Nº 2090 - 24 al 30 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLamentablemente, el deterioro de la coyuntura económica y financiera de Argentina se viene acelerando a pasos agigantados, lo mismo que la desconfianza de los agentes económicos en general.
A una semana de haberse inaugurado el “supercepo”, las reservas del banco central argentino (BCRA) siguen cayendo, las brechas cambiarias se ampliaron de manera significativa y el riesgo país alcanza nuevos máximos desde que se concretó el canje de deuda hace aproximadamente un mes. A su vez, los precios de las acciones argentinas no paran de caer.
Que el nivel de actividad haya tenido una caída histórica de 19,1% en el segundo trimestre de este año en relación con el mismo período del año pasado es algo hasta anecdótico, porque lo mismo en mayor o menor grado ocurrió en todo el mundo como efecto de la pandemia de Covid-19 (en Uruguay el PBI mostró una caída de 10,6% en el mismo período). Pero el enorme deterioro de las condiciones financieras y de la confianza de los agentes económicos pone serias dudas respecto a la velocidad de la recuperación que se espera para los próximos meses y en el año 2021.
Hay varios temas que están complicando mucho la coyuntura argentina. El más acuciante a corto plazo es la incapacidad que está teniendo el gobierno para calmar al mercado cambiario, a pesar de haber solucionado el tema del canje de deuda. En lugar de tomar medidas para que aumente la oferta de dólares, las autoridades económicas argentinas se han concentrado en reducir todo lo que se pueda la demanda, complicando de diferentes maneras el acceso del público y de las empresas a la divisa y generando distorsiones de todo tipo. Nadie puede sorprenderse por el resultado de brechas cambiarias cada vez más altas.
Otro problema fundamental que enfrenta Argentina es que no hay un plan económico integral que ataque tanto la estabilización de la coyuntura como el crear las condiciones para retomar un crecimiento más o menos sostenido. La presentación en estos días del Presupuesto 2021 por parte del ministro de Economía Martín Guzmán resultó bastante decepcionante, porque los números no “cierran” por ningún lado, y como señaló el influyente economista Carlos Melconián: “Ya los números no se los creen desde el primer día”. La impresión general es que se está en el día a día y todo está “atado con alambre”, porque no hay ningún plan para iniciar aunque sea el camino de la estabilización macroeconómica.
Si hay problemas serios en el manejo de la coyuntura, son tan o más significativos en los aspectos estructurales que definen las perspectivas de desarrollo de un país a mediano y largo plazo. Un gobierno que no tiene plan, donde no se sabe si gobierna el presidente Alberto Fernández o la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que hace pocos meses intentó expropiar la cerealera Vicentín, que volvió a avanzar sobre las telecomunicaciones, congelando las tarifas de los servicios, que está impulsando una reforma judicial con objetivos nada claros y que sigue buscando la confrontación permanente y ahondar la “grieta”, ocasiona condiciones muy poco propicias para el ingreso de inversión de riesgo de largo plazo. Que eso ocurra es fundamental, dado que el país sigue sin tener acceso al mercado internacional de crédito ni lo tendrá por muchos años.
Para agravar más el panorama, queda por delante el tema de la renegociación de la deuda que Argentina tiene con el FMI por unos US$ 44.000 millones, que son imposibles de pagar en las condiciones en que se pactaron los préstamos.
En este panorama harto complicado, lo único positivo parece ser que por ahora, y a pesar de las malas experiencias pasadas, los ahorristas no han retirado sus depósitos del sistema financiero, tanto las colocaciones en pesos como en dólares —“argendólares”—.
Parece evidente que la dinámica negativa que se ha observado en los mercados financieros en esta última semana desde la introducción del “supercepo” no podrá sostenerse muchos días más, por lo que el gobierno argentino debería ensayar nuevas medidas (preferiblemente que generen confianza y operen sobre el aumento de la oferta de dólares en el mercado) de forma más o menos rápida.
Al final del día, solo un esquema fiscal y monetario consistente y sostenible en el tiempo permitirá comenzar a calmar el mercado cambiario y estabilizar la inflación. Hoy por hoy, Argentina está muy lejos de estar en una situación así y, mientras ello no ocurra, la inestabilidad financiera, cambiaria y de precios persistirá, con consecuencias muy negativas en materia de actividad, empleo, pobreza y bienestar.