maneras opuestas de buscar las emociones y el apoyo del sector al que se dirigen. Y los dos son efectivos.
En los videos del ruso llama la atención la utilización de la distancia. Entre Putin y sus ministros o los mandatarios visitantes hay un espacio largo y vacío, una mesa de cuatro metros, una manifestación de frialdad explícita interpuesta entre él y Emmanuel Macron u Olaf Scholz. El presidente, siempre vestido de impecable traje y corbata, emite un mensaje de control, de poder y de dominio, hasta de temor, como cuando humilló al jefe del servicio de inteligencia exterior de Rusia, Sergey Naryshkin.
Pero Putin no es un loco, ni un caprichoso, es una persona calculadora y racional. Su lenguaje corporal muestra autocontrol, seguridad y hermetismo, mantiene su cuerpo en tensión, como preparado para la acción. Se obsesiona con mostrar su lado viril (practica la caza, la pesca, es cinturón negro de judo), y goza de gran popularidad entre un pueblo que premia a los líderes que defienden los intereses, pero también la identidad del país. Putin es el líder político que más tiempo ha ocupado el cargo de presidente desde tiempos de la Unión Soviética, ha ganado elecciones durante dos décadas, y su estilo logra el respaldo de millones de conciudadanos.
En un video del presidente ucraniano se puede ver exactamente lo contrario: el uso de la proximidad. Zelenski deja el atril, baja del estrado y se sienta de frente y al lado del público. Exuda cercanía, empatía con su auditorio, es uno más entre todos. Desde que comenzó la guerra, él ha movilizado a la nación con sus videos selfie, ha puesto voz e imagen a la resistencia de su pueblo. En su alocución directa al Parlamento Europeo ha recibido ovaciones y aplausos de los diputados puestos en pie con la alemana Ursula Von der Leyen al frente. Su respuesta a una presunta invitación norteamericana para sacarlo del país: “Necesito municiones, no un viaje”, probablemente pasará a la historia. Y claro, hay que ver el impactante video en el que, sin afeitar y vestido de soldado raso, el ucraniano le habla al mundo y arenga a sus compatriotas, una pieza de oratoria que ya podría empezar a conocerse como el discurso “Me quedo aquí, me quedo en Kiev, no me voy”, y a estudiarse en las universidades con los de Churchill y Mandela.
Aunque ya más tradicional y visto en toda guerra, la información y su contracara, la censura, se convierten en otro campo de batalla. Lo que antes se limitaba a emisiones de radio de onda corta o a tirar octavillas desde un avión, hoy se difunde a través de canales de televisión que cubren el planeta entero a través de Internet.
Dos de los últimos medios rusos que daban información de guerra “critica con el gobierno” han sido bloqueados: la radio Ekho Moskvy (Eco de Moscú), una de las más antiguas del país, y el canal de televisión más joven Doshd (Lluvia) fueron cerrados por difundir “información deliberadamente falsa”, según el fiscal general. El gobierno había advertido que no se utilizaran términos como “guerra” o “ataque”, sino “operación militar especial” para designar la agresión a Ucrania, y penas de hasta 15 años de cárcel para quien difunda “información falsa”, es decir, todo lo que no sea oficial. El propio Kremlin será quien determine la veracidad. La censura ha provocado una huida en masa de periodistas internacionales: la norteamericana CNN, la canadiense CBC, la agencia de noticias Bloomberg, la británica BBC, las dos públicas alemanas, ARD y ZDF, la italiana RAI, la agencia española EFE o la televisión catalana TV3.
Por su lado, la Unión Europea prohibió el canal de televisión ruso RT (antes Russia Today, creado en 2015, disponible en 100 países y en diferentes idiomas) y la agencia Sputnik en los 27 países miembros. “Se trata de frenar su desinformación tóxica y perjudicial”, explicó la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen. Ya antes Google había bloqueado a nivel mundial los canales de YouTube de medios asociados al gobierno ruso.
Rusia contraatacó a occidente prohibiendo el uso de las redes sociales de Meta. Concretamente, Roskomnadzor, el regulador de las comunicaciones en Rusia, anunció que ha bloqueado el acceso a Facebook y a Twitter en todo el país. También hay rumores de planes para prohibir la popular aplicación de mensajería WhatsApp.
Planteado como un duelo de publicidad, ¿quién podría ganar la guerra?
“Rusia lo tiene perdido desde el punto de vista de la imagen exterior y por eso se centra en la propaganda interior más que en la exterior”, asegura Pablo Sapag, profesor de Historia de la Propaganda en la Universidad Complutense de Madrid. Dice también que Ucrania tiene perdida la guerra a nivel militar, por tanto intenta crear una opinión pública favorable, busca la ayuda, el soporte de otros países. Ucrania habla para el mundo, quiere resistir y necesita ayuda internacional. Rusia habla para Rusia, busca fortalecer al presidente y mantener firme el frente, porque la confrontación podría durar años.
Tengo la sospecha de que las guerras del siglo XXI, igual que las tradicionales, se ganan con las armas, con el dinero que cada uno ponga en el campo de batalla. La propaganda ayudará a generar empatías, a conseguir algunos recursos, pero a la hora de la verdad y bajo fuego enemigo, de poco servirán los mensajes de solidaridad y la banderita de nuestras preferencias en el perfil de Instagram. Sospecho que el poder definirá la victoria, sí, aunque tampoco me olvido de la escena final de aquella otra guerra, la del tanque norvietnamita entrando victorioso al palacio presidencial de Saigón.