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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáQuizás no nos hemos dado cuenta, pero hoy día nuestro país aplica la pena de muerte y la tortura.
Cualquier delito puede cometerse por acción o por omisión, y en Uruguay hemos elegido esta última forma de proceder.
El Estado aplica todo su poder institucional para ser omiso. Es el terror de Estado en su plenitud que –sistemática y eficazmente— cada 15 días deja ejecutar un ciudadano preso. Y es terror de Estado pues lo hace sin sentencia previa ni debido proceso ni ley que lo habilite, ajeno a cualquier respeto mínimo por la persona. Con la tortura de los ciudadanos presos sucede algo parecido: se deja hacer.
Cada tanto, algunas voces se elevan para que esta atrocidad se detenga: Naciones Unidas, el Comisionado Parlamentario, Brecha, el Poder Judicial. Parece que esas voces no han sido suficientes y eso que nos encontramos en un gobierno de izquierda, con un presidente cuya vocación es salvar vidas, y un ministro del Interior que sufrió la tortura.
Es raro que los impulsores de la reforma Vivir sin Miedo o sus detractores, expresados a través de “El miedo no es la forma”, no se hayan percatado de que en nuestro país la pena capital está vigente, igual que la tortura. De formas solapadas, escondidas, olvidadas, pero vigentes al fin.
Uno de los peores infiernos que podría vivir una persona en nuestro país ya existe, es caer preso.
Guzmán Scremini