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“Si yo fuera terrorista —y un día me divertiré jugando al terrorista, total a mi edad no me pueden hacer nada— me dedicaría a explotar conductos de agua”. Habían pasado dos meses de su cumpleaños número 92 y Giovanni Sartori lanzaba uno de sus mordaces comentarios a una periodista del diario El Mundo de España.
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El agua, sostuvo, será uno de los bienes más preciados del mundo y faltará para producir alimentos. “Los genios que nos gobiernan no han entendido que el agua para la agricultura escaseará, quizás en tan solo diez años”, afirmaba, y por eso advertía sobre problemas de seguridad para cuidar el preciado líquido.
La entrevista ocurrió a mediados de julio de 2016, con Europa todavía sacudida por una serie de atentados terroristas. Para Sartori, uno de los principales referentes de la ciencia política, el mundo está en guerra y por eso, cuando se está en esa situación, “no se pueden respetar las reglas de la paz”, porque de lo contrario, sencillamente “pierdes”.
Por eso propuso que drones militares hundieran las barcazas que estaban por partir desde el norte de África, antes de que se subieran las personas, aclaró. Los terroristas islámicos se financian con el tráfico de personas y por eso hay que cerrarles el “grifo”, dijo Sartori. Advirtió además que los refugiados son un problema para Europa y estimó que en 30 años los musulmanes podrían ser la mayoría en Italia, su país natal.
Por eso, uno de los principales teóricos sobre la democracia, decía que no se le debía dar el derecho al voto a los inmigrantes. ¿La razón? Porque tal vez en el futuro podría gobernar en Occidente un partido musulmán que implantase la Sharía, la ley sagrada del Islam.
Sartori, florentino como Nicolás Maquiavelo, murió el lunes 3 a los 92 años. Atrás dejó un legado de decenas de libros en los que analizó fundamentalmente el funcionamiento de la democracia.
Para este profesor emérito en la Universidad de Columbia de Nueva York y en la Universidad de Florencia (también dio clases en Harvard, Yale y Stanford), la presencia de la religión y su vínculo con el Estado genera siempre problemas, y por eso cuestionaba el papel del Islam. “Las sociedades teocráticas se basan en el principio de la voluntad de Dios y de la sumisión a Dios, mientras que las sociedades que son a la vez laicas y democráticas se basan en el principio de la voluntad del pueblo”, escribió en su último libro La carrera hacia ninguna parte (Taurus, 2016).
En ese trabajo aseguró que el sistema electoral perfecto existe, es un “modo auténtico” para permitir que el elector exprese sus preferencias por un candidato. Pero la premisa es que se deben prohibir las coaliciones de partidos. “Cada partido tiene interés en presentar a su mejor candidato o, en todo caso, al candidato considerado electoralmente más fuerte, y los partidos minúsculos desaparecen solos”. El partido que obtiene más votos debe gobernar y el presidente debería tener dos mandatos de cuatro años cada uno, con una elección intermedia. “Si se hiciera, funcionaría”, dijo.
En uno de sus libros más célebres, Homo videns. La sociedad teledirigida (Taurus, 1997), Sartori habló del poder de la televisión y su efecto en la política. La televisión, escribió, “personaliza las elecciones” y propone “personas en lugar de discursos”. “Los políticos cada vez tienen menos relación con acontecimientos genuinos y cada vez se relacionan más con ‘acontecimientos mediáticos’, es decir, acontecimientos seleccionados por la video-visibilidad y que después son agrandados o distorsionados por la cámara”.
Sartori sostenía que el homo videns, que solo entiende aquello que ve con los ojos, evolucionó para convertirse en homo cretinus. Y sobre esta evolución estaba escribiendo a sus 92 años.