Palabra más, palabra menos

Palabra más, palabra menos

La columna de Mercedes Rosende

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Nº 2100 - 3 al 9 de Diciembre de 2020

“Así te quiero matador”, le escribió un amigo a Edinson Cavani en una historia de Instagram. El delantero compartió esa publicación en su cuenta y le agregó una cálida respuesta: “Gracias, negrito”.

Para qué...

La frase, escrita en riguroso uruguayo, incendió la pradera de los usuarios de la traducción automática que ofrece la red social y así, frente a la confusión provocada por la literalidad, se generaron infinidad de comentarios de indignados que ni sospechan que aquello puede ser una fórmula cariñosa.

Frente a la andanada el jugador borró el comentario y escribió en sus redes: “El mensaje que publiqué después del partido el domingo tenía la intención de ser un saludo afectuoso para un amigo”, en un texto acompañado de una foto con el propio destinatario del agradecimiento. “Lo último que quería hacer era ofender a alguien, me opongo completamente al racismo”, agregó el futbolista. “Me gustaría disculparme sinceramente por esto”, finaliza.

La frase, la condena de las redes y la explicación con disculpa de Cavani llegaron a los medios de Inglaterra y del mundo, y reportaron que la FA (Football Association), que antes del comienzo de la temporada fijó reglas para luchar contra comportamientos y declaraciones racistas o discriminatorias, iniciará una investigación del hecho con base en su política.

Por su parte Ole Gunnar Solskjaer, entrenador del Manchester United, pidió que los jugadores que lleguen del extranjero a la Premier League inglesa reciban capacitación sobre diversidad y “lenguaje aceptable” para evitar “conflictos culturales”.

Desde el club aún no hicieron comentarios oficiales sobre el hecho, aunque la prensa dice que las autoridades de la institución han tomado nota del uso cotidiano y afectivo que tiene el término negrito en Uruguay. Menos mal, pensamos, hasta que leemos: “De todos modos, señalarán al jugador la necesidad de entender que esa palabra puede ser malinterpretada en Inglaterra”.

Y acá nos queremos detener, en los hechos: un jugador uruguayo agradeció a un hincha uruguayo en una red social que no es de ninguna parte, y lo hizo en su propio idioma. O sea, el intercambio que se generó entre el emisor y el receptor tuvo que ver con la adecuación del discurso, se aplicó una variante lingüística, una forma dialectal. ¿Por qué tendría que someterse ese intercambio, ese contenido semántico local a una policía moral del lenguaje de Gran Bretaña o de ninguna otra parte?

No sé si Cavani borró el mensaje y se disculpó al influjo de la condena de las redes o porque se lo pidieron expresamente de su club o de la Football Association; en cualquier caso es seguro que su próximo mensaje va a ser muy medido, cuidadoso, que el jugador pensará y pesará cada palabra que escriba o diga, que se sentirá observado, analizado, y sobre todo amordazado por la presión de los adláteres de la corrección política.

¿Y todo para qué?

No me interesa analizar ahora de quién o de qué lado proviene esa reprobación, apenas recordar (aunque ya lo sepamos todos) que la imposición de la corrección política, la obligación de decir las cosas de determinada manera provoca la autocensura del emisor, y sume el discurso en la pobreza intelectual de lo adocenado.

Tal vez como asociación de ideas me vino a la memoria George Orwell, el autor de 1984, que en su “Principios de nuevalengua” habla de la sustitución de la “viejalengua” por una versión simplificada del inglés. La “nuevalengua” era una herramienta con la que el Partido dominaba el pensamiento y evitaba que la población pensase libremente. Para lograr el fin deseado se eliminaban los significados inconvenientes de las palabras o se los modifica hasta que significaban lo contrario de lo original. Orwell profetizó la imposición de lo políticamente correcto y los mecanismos de la autocensura, fue consciente de su gravedad: “Para dejarse corromper por el totalitarismo no hace falta vivir en un país totalitario”, escribió, y habló de la necesidad de disponer de un lenguaje libre de vagas adiposidades y subterfugios.

No, no soy ingenua, sé que la lengua no es inocente, que es patriarcal y sexista, homofóbica, clasista, pero no estoy segura de que por dejar de llamar negro al negro (que para el caso, no era negro) vayamos a superar el racismo.

Y sí, lo confieso, además de todo me resultó irritante que se levantaran voces airadas por una supuesta ofensa racial contra un tipo como Cavani, alguien que no tuvo problema en cambiar el short por las calzas y los botines por las zapatillas de ballet para grabar un spot para la Escuela Nacional de Formación Artística (ENFA), en involucrarse en una campaña que promueve la danza entre los varones y que, en definitiva, lucha contra los estereotipos y la homofobia. ¿Y todo para qué?

Leo que el delantero uruguayo podrá recibir como castigo una multa económica y una suspensión de hasta tres partidos. Y sí, quizá lo multarán y lo suspenderán, Cavani pagará su culpa y tratará de cumplir los mandatos, será más cuidadoso, mucho más cuidadoso en el uso de las palabras. A la corta o a la larga, todos seremos más cuidadosos en el uso de las palabras.

Y cuando despertemos el racismo seguirá allí.