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    Proliferan los museos en Buenos Aires como nuevos jueces del arte

    La muestra Del cielo a casa en el Malba revela la importancia del lugar de exhibición como el que decreta qué debe ser contemplado y admirado

    “¡Mirá! ¡El televisor que tenía el abuelo!”, le dice un adolescente a su mamá. Comentarios como este y otros similares pueden escucharse en las salas del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) en la muestra Del cielo a casa, conexiones e intermitencias en la cultura material argentina. Ahí están expuestos los televisores Noblex de diferentes colores sobre las tarimas (unos grandes ladrillos blancos) junto a publicidades de la época, la heladera Siam, fotos y proyectos de la Casa sobre el Arroyo del arquitecto Amancio Williams, la moto Tehuelche de fabricación argentina, el instrumental quirúrgico del médico cirujano Pedro Curutchet, juguetes de la época como el Rasti, la bicicleta Aurora y diferentes obras de arte como un cuadro de Pablo Suárez o una pieza de acrílico de Rogelio Polesello. Los visitantes se amontonan en las salas del museo mientras cantan publicidades frente a los paquetes de yerba mate o discuten sobre las golosinas: “Las merengadas no las sumergías en leche”, le escuché decir a un hombre de bigotes frente a la galletita representada en tamaño gigante en una publicidad. El vértigo de la infancia que ya fue es el verdadero móvil de una exposición que, con su título, evoca el juego de la rayuela y que está simbolizada por la popular pelota pulpo de Gerildo Lanfranconi.

    Con la idea de dar cuenta del diseño argentino, el visitante se encuentra con una serie de objetos heterogéneos que desde una “mirada etnográfica” evocan una cultura material. Curada por un equipo curatorial de expertos en arte y diseño (Sebastián Adamo, Leandro Chiappa, Gustavo Eandi, Marcelo Faiden, Carolina Muzzi, Verónica Rossi, Juan Ruades, Martín Wolfson y Paula Zuccotti), la mirada etnográfica consiste en seleccionar objetos con una visión más regida por modos de vida que por criterios estéticos (aunque su sola existencia en un museo lleva a extraer de ellos armonía y belleza). La muestra, que comenzó en marzo y durará hasta fin de julio, ya es la tercera más visitada en toda la historia del museo (después de las de Yayoi Kusama y Leandro Erlich) y se ha convertido en uno de los fenómenos de 2023. ¿Cuáles son las razones de este éxito?

    Creo que la primera razón es que se trata de un fenómeno de consumo que se ha vivido en Buenos Aires en los últimos años: la proliferación o la mejora de museos y espacios de exhibición. Además del Malba, la Fundación Proa, el Centro Cultural Kirchner, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Moderno, el Sívori, el Parque de la Memoria, la Fábrica Colón, la Fundación Andreani, por mencionar solo algunos, han transformado los hábitos culturales del público y también el circuito turístico. De todas estas instituciones, el Malba es la que se posiciona con mayor convocatoria y, con este evento, ha consolidado su poder de consagración: los objetos que exhibidos en otro espacio solo provocarían indiferencia acá son motivo de veneración. Del cielo a casa corona toda esta trayectoria institucional y hace que el espectador sienta alegría y satisfacción al ver un televisor que tal vez tenga archivado en el armario de su casa o que tiró a la basura en su momento para reemplazarlo por una pantalla LED.

    En 1917, el artista francés de vanguardia Marcel Duchamp inició una revolución cuando expuso un mingitorio al que le puso el título de Fountain. Con esa curiosa obra, Duchamp cuestionó los conceptos de obra, creación, autoría y desplazó la pregunta por la belleza de las obras a otra que dominó todo el siglo XX: qué es el arte. En las últimas décadas asistimos a una inversión de la revolución duchampiana: ya no es la obra la que hace estallar la institución arte sino la institución arte (sobre todo los museos) la que decide qué es arte. De un modo tardío pero con una gran contundencia, Del cielo a casa muestra la importancia del museo como juez que decreta qué debe ser contemplado y admirado en las salas de exhibición. Y si bien ese es un fenómeno que puede remontarse muy atrás (de hecho, esa fue una de sus funciones), lo novedoso es que su repertorio no se limita a las obras del arte sino al mundo en su conjunto.

    El riesgo de la estratagema duchampiana se ha experimentado a lo largo de todo el arte del siglo XX: cualquier objeto, aun un mingitorio, puede ser una obra de arte. Es verdad que Duchamp posibilitó esto pero su acto no se basaba en el objeto elegido sino en la capacidad que tenía este de provocar interpretaciones, sensaciones y transformaciones. Y no solo eso: mostró que el estatuto de las cosas es relativo y depende de las operaciones a la que es sometido. Siguiendo esta lección, una de las estrellas de Del cielo a casa es la silla. Fundamental en la historia del diseño argentino por la silla BKF (diseñada por Bonet, Kurchan y Ferrari Hardoy), que ha tenido una proyección internacional y que hasta ha aparecido en diferentes películas (así, se han sentado estrellas como Audrey Hepburn y Ingrid Bergman), las sillas se multiplican a lo largo de la muestra: la silla Galletita de Diana Cabeza, la Museo de Alejandro Sticotti, la Poltrona Saku de Patricia Lascano, las sillas Anticorodal y Pampanini de Gerardo Clusellas, la silla de huesos de Luis Benedit y muchas más. Objeto útil, cotidiano y cuyo diseño debe cumplir con metas estéticas y anatómicas, la silla es el punto de intersección de todas las aspiraciones de quienes idearon el evento. ¿Obra de arte? ¿Mueble de diseño? ¿Artefacto cotidiano? ¿Pieza nostálgica porque la vimos hace tiempo en la casa de un amigo? No importa, cada uno la contemplará como le parezca. Eso sí, el espectador no podrá sentarse para ver si es cómoda porque los guardias del museo se lo impedirán. Límites de la experiencia.

    Organizada en núcleos temáticos como Cuerpo, Cicatrices, Avanzada, Centro, Argentum, Del cielo a casa está lejos de organizarse en un modo más tradicional como una narración. En las exposiciones, las obras suelen colocarse en un orden sucesivo y estar regidas por un principio que puede ser un autor, un movimiento, una época o un tema. En este caso la disposición, sobre tarimas armadas con enormes ladrillos blancos, se asemeja más a un popurrí de objetos que se entregan como una catarata, un caleidoscopio o un bodegón barroco. Tiempo de guerra, de Pablo Suárez, está al lado de un ejemplar del Nunca más, de unos afiches de la CGT (Central General de los Trabajadores) y de muchas otras cosas que la atención no siempre llega a captar. En ese amontonamiento muy estratégico, el espectador suele detenerse en aquellas piezas que llaman su atención. Esa es la gran pregunta que surge de la muestra: ¿cuáles son esos objetos?, ¿los artísticos o los ordinarios?, ¿los que llaman la atención por su diseño o los que encantan por su poder de evocar situaciones afectivas?

    Del cielo a casa evita ser una exposición sobre el diseño argentino. Están los referentes más importantes y se deja ver la influencia del diseño italiano y de la revista Nueva Visión, pero con su “mirada etnográfica” lo que se busca es otra cosa: recuperar el vínculo poderoso entre objetos diseñados y nuestra vida cotidiana. Y hasta se percibe un combate en la sala, silencioso pero obstinado, entre las obras de arte y las cosas de nuestro cotidiano, entre las publicidades y el design, entre la risa cómplice de la rememoración y la concentración de la contemplación estética. En definitiva, lo que la muestra hace no es mostrar obras de arte, muebles de diseño o cosas de la vida cotidiana; lo que hace en realidad es convertir todo eso en objetos de museo. El valor de todo lo que está expuesto está dado en principio porque el museo lo seleccionó y decidió exhibirlo. Cosas híbridas que, como dice Martín Kohan en el texto del catálogo, “dispuestas en el espacio de un museo, ofrecidas a la codificación de la mirada que la escena de un museo estipula, puedan no perder del todo la condición de cosas usables, la condición de cosas usadas, signadas por su existencia de mercado, aunque ya extraídas de la esfera de las compras y las ventas, componentes vivenciales de la experiencia de la circulación social, aunque ya fuera de esa circulación, aunque instaladas bajo la luz de una sala”. Es el museo el que nos devuelve la mirada con su capacidad de consagración, con todas las connotaciones que tiene esta palabra.

    Una sensación que muchos de los visitantes tienen al recorrer Del cielo a casa es un orgullo por la Argentina creativa y potente que fue en el pasado y que contrasta con la crisis del presente (sensación que la sección Argentum incentiva). Antes que justificar o refutar este sentimiento, parece más importante indagar de dónde viene. Es una sensación que los políticos y los medios han sabido explotar una y otra vez: Argentina tiene todo para ser potencia y no lo es. Así, la exposición presentaría un muestrario impresionante de invención y creatividad, además de un ímpetu industrial que parece haberse perdido. Sin embargo, por más impactante que pueda ser la historia del diseño, no garantiza ni promete una Argentina potencia. Algunas obras se han realizado bajo condiciones adversas, otras, en momentos de gobiernos autoritarios, y están las que solo ahora, con la mediación del Malba, salen a la luz o son valorizadas. Los juegos de ajedrez que se desparraman a lo largo de la sala (el ajedrez cónico de José Carrieri, el ajedrez proletario de Edgardo Vigo, el panajedrez de Xul Solar) solo por un esfuerzo arbitrario pueden atribuirse a una nación. Son invenciones magníficas como las que hay también hoy en día y que habrá en el futuro sin que eso implique que el país despegue y deje atrás su crisis. Por eso podemos, contra esa creencia, sacar otra lección de Del cielo a casa, conexiones e intermitencias en la cultura material argentina: la cultura material de nuestro presente será la nostalgia de aquellos que vendrán.

    *Doctor por la Universidad de Buenos Aires, investigador de Conicet, profesor visitante en Stanford University y Universidad de Sao Paulo y escritor de numerosos ensayos sobre el cine argentino y latinoamericano.