Si hay algo que los uruguayos amamos es el supremo ejercicio del sufragio.
Si hay algo que los uruguayos amamos es el supremo ejercicio del sufragio.
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDonde sea, como sea y cualesquiera fueren las razones que nos lleven a ello. Votamos en la clase de sexto año de escuela por el delegado de clase ante la Dirección, en la comisión directiva del club social y deportivo por la designación del concesionario de la cantina, en el grupo de gimnasia del club a ver quién dice las palabras en la cena de fin de año.
Y en el BPS. Por los “representantes sociales”. Qué karma.
La gran diferencia con todas las otras elecciones mencionadas antes es que esas son todas voluntarias. Si yo soy integrante de la directiva del club y no me gusta el concesionario que van a votar, ese día no voy a la reunión y que voten lo que quieran, al final de cuentas, igual va a ser tan malo como los que fletamos el mes pasado. Si el Gordo Benítez es un plomo hablando y los del grupo de gimnasia quieren que sea él quien diga unas palabras en la reunión de despedida del año, no lo voto y listo, que hagan lo que quieran y se lo banquen.
Pero, si se me ocurre no ir a votar en el BPS a unos pintas que no tengo ni idea de quiénes son, ni de dónde salieron ni qué ideas tienen para hacer lo que ni ellos mismos saben que hay que hacer, me aplican la gran condena y tengo que pagar una gruesa multa de más de una luca por haberme quedado descansando en casa el domingo electoral del bendito y sacrosanto Banco de Previsión Social.
Fortunato pensaba bastante parecido y, como fiel cumplidor de las obligaciones cívicas que nos impone el Estado de derecho, fue a votar como un solo hombre, y votó en blanco, como lo viene haciendo desde que existe este ritual inexplicable.
Ya tarde de noche, terminada la cena, se sentó a ver en el informativo de cierre de la tele cuáles eran los ecos de este significativo episodio de nuestra vida institucional.
Los politólogos comentaristas de nuestra televisión resaltaban los valores cívicos en juego y los vinculaban (en forma inexplicable para Fortunato) con el destino mismo de esa desdichada institución, fundida hasta el tuétano por sucesivas administraciones del pelo que sean. Un engendro que de “banco” no tiene nada y que flota a la deriva con un destino incierto, y con una guillotina con un filo lustroso que brilla sobre su pescuezo, a la espera de un salvavidas desinflado que agita desde lejos el sacrificado Dr. Rodolfo Saldain, en un gesto tan patriótico como desamparado, en un país que se resiste a ese término que inventaron los alemanes y que se llama real politik, sin que sea necesario traducirlo para entenderlo.
—Estos personajes no existen —se dijo Fortunato para sus adentros, escuchando las declaraciones de los dos “representantes sociales” reelectos, muy promovidos por el PIT-CNT, que no da puntada sin nudo, y por el outsider representante de Un Solo Uruguay, que irrumpió en la escena para ponerle al menos un poco de sal al partido.
Todos ellos, del palo que fueren, anunciaban que, gracias a ellos, en adelante el BPS tomaría triunfales rumbos en defensa de los trabajadores uruguayos y de su seguridad social.
Pero lo bueno empezó después, cuando el informativo mandó las cámaras a la calle, a preguntarle a Juan Pueblo qué opinaba de este episodio trascendente en la vida pública nacional.
—A ver, señora, acá en directo para la televisión, gracias, disculpe que la interrumpa, ¿votó en las elecciones del BPS? —le preguntó una muchachita, micrófono en mano, a una veterana que venía seguramente de una feria vecinal, con una chismosa llena de verduras.
—Y sí, m’hija —replicó la doña—, cómo no voy a votar, si no, me rebajaban la jubilación, me aumentaban el impuesto y capaz que además me empezaban a pagar cada dos meses…
—¿Y de dónde sacó eso? —preguntó la notera de la tele.
—A mí me lo dijo mi sobrino el Pocho, que está en el grupo de Fernando Pereira para las elecciones del Frente, y él mismo me trajo las listas que había que votar.
—¿Y qué listas eran, qué número, a nombre de quién estaban? —insistió la muchachita.
—¡Ah, m’hija, ni idea! —fue la respuesta—. Así como me las dio mi sobrino yo las llevé y las ensobré, y listo.
Cuando Fortunato creía que ya lo había escuchado todo como para irse a dormir, otro muchacho del informativo le preguntó a un veterano de boina lo mismo que su colega le había preguntado a la doña de la bolsa con verduras.
—Escuchemé —replicó el encuestado—, voté, cómo no, para que los comunistas no sigan destruyendo al BPS, que desde los tiempos de Murro tiran la guita y favorecen a los de ellos, con pensiones y jubilaciones para los tupas, dejando a pie a los que laburamos todo el año y toda la vida y no como estos fantasmas del piseneté que…
—¿Y quién le dijo eso? —interrumpió el notero.
—Los del Solo Uruguay, que hace días andan de visita por estos pagos, repartiendo listas y explicando que hay que defender a los que laburamos y no a los atorrantes que además andan poniendo materia fiscal en los sobres de votación… ¿No sabe usted que pusieron materia fiscal en un sobre? Eso es para que nos sigan matando, subiendo los impuestos…
—No, señor, usted está en un error —replicó el entrevistador—, ¡lo que pusieron fue materia fecal, no fiscal!
Ahí Fortunato, que esta vez no se había dormido, le gritó a su mujer, que estaba en la cocina:
—¡Vieja, acá un veterano que votó en las elecciones del BPS confundió la materia fiscal con la materia fecal! ¡Es de no creer!
—¿Y vos le encontrás mucha diferencia? —replicó la esposa, y siguió lavando los platos—. Materia fiscal había en todos los sobres, y fecal solamente en uno, el resultado no habría cambiado mucho si hubiera sido al revés —concluyó.