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    Pepe underground

    A partir del 23 de setiembre comenzará, en el marco de la cumbre de las Naciones Unidas en Nueva York, el rodaje del documental sobre José Mujica, dirigido por Emir Kusturica

    Se dicen muchas cosas a favor y otras en contra, así fue, es y será el juego de la política. Pero resulta absolutamente incuestionable que José “Pepe” Mujica se ha convertido en un personaje a nivel local y por sobre todas las cosas en el ámbito internacional. Este señor de 78 años que ha sido llamado el “presidente más pobre del mundo”, que vive en una modesta chacra, que detesta el protocolo, que tuvo un pasado guerrillero y es respetado y recibido en cada país que visita como si fuese una estrella de rock, no podía pasar inadvertido para un cineasta con las inquietudes de Emir Kusturica. Mujica es de izquierda, con un pie en el liberalismo y otro en el romanticismo. Y es auténtico hasta en su desprolijidad, un combo ideal para Kusturica. Por esas razones, las cámaras comenzarán a filmar al mandatario uruguayo en sus tres días de estadía en la cumbre de las Naciones Unidas en Nueva York, el 23, 24 y 25 de setiembre.

    El cineasta serbio no estará presente en la Gran Manzana pero sí lo hará un equipo con representantes de la productora argentina K & S Films (responsable de “Crónica de una fuga”, “Kamchatka”, “Los Marziano”, “El último Elvis” y “Séptimo”, entre otras películas), bajo la supervisión de Julián Kanarek, asesor del ministerio uruguayo de Transporte y Obras Públicas. Según informó a Búsqueda una fuente del gobierno, Kusturica ha solicitado cuatro encuentros con Mujica, y se presume que el primero se concrete cuando el presidente uruguayo se reúna con su colega estadounidense Barack Obama el próximo noviembre. El documental, que aún no tiene título, no superará el millón de dólares en costos de rodaje y producción.

    Asimismo, la fuente informó que Kusturica fue muy preciso en cuanto a los requerimientos técnicos que se deben emplear para filmar a Mujica en su visita neoyorquina. Cuando el presidente se extienda en sus discursos sobre la situación en Siria, el conflicto entre el gobierno colombiano y las FARC, el capitalismo salvaje o la despenalización de la marihuana, las cámaras lo estarán registrando. La idea es contar con la mayor cantidad de material posible: Mujica en el hotel intentando ajustar el aire acondicionado, Mujica en un tumulto en la Séptima Avenida, si pide un hot dog, si se hace entender con su precario spanglish, si lo saludan los transeúntes, si se escapa a la custodia y se va a escuchar jazz al Village Vanguard.

    Kusturica nació en Sarajevo en 1954, un año en el que se detonaron bombas de hidrógeno al mismo tiempo que estadounidenses y soviéticos intentaban ponerse de acuerdo para evitar esas mismas detonaciones. Ridículo, claro, pero así son las cosas. La arteria de la Guerra Fría se abría paso en todo el mundo y Latinoamérica no era la excepción. Una de las venas consecuentes estaba en Uruguay, con el movimiento tupamaro, que pretendía tomar el poder por las armas.

    Kusturica se graduó como director de cine en la Academy of Performing Arts de Praga en 1978, con varios cortometrajes elogiados, mientras en Montevideo, el ahora presidente de Uruguay intuía la realidad desde la cárcel.

    El primer largometraje del cineasta serbio fue “¿Te acuerdas de Dolly Bell?” (1981), pero la fama internacional le llegó con “Papá salió en viaje de negocios” (1984), que ganó la Palma de Oro en Cannes y estuvo nominada al Oscar como mejor película extranjera. A comienzos de 1985, el que recuperaba la libertad era Mujica.

    Con un lenguaje original dotado de poderosas y poéticas imágenes y una notoria rebeldía hacia las instituciones, este serbio se fue afianzando como uno de los mejores directores contemporáneos de cine. “Tiempo de gitanos” (1988), por ejemplo, seguía a Perhan, un buscavidas, un nuevo pícaro de las ciudades en la Europa del desarraigo y la tristeza, desde los Balcanes hasta Italia. En los ambientes que frecuentaba el adolescente gitano imperaban gansos y gallinas, en arrabales y canchas de fútbol fangosas y desiertas, un lugar donde perfectamente se podría agregar una perra de tres patas como Manuela.

    Kusturica no se detuvo allí. También consiguió estupendas historias con un cierto sabor a realismo mágico como en “Sueños en Arizona” (1992, su incursión en los Estados Unidos con la buena compañía de Johnny Depp, Vincent Gallo, Faye Dunaway, Lili Taylor y Jerry Lewis), o parodias a propósito de realidades no tan graciosas como en “Underground” (1995, otra Palma de Oro en Cannes), donde la ex Yugoslavia se partía en tantos pedazos e incongruencias como una pieza del mejor teatro del absurdo. Por ese entonces, el Pepe era diputado e iba en moto al Parlamento.

    Kusturica también es actor, músico, fanático del fútbol (deporte estupendamente desglosado en sus aspectos más ridículos en “La vida es un milagro”) y documentalista un tanto manijero, como en “Maradona by Kusturica” (2008), que tenía buenos pasajes pero también facilismos maradonianos (le pego con la izquierda, soy de izquierda, le hago un gol a la injusticia, ese tipo de chorradas).

    Kusturica supo de dictaduras e incipientes democracias; viene de los convulsionados Balcanes. Mujica estuvo en la clandestinidad, vivió enfrentamientos con la Policía y apostó por ciertos modelos revolucionarios por los que hoy no apostaría. Kusturica ama a los gitanos y escenifica sus películas con perros y gatos. Mujica ama a los perros y a los gatos y te saca un viejo Fusca del granero, donde un gato perfectamente podría dormir sobre el capó. Kusturica fuma y bebe. Mujica también, si no lo ve su esposa. Sarajevo y Montevideo se confunden. Más allá de los idiomas, estos caballeros se van a entender.