Con el objetivo de identificar necesidades de “apoyo extra” en los alumnos de Primaria y evitar el “riesgo del fracaso” en la educación escolar, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), en conjunto con la organización educativa canadiense KSI Research International, está impulsando un programa para evaluar el desempeño de los niños que asisten a la educación inicial, el nivel de enseñanza previo a ingresar a Primaria y que va de los tres a los cinco años. Dicho programa, denominado test de Evaluación Infantil Temprana (EIT), permitió detectar que, al cierre de junio, sumando la evaluación de 2016 y los resultados provisorios de 2017, unos 4.500 niños de cuatro y cinco años presentan dificultades de aprendizaje, lo que equivale al 12% de la matrícula, informó a Búsqueda el consejero de Educación Primaria, Héctor Florit.
Alertas tempranas: verde, amarillo y rojo.
La evaluación de la KSI Research International tiene un valor predictivo. “Gracias a los datos longitudinales, el test permite detectar la capacidad que el niño tendrá para aprender a leer en los primeros años de escuela, y la transición de leer para aprender que se espera en tercero o cuarto año de Primaria”, explicó a Búsqueda Gabriela Salsamendi, coordinadora de la EIT en Uruguay, que se lleva adelante en la órbita de la Dirección de Investigación, Evaluación y Estadística del Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP, junto a la institución canadiense.
KSI Research International es presidida por Douglas Willms, integrante del equipo que diseñó las pruebas PISA.
Las primeras experiencias piloto de la EIT se realizaron en Colonia, en 2014, y al año se sumó Pando (Canelones). En 2016 la evaluación se extendió a 10 departamentos del país: una aplicación se hizo en abril-mayo y otra en octubre-noviembre, siempre a iniciativa del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), órgano encargado de impulsar el test.
El test consta de dos modalidades: “Valoración del maestro” y “Evaluación directa”. En la primera, el docente hace sus observaciones de los niños durante varias semanas en el marco de la clase.
Se evalúan cinco dimensiones del aprendizaje temprano que están relacionadas a la preparación de los niños para su formación escolar: conciencia de sí mismo y de su entorno, lenguaje y comunicación, habilidades sociales y de interacción en clase, destrezas cognitivas, y desarrollo motriz. Cada niño es evaluado en psicomotricidad fina y gruesa, en su comunicación con el entorno, en el plano verbal con padres y adultos, en la conceptualización del número, y en la alfabetización temprana.
Los maestros ingresan las observaciones a una plataforma de KSI International que identifica a cada niño mediante un sistema de niveles —uno, dos y tres— o colores: verde, amarillo y rojo.
El verde significa “desarrollo apropiado”. El amarillo advierte que el niño presenta “alguna dificultad”, por lo que “posiblemente necesita más tiempo y atención extra” para superarse. Y el rojo “evidencia una dificultad significativa” para la edad del niño, por lo que requiere de ayuda personalizada de maestros de apoyo, directores y equipos multidisciplinarios, entre otros especialistas.
“Los niños en rojo son los que presentan riesgo de que en tercero o cuarto de escuela (a los ocho o nueve años de edad) no lean con la fluidez necesaria para aprender. Y en todas las escuelas y jardines hay niños en rojo”, indicó la maestra Salsamendi.
El ingreso de la información en línea permite elaborar informes “en tiempo real” y acceder a un reporte de cada niño y de cada clase. Todos los resultados son conocidos por el maestro y también pueden ser consultados por los padres de los niños.
La segunda modalidad de la evaluación se aplica a cada menor con el propósito de validar los resultados de la primera. En este caso, el test no lo hace el maestro de la clase sino otro colega o el propio director de la escuela.
El objetivo de la evaluación, según la ANEP, es contar con un sistema de “alertas” que permita identificar la situación del niño y establecer “apoyos pedagógicos” para acompañar a aquellos que precisen “ayuda extra” desde edades tempranas.
Salsamendi señaló que se trata de un “momento vital crítico”, ya que la trayectoria de los aprendizajes se establece en la primera etapa de escolarización, entre los tres y los siete años de edad.
Uruguay cuenta con unos 86.000 niños en educación inicial (de tres a cinco años), de los cuales 14.000 están en el nivel tres y 72.000 en los niveles cuatro y cinco. De esos últimos, alrededor de 60.000 ya fueron evaluados con el test, dijo Florit.
La “querella candente”.
En la trayectoria de la EIT 2016 participaron 33.045 niños de 825 escuelas del país. En la primera aplicación del año se detectaron 3.961 niños del nivel cuatro “en rojo”, cifra que bajó en la segunda evaluación a 1.986. El nivel cinco pasó de 5.028 a 1.958 niños en situación de riesgo en igual lapso.
Según Salsamendi, el test evidenció “tres conclusiones interesantes”. Una es que “los chiquilines se parecen más por la edad que por el nivel que cursan”; o sea, los de nivel cuatro que cumplen cinco años de edad durante el curso presentan indicadores similares a los del nivel cinco. Otra es que las niñas aparecen “muy despegadas” de los varones, y muestran mejores resultados en todas las dimensiones y niveles.
Una tercera conclusión es que “no se detectaron diferencias por contextos socioeconómicos”, pese a la clara desigualdad en el acceso a la educación en función de esas condiciones. Más aún cuando se toma en cuenta que en el 20% de hogares de menores ingresos vive el 48% de los niños de tres a cinco años. Aparte, “hasta en los sectores más favorecidos de la sociedad, donde hay un ambiente letrado y profesional, comprobamos que los padres interactúan muy poco con sus hijos”, apuntó.
La experta destacó que la aplicación del test internacional en las escuelas públicas del país fue “muy buena”, y que también participaron algunos colegios privados. El porcentaje de cobertura promedio a nivel nacional superó el 80% y en departamentos como Artigas se relevó al 100%, unos 2.200 alumnos de 66 escuelas.
Participaron escuelas rurales que tenían un solo niño de inicial y con maestros “sin formación específica”, ejemplificó, para concluir que “el desafío es favorecer la inclusión social: que ningún niño se nos pase por debajo del radar y que las escuelas sean agentes de equidad más que perpetuadoras del statu quo”.
Sin embargo, en la zona evaluada de la capital (Montevideo Oeste), donde se identificaron “más rojos” que en el resto del país, la respuesta fue “despareja”, porque hubo maestros que se negaron a realizar el test por medidas gremiales.
La Asociación de Maestros (Ademu) de Montevideo rechaza este sistema de evaluación “porque no está adaptado al medio uruguayo, por tratarse de un modelo internacional estandarizado e instrumental, y porque explora áreas que los maestros ya evalúan habitualmente” en educación inicial.
“Son modas pedagógicas con orientaciones didácticas de dudosa eficacia que no aportan novedad, excepto por la forma segmentada y parcial en que se evalúa, y porque sus propuestas son en varios casos un raconto de obviedades con una visión instrumental que empobrece el rol del maestro”, dijo a Búsqueda la secretaria general del gremio, Daysi Iglesias.
A su vez, continuó Iglesias, el test canadiense “se superpone” a la evaluación que impulsa la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar), a través del Inventario de Desarrollo Infantil (Indi) que testea a la misma población, y cuestionó “el gasto que hace el Estado con la compra de este modelo externo” (Búsqueda Nº 1.911).
La gremialista advirtió que “la querella” —por la discusión sobre las formas de enseñanza y las opciones metodológicas— “hoy está muy candente” en Uruguay y en el mundo.
Para el consejero Florit, en cambio, la herramienta es “estadísticamente muy interesante”, y debe aplicarse “para mejorar los aprendizajes”. Concedió que “no basta con el regodeo estadístico de saber quiénes y cómo son, dónde están y qué hacen. Debe servir para que los gurises aprendan, para intervenir a tiempo, acortando la brecha entre los alumnos que presentan las habilidades esperadas y los que no”.
“En vez de decirle al chiquilín en tercero o cuarto de escuela que repitió el año y que tiene que volver a hacer todo de cero, se interviene a medida que avanza su educación y se acompaña ‘cuerpo a cuerpo’ en la escuela. Esto es facilitar la inclusión y no esperar a que fracasen. Visto así, es un tema de equidad, un problema de justicia social”, dijo.
En 2016 hubo 11.668 alumnos de Primaria (de un total de 250.483) que no pasaron de año, según el CEIP. El dato confirma la tendencia contínua a la baja que registra el índice de repetición en la escuela pública. Desde 2011, el número de no aprobados bajó de 6,1% al “mínimo histórico” de 4,7%.