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La temperatura y el alcohol gel en la puerta. Tapabocas general e irrestricto, incluso en la butaca. Mamparas en las boleterías. Acomodadores y boleteros con máscara facial. Distancia de dos metros en la fila de acceso a la sala. Poco más de una cuarta parte de la platea ocupada, con filas vacías intercaladas ente las butacas habilitadas, asépticamente cubiertas con fundas lavables, como en los ómnibus. Sistema de renovación de aire permanente, pero con los aparatos de aire acondicionado apagados dos horas antes de la función. La vuelta al teatro el sábado 8, en la sala Campodónico de El Galpón, fue con todas las garantías sanitarias habidas y por haber. Hay más precauciones en los teatros que en salas de música donde, al funcionar según el protocolo gastronómico, es posible estar en las mesas con la boca destapada, aun cuando uno tenga en frente, a menos de un metro, a un desconocido.
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Antes del inicio de la función, en la que estuvieron presentes la vicepresidenta Beatriz Argimón y jerarcas culturales como Mariana Wainstein y Álvaro Ahunchain, salió a escena un numeroso grupo de actores y actrices, egresados de la escuela de actuación de El Galpón quienes, vestidos como partisanos españoles con sus clásicos pañuelos rojos, interpretaron una escena musical de la obra Lorca en las trincheras de Madrid, estrenada en 2019. Evidentemente, el fragmento repuesto ahora, de unos 10 minutos, resignifica la lucha antifranquista en esta lucha retórica que el movimiento teatral independiente, agrupado en la Federación Uruguaya de Teatros Independientes, ha mantenido en las últimas semanas con las autoridades del gobierno por la habilitación del protocolo de El Galpón para el retorno de la actividad teatral. Claramente, la controversia pública que mantuvieron el secretario general de El Galpón, Héctor Guido, y el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, sobre el monto de los apoyos y subsidios al teatro —y a El Galpón en particular— animó a los galponeros a levantar su bandera de activismo político, claramente identificado institucionalmente con la izquierda, y enviar ese mensaje en el que enmarcan su actividad como una nueva cruzada ideológica. Los partisanos volvieron luego de la función y la directora de la obra, Gracela Escuder, histórica integrante de la compañía, leyó una proclama muy combativa, en la que se repite como leitmotiv la consigna “el teatro resiste”, en la que El Galpón recuerda los perjuicios que sufrió el sector artístico a causa de la pandemia, y aboga por la reglamentación y asignación presupuestal de la ya aprobada Ley de Teatro Independiente (Nº 19.821).
Todo por culpa de ella (sábados 21 h y domingos 19.30) es una obra escrita por el bielorruso Andrei Ivanov, estrenada en 2016 en la sala Cero, que luego fue integrada al repertorio del elenco, repuesta en 2017, 2018 y 2019. La temática es ideal para este retorno, pues narra el abismo de comunicación que separa a una madre (Alicia Alfonso) y su hijo adolescente (Andrés Guido), quien pasa la mayor parte del tiempo aislado, encerrado en su cuarto, sumergido en las redes sociales. Frustrada por ese vínculo disfuncional, la madre se inventa un avatar en las redes y entabla un vínculo virtual con su hijo.
El autor acierta al poner en escena un tema de vital importancia en gran parte del mundo: la alienación y la pérdida de empatía entre padres e hijos, especialmente en la adolescencia, y sorprende con el tour de force de dar cuerpo a los dos avatares digitales (Victoria González Natero y Enzo Vogrincic), que se relacionan en una matrix materializada con una estructura de andamios. Ese es el principal logro de esta versión: la danza de seducción entre los jóvenes virtuales. En el debe se puede señalar cierto acartonamiento en las actuaciones de Alfonso y Guido (claramente pasado de edad para su personaje), quienes no logran transmitir la angustia y la frustración que sus personajes demandan.
Asimismo, hay que destacar el flamante sistema de transmisión por streaming en vivo que puso en marcha El Galpón para todo el ciclo Teatro a Puertas Abiertas, con más de 15 cámaras dentro y fuera del escenario, con el diseño y la dirección audiovisual del cineasta Guillermo Casanova. Hay cámaras en todos lados: en la escenografía, a centímetros de los actores, a nivel de piso, desde todos los ángulos posibles, en el plano frontal tradicional, en la parrilla de luces, desde los costados. Cada puesta en escena cuenta con un diseño único de filmación y microfonía —de alta fidelidad— que permite al televidente una inédita cercanía con la escena, como en las salas pequeñas. Un más que bienvenido atractivo adicional para esta vuelta a las salas.
