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Como es común en las Bolsas uruguayas, en los últimos días hubo pocos negocios con Obligaciones Negociables (ON), un tipo de títulos bursátiles emitidos por empresas que tuvieron su momento de esplendor a mediados de los noventa y buscan recuperar terreno.
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Una nueva serie de ON de Conaprole fue lanzada el viernes 20. Se colocaron U$S 4,9 millones entre unos 400 ahorristas (la demanda fue por U$S 7 millones), informaron desde esa cooperativa. Estos papeles, nominados en dólares, son a cinco años de plazo y pagan una tasa de 3,75% anual.
Conaprole viene emitiendo estas series de manera trimestral en el marco del programa denominado Conahorro. Quizás por las características de la empresa o de las propias ON, colocarlas le resulta relativamente fácil. Pero esto no es así para todas las firmas.
Las autoras del estudio “El mercado de valores en el Uruguay: el caso de las ON. Un análisis de su evolución desde 1996” afirman que el mercado de estos papales tiene un “bajo nivel de actividad” —aunque con chances de crecer en el “mediano y largo plazo”— y no ha logrado “restablecer totalmente la falta de confianza” entre los inversores. El trabajo de Mónica Chiappara y Andrea Fatás, presentado en las recientes Jornadas Académicas de la estatal Facultad de Ciencias Económicas, es una tesis de posgrado tutoreada por la economista Margarita Roldós, quien estuvo vinculada por muchos años a la Bolsa de Valores de Montevideo.
Actualmente están en circulación algo más de 20 series de obligaciones, aunque algunas empresas son las emisoras de más de una.
Los cambios regulatorios introducidos con la ley Nº 18.627 de 2009, aunque “necesarios”, provocaron un “aumento de los costos asociados” a las emisiones, señalan. Dicha norma “no ha sido suficiente para reactivar el mercado” de estos instrumentos, agregan.
“Dada la coyuntura actual, el costo de financiamiento a través de títulos de deuda corporativa de oferta pública es mayor que el de los préstamos bancarios”, afirman las autoras.
En su opinión, en el mercado local de hoy “no es posible afirmar que exista transparencia en la información” relativa a las empresas emisoras. De todas formas, algunos factores son “favorables” para una reactivación del mercado: el actual ciclo de crecimiento de la economía local, el aumento del tope máximo que pueden invertir las administradoras de ahorros previsionales en papeles privados y los beneficios fiscales previstos por la normativa.
El boom de los 90.
Chiappara y Fatás analizaron la emisión de ON desde 1996 hasta 2011: 70 empresas —la mayoría fábricas o agroindustrias— colocaron 143 papeles en ese lapso. Solo una fue estatal: UTE. Se privilegiaron los títulos en dólares y con tasas de interés relacionadas con la evolución de la tasa de interés de referencia del mercado de Londres (Libor), por lo menos hasta 2008, cuando se comenzó a optar por incorporar un interés fijo.
Aún repercuten en la confianza de los inversores episodios como el de la avícola Granja Moro —que tras un fraude, en 1998 incumplió el pago de sus ON— y la crisis económica que enfrentó Uruguay en 2002, señalan.
Las investigadoras recabaron para su estudio la opinión de corredores de bolsa, quienes señalan que el “quiebre” en el mercado de ON vino luego, con la crisis bancaria de 2002. La caída del Comercial y del Montevideo “tuvo un impacto significativo”, ya que esas entidades financieras eran a su vez los dos mayores emisores entonces, con ON en circulación por US$ 288,3 millones.
Tras los problemas con Granja Moro y estos dos bancos, el mercado de ON “nunca llegó a recuperarse, manteniéndose hasta la actualidad niveles de emisión muy reducidos”, señalan. Añaden que el desarrollo de instrumentos como los certificados de depósitos, certificados representativos de inversión, así como fideicomisos financieros, ha impactado en el “descenso” del número de ON disponibles en las Bolsas de Valores locales.