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    Ranchos de pescadores de Punta Colorada

    Sr. Director:

    Me dirijo a ustedes para contar mi versión de los hechos que llevaron a la demolición de los ranchos de pesca en Punta Colorada. Eso ya ocurrió y está documentado, incluso con actas de escribanos de la intendencia.

    Quiero expresar, como parte de los “antiguos” pescadores deportivos de Punta Colorada, los sentimientos de una comunidad de gente que pesca en el balneario, a la que de manera inconsulta, mutilaron parte de sus recuerdos.

    Es un momento difícil para la comunidad de pescadores de Punta Colorada. Se ha sepultado con una retroexcavadora mandatada por la Intendencia de Maldonado, lo que los pescadores pioneros habían construido con sus manos hace más de sesenta años.

    Han destruido materialmente algunas construcciones. Se minimiza eso porque eran “privadas” y además eran “feas”. Nosotros las pesamos como un ámbito abierto para compartir historias de pesca, muchas veces exageradas, entre amigos.

    Nosotros los pescadores llamábamos a esas construcciones “ranchos”, ahora la intendencia las llama “boteras”. Es más fácil quitarles los lugares a los botes, que sabemos que no hablan, que a la gente que los usa, que puede decir que no está de acuerdo.

    El relato construido para legitimar lo que se hace desde la intendencia es claro. Lo privado hay que sacarlo. Hay que restaurar lo natural. Mostramos compromiso ecologista ayudando al SOS fauna marina. Ayudamos a la “escuela de vela” porque tiene representación formal.

    Para la intendencia, el resto de los embarcaderos serían descartables, son simplemente construcciones de viejos pescadores que estropean la costa. Aparentemente, no encuentran allí nada que sea rescatable.

    Pero los antiguos pescadores de Punta Colorada tenemos algo que decir. Señores de la intendencia: se trata de un lugar de encuentro que nosotros consideramos cálido y acogedor, que va a ser sustituido por una espalada de hormigón. Eso no alcanza.

    Además, quienes ya no están entre nosotros seguramente están “viendo” lo que pasa. Me refiero a nuestros padres y abuelos que crearon los embarcaderos. Los Benitos, los Antonios, los Marios y los Héctores merecen que se los recuerde y se rescate su obra del olvido.

    No dudamos de la legitimidad jurídica de la intendencia de hacer lo que se hizo. Lo que ponemos en controversia son los fundamentos para hacerlo. Se reivindica lo natural. Se contempla a la escuela de vela y a los protectores de la fauna marina. No está mal.

    Pero queda una pregunta desafiante: ¿Qué hay de los pescadores? Se construye una explanada para bajar botes de pesca. Nada que decir al respecto. ¿Pero dónde queda la comunidad de pescadores que usaban esos dos embarcaderos como lugar de encuentro?

    No hablaron con los pescadores. Los ningunearon. Eso no está bien. Avasalla no solo derechos, sino sentimientos. Pertenezco con orgullo a una comunidad que tenía algo que decir, pero que fue acallada por la razón de la fuerza y no por la fuerza de la razón.

    Esperamos una señal inteligente y democrática del intendente, que seguramente no quiso hacer daño. Les decimos a todos con convicción y responsabilidad: “Se puede innovar sin herir”. Pero entonces, hay que dejar de usar retroexcavadoras y ponerse a dialogar.

    Estoy seguro de que entre todos los agentes interesados (públicos y privados), encontraremos una solución reparadora, que abra espacios para la convivencia ciudadana, contemplando a actores que hasta hora, sabemos que fueron injustamente excluidos.

    Carlos Petrella

    CI 1.308.975-0

    Un pescador “antiguo” de Punta Colorada