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    Politólogos discrepan sobre si hay “una nueva ola progresista” continental o si “los gobiernos pierden” por descontento

    La inédita victoria electoral de la izquierda en Colombia, con Gustavo Petro, sumada a la llegada al Palacio de la Moneda en Santiago de Chile del joven presidente de izquierda Gabriel Boric y un eventual regreso a Planalto de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil pusieron en boga, entre políticos y politólogos, la idea de que se está viviendo una segunda ola de izquierda en América Latina, una nueva marea rosa, o pink tide. Mientras la anterior fue llamada rosa porque, luego de la caída del llamado socialismo real, era más leve y no llegaba a roja, la que se presentaría en la actualidad, después de la pandemia y con un nuevo escenario internacional de guerra en Europa, tiene otras peculiaridades.

    El doctor en Ciencia Política Ángel Arellano no tiene dudas de que hay una nueva “ola progresista”. Sin embargo, desde su perspectiva, comparada con la que comenzó en 2003 con la llegada del Partido de los Trabajadores al gobierno en Brasilia, la de ahora es “más moderada, pragmática y heterogénea”.

    Así lo explicó en un reciente artículo publicado en la revista de filosofía Astrolabio, de la Universidad de Barcelona, en el que apunta siete diferencias entre una y otra ola, que en su perspectiva no es igual a ciclo. Arellano también recuerda que en el progresismo latinoamericano hay “una gran pluralidad derivada de las distintas trayectorias históricas, ideológicas e institucionales” de cada sistema político, y que, grosso modo, “se puede resumir en izquierdas autoritarias e izquierdas democráticas, o izquierdas ‘contestatarias’ e izquierdas ‘moderadas’”.

    No todos los políticos y politólogos consultados por Búsqueda coinciden en que exista una ola progresista. Hablar de ciclos u olas, para algunos, puede ser apresurado, entre otras cosas porque sostienen que no hubo un giro a la derecha y porque, además, “agrupar a la izquierda latinoamericana en un solo paquete resulta cada vez más difícil”.

    La profesora de Ciencia Política de la Universidad de la República (Udelar) y referente del sector frenteamplista Casa Grande, Constanza Moreira, advierte que “las olas o ciclos están controvertidos como modo de análisis”; y toma distancia del término que se comenzó a emplear desde mediados de la década de 1990 con las tres olas de la democracia, del estadounidense Samuel Huntington.

    Aun así, Moreira admite que hay ciclos económicos comunes que impactan, que existe un efecto contagio y también que en 2015 hubo una desaceleración que llevó al “fin del ciclo progresista”.

    A su vez, destacó que, “a pesar de que los gobiernos progresistas fueron exitosos y estables, se produjo un desgaste” al que se sumó “la aparición de las derechas con nuevas estrategias y nuevos actores como los militares, los evangelistas y el papel de las redes sociales”.

    Para la politóloga española Mercedes García Montero, a pesar de que “no corren buenos tiempos para la derecha en América Latina”, tampoco “es posible afirmar que la marea rosa esté de vuelta”.

    En un artículo publicado en marzo en el portal Latinoamérica 21, advierte que “los indicadores de desafección ciudadana con la democracia representativa en la región son extremadamente alarmantes y deberían preocupar tanto a la izquierda como a la derecha si quieren sobrevivir a los embates del populismo”.

    Gustavo Petro y la vicepresidenta, Francia Márquez. Foto: AFP

    Cuando los gobiernos pierden

    Para otro profesor de Udelar, Daniel Chasquetti, el fenómeno protagonizado, entre otros, por Lula, Hugo Chávez, en Venezuela, Néstor Kirchner, en Argentina y Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay, a comienzos de siglo, sí fue una ola. Analiza diferente el fenómeno actual. “Lo que tenemos ahora no sé si es una ola; creo que tiene que ver con un movimiento más amplio. Con la pandemia tenemos un mundo en el que se generó una crisis económica mundial, lo que tenés hoy es que la economía no es lo mismo en pospandemia que en prepandemia; hay secuelas muy severas de tipo social en muchos países. A su vez, la forma de tramitar la pandemia fue muy cuestionada en muchos lugares y entonces veo un problema mucho más amplio que una oscilación entre izquierdas y derechas”, desarrolló.

    Según su análisis, lo que sucede, el factor común que atraviesa fronteras, es otro. “Lo que estoy viendo es que los gobiernos pierden. En los últimos dos años y medio hubo nueve elecciones en América Latina y en todas perdió el partido de gobierno, el presidente o los candidatos que promocionó el presidente. Ganan las oposiciones. ¿Eso qué significa? Disconformidad, descontento; no me sirve quien gobierna, voto a otro”, explicó.

    Chasquetti observa que, como consecuencia de estos movimientos, se incrementa la “tensión” política. Sostiene que una vez que se pone a la oposición en el gobierno y esta tampoco logra resolver los problemas el resultado es una sensación de falta de alternativas. “Se genera un clima de: ‘Bueno, ¿quién podrá salvarnos?’”, asegura. También cree que esto facilita “las condiciones para que aparezcan outsiders y nuevos fenómenos”. Entonces, desemboca de nuevo en la conclusión inicial: “No sé si está bien interpretarlo como un giro a la izquierda del continente”.

    A su colega Adolfo Garcé no le preocupa que gane la oposición. Donde otros ven una nueva ola progresista, él simplemente observa alternancia y lo ve como algo positivo. “Lo raro es cuando un partido se perpetúa”, declaró a Búsqueda.

    En Latinoamérica 21, el director del Instituto Iberoamericano de la Universidad de Salamanca (España), Francisco Sánchez, sostuvo que predomina “una narrativa circular que recurre a tópicos juntados por líneas de trazo muy grueso que impiden ver la diversidad y complejidad” de los problemas regionales y que “descartan toda aquella información que contradice las personalísimas preferencias de los autores”.

    Este investigador considera que “los ‘giros a la izquierda’ son las utopías del siglo XXI” y que “por ello, en cada nueva elección buscan al candidato de izquierda que liderará el proceso que solucione las profundas injusticias nacionales esperando, además, que el mismo —que se asume será exitoso— se extienda a toda la región”. Sostiene, además, que “como los problemas de la región son tan grandes y complejos, y las expectativas de solución inmediata son tan elevadas, el ciclo se cierra casi siempre con la decepción: ni los caudillos tienen superpoderes, ni la utopía triunfa sobre la tozuda realidad”.

    Cena del Grupo de Puebla en Buenos Aires, 2019.

    Surf y buceo

    El presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales (Carifa) del Frente Amplio (FA), Ariel Bergamino, también es reacio a aceptar el término olas. “Hay que ser cauteloso con las palabras; las olas hay que surfearlas, pero también bucearlas; el progresismo es más un talante que una definición” explicó a Búsqueda.

    El exasesor de Tabaré Vázquez y exvicecanciller ha dicho en su entorno, un poco en broma, que la tarea de dirigir la Carifa, que recibió hace medio año de manos del presidente del FA, Fernando Pereira, “es más difícil que la que tuvo en la propia Cancillería”. Es que resulta casi imposible conciliar las diferentes visiones acerca de lo que ocurre en el mundo y, en especial Cuba, sigue siendo un punto conflictivo.

    Rony Corbo, del Partido Comunista, e Ismael Smith, del Movimiento de Participación Popular, representan al FA en el Foro de San Pablo, pero hace bastante que muchos sectores no respaldan a este organismo que consideran “muerto y tóxico”. Corbo dijo a Búsqueda que, a fines de noviembre, luego del ciclo electoral de Brasil, el Foro tendrá su reunión anual en Cochabamba (Bolivia).

    Además de este cuestionado agrupamiento, el FA forma parte de otro más antiguo y menos gravitante, la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (Copppal), que integra también el Partido Nacional y de la que Liber Seregni fue vicepresidente. Frenteamplistas como Pereira, Mujica y Mónica Xavier integran el Grupo de Puebla, menos ortodoxo que el Foro de San Pablo, pero que reúne personalidades y no partidos.

    Fuentes del FA indicaron que Bergamino debe hacer malabares y a menudo guardar silencio debido a que el Foro ha tenido una postura acrítica con la situación en Cuba, Venezuela y Nicaragua, tres gobiernos a los que buena parte del FA rechaza.

    El presidente de la Carifa, que fue embajador en Cuba, dijo a Búsqueda que si bien “se debe respetar la posición de cada sector y que no expedirse es una forma de expedirse”, él actúa según el principio de que “no hay progresismo sin democracia y no hay democracia sin derechos”.

    Para el politólogo Garcé, “las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua se han convertido en tres piedras en el zapato del FA”. La mayoría de los académicos no dudan en calificar a esos gobiernos de dictaduras, pero para buena parte de los dirigentes del FA, incluso los más jóvenes, el tema es tabú.

    El senador comunista Óscar Andrade salió de sala el año pasado cuando sus compañeros de bancada votaron una declaración contra el régimen de Managua. El pasado martes 19, al cumplirse un nuevo aniversario del triunfo sandinista, el Partido Comunista envió un mensaje de saludo a Nicaragua en un tono asaz diferente al que subió el diputado Gustavo Olmos (Fuerza Renovadora) en Twitter: “Hoy se cumplen 43 años de la heroica Revolución Sandinista, traicionada en sus principios por Daniel Ortega y su pandilla, con encarcelamiento y persecución política a opositores y héroes sandinistas, fraude electoral, prensa censurada y cierre de ONG y organizaciones sociales”, informó El Observador.

    El exministro de Economía y exvicepresidente de la República Danilo Astori, hace un año, declaró a la diaria que “es absolutamente insólito que el Frente Amplio, teniendo la historia que tiene, teniendo los padres que tiene, esté apoyando una dictadura como la de Venezuela”. Antes, en Crónicas, había calificado a Cuba como un “sistema autoritario” y “no democrático” igual que China.

    El tema de los derechos humanos en China motivó acusaciones de doble discurso al presidente Luis Lacalle Pou cuando envió un saludo al Partido Comunista Chino, en momentos en que corteja al gigante asiático con el que pretende firmar un tratado de libre comercio, pero al mismo tiempo se planta firme contra la más pobre Cuba.

    Durante una entrevista, a comienzos de julio en el programa Buscadores, el secretario del Partido Socialista, Gonzalo Civila, admitió que si bien “no quiere para Uruguay un sistema de partido único, tiene dificultad para calificar a Cuba como una dictadura”.

    Garcé y Chasquetti, entre otros, consideran que las dificultades económicas pueden llevar a un nuevo triunfo del FA. Para el primero, existe una “incertidumbre máxima” sobre el resultado de las próximas elecciones, ya que por un lado el clima regional o la alternancia aproximan a la izquierda a regresar al gobierno, pero por el otro tiene varios desafíos por delante, entre ellos el vínculo con el interior y formular un programa potente.

    En paralelo, el presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala, está embanderado con una reedición del Congreso del Pueblo, un foro que en 1965 sentó las bases para la unión del movimiento sindical y de la izquierda y que ahora puede servir de trampolín para un nuevo programa.