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Nunca pierde su belleza la postal de tres mil pares de manos que aplauden al compás que marca el baterista, al trasluz de los focos que iluminan al público, y si llueve, la imagen resulta aún más cautivante. Así transcurrió la noche del martes 2, con Santullo y The Black Keys en el Teatro de Verano. Bajo agua, la multitud montevideana vibró y aplaudió generosamente al rapautor uruguayo que inauguró el festival Rock n’ Fall, y al dúo surgido en 2001 en una pequeña ciudad llamada Akron, situada en el borde norte del estado de Ohio, que en los últimos años ha accedido al Olimpo del rock.
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Es todo un signo de los tiempos que la banda de rock más promocionada de la actualidad, con fans de la talla de Robert Plant (Led Zeppelin), Thom Yorke (Radiohead) y Billy Gibbons (ZZ Top), haya tocado en Montevideo apenas dos meses después de triunfar en los premios Grammy, con cuatro estatuillas por su último disco “El camino”. Habla del ascenso del circuito sudamericano a las grandes ligas del rock —Buenos Aires, Santiago y San Pablo son plazas rockeras de primo cartelo, y Montevideo recibe parte de la torta por estar en la vuelta—, y habla también de la volatilidad del rock actual, donde el club de las bandas más populares e influyentes es mucho más inestable que hace 15 o 20 años. La oferta artística aumentó exponencialmente gracias a Internet, y las cifras de venta de discos y convocatoria en vivo de los nuevos artistas han disminuido proporcionalmente. Los grandes nombres se diluyen en el pasado y el presente es acaparado por mayor cantidad de nombres, mucho más pequeños.
Ya en la disposición de los instrumentos, desde antes de que comenzara el concierto, estaba bien clara la jerarquía interna de “las llaves negras” (traducción que resulta muy poco rockera): el guitarrista Dan Auerbach y el baterista Patrick Carney, los únicos Black Keys oficiales, con sus lugares reservados al frente del escenario, mientras que el bajista y el tecladista con sus tarimas al fondo, en un sitial claramente secundario, acorde a su estatus de sesionistas. Los cuatro músicos ingresaron a las diez y cinco de la noche con una parsimonia poco habitual en el género: caminando en fila, sin levantar los brazos y mirando al piso, y se retiraron quince minutos antes de la medianoche con la misma actitud corporal que un funcionario se levanta de la silla, recoge su saco y se retira de la oficina a las seis de la tarde.
Auerbach comandó el recital de principio a fin, con un interesante despliegue en escena. En su doble rol de guitarrista y cantante, aprovechó cada silencio vocal para desplazarse hacia Carney y en todas direcciones. Habló lo justo, agradeció, presentó a sus compañeros y fue totalmente ajeno a demagogias localistas, al extremo de que nunca mencionó “Uruguay” ni “Montevideo”. “Es un placer tocar aquí, es nuestra primera vez, muchas gracias”, fue lo más cerca que estuvo.
“Brothers” y “El camino”, sus dos últimos discos y los más célebres y premiados de la banda, fueron la base del repertorio, que alternó pop-rock de corte comercial con pasajes de rock crudo y visceral, y temas de marcadas raíces negras, siempre en plan lo-fi. Cuando el cuarteto bajó los decibeles, en los pasajes más cercanos al country, blues y soul, entregó lo más interesante de la noche. Allí afloraron las sutilezas en todos los instrumentos y pudo apreciarse su versatilidad y sensibilidad para generar climas musicales atractivos. El rock de garaje de los norteamericanos disparó adrenalina por las canteras, hizo bailar a la multitud y recordó en los mejores momentos del show —especialmente en los temas ejecutados únicamente por el dúo guitarra-batería— el sonido acuñado por próceres como Jimi Hendrix, Jim Morrison y Neil Young.
Cuando los ganó la distorsión desenfrenada y la contundencia del golpe sobre los parches, el sonido en vivo perdió brillo, se empastó y quedó muy lejos de la riqueza de sus discos. Ese contraste se notó especialmente en temas como “Lonely Boy” y “Nova Baby”, de “El camino”, un disco de sonido prístino gracias a Danger Mouse, un experimentado productor responsable de grandes discos de Gorillaz, Gnarls Barkley y Norah Jones.
Santé y Ferdinand.
Rock n’ Fall continúa hoy jueves 4 con la banda uruguaya Santé Les Amis, surgida en 2007 y en franco ascenso en el medio local, que cultiva un pop muy británico con toques de disco, electrónica, new wave, todo en una base instrumental típicamente rockera, con letras que alternan inglés y español. El número central será del grupo escocés Franz Ferdinand, uno de los principales animadores de los circuitos de festivales de Europa y Estados Unidos, y uno de los nombres de referencia en el rock internacional en la última década.