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    Paco Casal, el hombre que “sigue de turno” sin importar los gobiernos y hoy es desafiado por quienes lo llevaron a la cima

    La imagen muestra a cuatro hombres que llegan a una mansión en sus autos deportivos clásicos, vestidos con impecables trajes oscuros, zapatos de cuero y joyas de oro. Cantan ópera mientras toman vino y los mayordomos les sirven una picada. “Hechos en Uruguay con calidad italiana”, es el slogan de la publicidad, que se viralizó en apenas horas desde que salió el pasado fin de semana. Es un anuncio de fiambres de la marca Sarubbi, pero perfectamente podría ser uno de Francisco Paco Casal para promocionar el trabajo que llenó sus bolsillos y los de sus representados.

    Carlos Aguilera, Álvaro Recoba, Antonio Pacheco y Rubén Sosa, todos futbolistas criados en los campos de Uruguay, terminaron en Genoa, Inter de Milán, Lazio, Torino y Venezia, con contratos multimillonarios que les permitieron acceder al nivel de vida que simbólicamente muestra la publicidad. Todos gracias a Casal, que por méritos propios e ignorancias ajenas transformó sus talentos deportivos en una máquina de ingresos económicos.

    En el camino intervino en clubes y selecciones nacionales, amplió su negocio a la televisión, incidió en decisiones de gobiernos, generó adversarios y debió alejarse casi definitivamente de Uruguay, donde los problemas, los reclamos y los pedidos lo esperan ya en el aeropuerto. Todo lo hizo con el mismo carácter que forjó desde niño: sacrificado, combativo, vanidoso, culto, pícaro, generoso, irascible. Una combinación que lo llevó a autoproclamarse el hombre más rico del país y a ser observado por la sociedad como uno de sus miembros más poderosos. Acostumbrado a ganar todas las batallas por más de tres décadas, recién masticó las primeras derrotas el año pasado y hoy está irónicamente contrapuesto con quienes le hicieron alcanzar la gloria.

    Representante.

    Retirado como futbolista a principios de la década del 80, Casal se movía como representante con una libretita donde anotaba nombres de jugadores y hacía cuentas matemáticas. Hasta entonces las transferencias eran de club a club con intermediarios que acercaban las ofertas y cobraban una comisión. “Paco ve la figura de representante: no solo hacía el pase como intermediario, sino que después quedaba enganchado para defender los contratos del futbolista y seguirlo representando en el futuro. Luego da un paso más y directamente le compra la ficha del futbolista al club”, dice a Búsqueda el historiador Atilio Garrido, sentado a la cabecera de la enorme mesa central de las oficinas de Tenfield, empresa en donde desde 1998 trabaja con Casal.

    La ocupación de Casal era una unipersonal que “vendía a labia” e invertía plata de su propia billetera, por ejemplo, en trajes nuevos para que sus futbolistas causaran buena impresión al bajar del avión. Esa unipersonal se transformó en una multinacional, el Grupo Casal, y a medida que crecía su catálogo de empleados y jugadores también aumentaba su incidencia deportiva.

    En el Mundial Italia 1990 estuvo con el plantel permanentemente por su relación con casi todos sus integrantes, parte de los “repatriados” que se negaron un año después a integrar la selección uruguaya por diferencias con el entrenador Luis Cubilla. En la clasificación al Mundial Corea-Japón 2002 Casal fue determinante para que la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), presidida en ese momento por Eugenio Figueredo, trajera a Daniel Passarella. Así lo contó el entrenador argentino en el libro Yo, Paco del periodista Mario Bardanca: “Paco estaba en un café de Buenos Aires con Sanguinetti, el hijo del presidente de la República, y le dije: ‘vos que siempre me toreaste con ir a dirigir a Uruguay, ahora si querés postulame que voy’”.

    En el libro Paolo Montero, capitán de esa selección, agrega: “Con Paco hemos discutido problemas de premios de la selección, que es una cosa increíble. Había que discutirlo con él. No tratábamos con Figueredo”.

    El rol de Casal también pasó a ser clave en las decisiones de los clubes locales. “Cada vez que empieza el campeonato y tienen que pagar los clubes, la plata la pone Tenfield”, dice Garrido. Bardanca, al respecto, cuenta una particular anécdota en su libro cuando Daniel Serrato era presidente de Progreso e intentó negociar la venta del volante Fabián Canobbio con empleados de Casal. “No solo se quedaron con Canobbio, sino que además le advirtieron que les debía dólares por miles correspondientes a antiguos préstamos celebrados sin papeles”.

    Dispuesto. 

    A partir de los noventa, Casal apuntó su olfato empresarial a la televisión, atento a lo que ya sucedía en Estados Unidos. “Yo empiezo a ver que venía una nueva era y veo que la NBA empieza a vender sus derechos de televisión”, contó en 2015, al declarar como testigo en el Juzgado de Crimen Organizado por la causa que investiga la corrupción en la Conmebol.

    Fue así que en 1994 compró los derechos de transmisión del fútbol uruguayo creando Torneos y Competencias Uruguay como socio minoritario del Grupo Clarín. En 1998 fundó Tenfield para ser el único propietario de los derechos. El libro Figueredo. A la sombra del poder, de los periodistas Diego Muñoz y Emiliano Zeca, relata la histórica asamblea de la AUF donde Casal dio el empuje fundamental a su emprendimiento, logrando los votos para la oferta de Tenfield y no la competidora. “En medio de la asamblea irrumpieron Casal y sus socios, Enzo Francescoli y Nelson Gutiérrez. La puerta de la reunión se abrió de forma intempestiva. Casal empezó a los gritos a señalar uno por uno a los directivos” que votaban en contra.

    Ese día se solidificó su figura como el hombre más poderoso del fútbol uruguayo. “Pasé a ser el demonio multiplicado”, admitió el propio empresario en 2011 en una entrevista en Punto Penal. En reiteradas oportunidades Casal ha atribuido ese rol a la complicidad de los dirigentes y su ineptitud para calibrar la magnitud de la industria que siempre tuvieron enfrente.

    A lo largo de su carrera, la connivencia fue más allá de la dirigencia deportiva: al vínculo con el hijo del expresidente Sanguinetti que mencionó Passarella se suman otros con líderes de más partidos políticos. En 2010, el entonces presidente José Mujica viajó a España para buscar inversiones y recurrió a Casal. “Admiro a Mujica y estoy dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para ayudar al país”, dijo el representante, que presentó a Mujica a empresarios como Florentino Pérez, presidente del Real Madrid (Búsqueda Nº1.588).

    Por esos días, Casal estaba en medio de un litigio judicial con la Dirección General Impositiva (DGI). El caso había empezado en 2008 cuando el organismo descubrió la evasión de diversos tributos y solicitó el embargo genérico de sus bienes. Ante la posibilidad de que el Estado quedara expuesto a una demanda millonaria de Casal por falsificación de documentos de la DGI —y pese a la oposición del Ministerio de Economía—, el Poder Ejecutivo cerró el expediente, con la venia de Mujica y de su antecesor Tabaré Vázquez.

    Pulgas en el asiento. 

    Humberto Schia­vonne conserva la posición erguida y elegante de deportista a pesar de sus más de 60 años. Cuando tenía 20 años conoció a Casal y no tardaron en afianzar lo que hoy considera una “hermandad de sangre”. Casal era futbolista de Defensor pero apasionado del boxeo; Schiavonne exactamente lo opuesto. Así que uno seguía cada pelea del boxeador y el otro siempre iba a los partidos de Defensor.

    Nacido en San Pablo el 7 de agosto de 1954, hijo de inmigrantes gallegos, a Casal le inculcaron de chico una cultura trabajadora que le dio una conciencia de clase que pregona continuamente. “Tenemos que hacer que estos hijos de puta devuelven la plata que robaron. Ganan salarios mínimos los campeones y estos tienen helicóptero”, sostuvo sobre la clase dirigencial y los empresarios ligados al fútbol en su declaración judicial de 2015. La cultura de su familia lo transformó en un buen estudiante y un trabajador 24 horas. “Paco no se aguanta en un cine ni en pedo. Es como si tuviera pulgas el asiento”, dice Schiavonne.

    El boxeador, a través de su amigo, también se convirtió en representante de futbolistas. Aunque Schiavonne nunca se integró al Grupo Casal y trabaja de forma independiente, la confianza de su hermandad es la base de su profesión. “Cuando tengo un jugador con potencial se lo doy a Casal. Ni pregunto a cuánto lo vende. Yo confío. Él sabe lo que tiene que darle al jugador, al club y a mí”, dice. Juan González, Luis Romero, Richard Morales y Walter Pandiani son algunos de los futbolistas de Schiavonne que su amigo transfirió a Europa.

    A Schiavonne hoy le preocupa que Casal “fume mucho” y sus repetidos enojos. “Se calienta en pila. Yo le digo que se olvide de todo y se dedique a su familia y a vivir la vida”. Según cuenta, años atrás el empresario vivió con “un dolor tremendo” el embargo por la deuda con la DGI. Dice que lo veía todos los días “muy amargado”, como si estuviera “preso en la calle”, que pasó preocupado los 365 días durante años. “Estaba recontra amargado. Me acuerdo que me abrazó y me decía, ‘Humberto, me están complicando y yo estoy comprometiendo a la gente que está conmigo’. Yo le dije que contaba conmigo hasta la muerte”, recuerda.

    Casado con la argentina Mónica Giovannoni y padre de Axel y Stefanía, Casal reside desde hace años en Buenos Aires y el poco tiempo que está en Montevideo lo pasa en el hotel Belmont House de Carrasco, trabajando. Los consultados coinciden en que “en Uruguay no puede estar”, por los constantes pedidos de conocidos y desconocidos en la calle.

    Cuando viene al país también se encuentra con los problemas que se generan en su ausencia. Para Schiavonne, que dice conocer a su amigo “como nadie”, el principal inconveniente de Casal son las personas en las que delega tareas. “Las discrepancias no son directamente con Casal, son siempre con los que están en el medio. Yo le digo que él es el abogado de todos estos sinvergüenzas”, afirma. Por eso, entiende que su amigo debe intervenir directamente y sin intermediarios en el conflicto que encabeza el movimiento Más Unidos que Nunca.

    Vigente. 

    A lo largo de los 35 años que lleva en el fútbol, Casal ha vencido siempre en sus pugnas con los clubes por pases de futbolistas, ha conseguido sucesivas renovaciones de los derechos de transmisión y salió indemne de denuncias ante la AUF y la Justicia penal por perjudicar deportivamente a ciertas instituciones. Hasta 2016.

    Ese año la AUF aprobó un posible acuerdo con Nike para vestir a las selecciones uruguayas en lugar de Puma, que tiene como intermediaria a Tenfield. Además, este año los futbolistas de la selección y la AUF acordaron a partir de 2018 la cesión de sus derechos de imagen, que desde 1998 pertenecen a Tenfield, mientras que los árbitros reclamarán a la empresa por sus propios derechos de imagen. A esto se suma la protesta de alrededor de 500 futbolistas, que con el lema Más Unidos que Nunca pararon el fútbol profesional exigiendo la salida de la directiva de la Mutual de Futbolistas Profesionales, por irregularidades administrativas y por resoluciones que creen que favorecen a Casal y no a los agremiados.

    Es una novedosa e inesperada grieta en el trayecto que Casal construyó en Uruguay, donde sus amigos afirman que ya abandonó el sueño de ser presidente de Peñarol para dedicarse hasta el final de su vida al mundo de la televisión. Sus allegados confían en que Casal superará este revés: con GolTV, canal por suscripción creado en 2003 para Estados Unidos y en 2005 para Latinoamérica, adquirió los derechos del fútbol de Perú en 2013, de Venezuela en 2016 y de Ecuador en junio de este año.

    “La virtud que tiene Paco es haber pasado todo este tiempo y seguir vigente. Entre pitos y flautas, hace 37 años que está en primer plano”, dice Garrido. Y Schiavonne resume: “Han pasado más de cinco gobiernos y Casal sigue de turno.”