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    Rusconi y la vigencia de lo hecho a mano: calidad y buen gusto

    Cuando en 1982 Mario Rusconi y su esposa se quedaron sin trabajo, decidieron invertir los pocos ahorros que tenían en un emprendimiento propio. Él provenía del rubro de la publicidad, había trabajado hasta entonces en la agencia Santoro, que debió cerrar por motivos económicos. Ella se había desempeñado como secretaria en Ford, que aquel año había decidido retirarse de Uruguay. A todo esto, venía el primer hijo en camino. Como a Mario siempre le había gustado el diseño y el trabajo manual, resolvieron comprar una máquina de coser y empezar a trabajar en el garaje de su casa. “Empezamos haciendo sobres para los bancos, para vouchers, ese tipo de cosas. Dijimos: 'Vamos a probar'. No fue fácil”, recuerda hoy, en conversación con Trayectorias.

    A los siete años se mudaron a un local en Sayago y compraron una máquina offset de mesa. “Con esa máquina hicimos nuestro primer tiraje de agenda. Imprimimos 1.000 ejemplares y tuvimos la suerte de vender 100. Las otras 900 fueron a parar a la churrasquera”, señala, entre carcajadas. “Yo soy muy optimista y siempre digo que es constancia y no decaer. Tarde o temprano va a dar resultado”, afirma. Y así fue. Con el tiempo la marca se fue haciendo conocida, la empresa fue creciendo, pudieron comprar nuevas máquinas, se fueron sumando nuevos rubros y hasta debieron buscar otro local cercano para ampliar las instalaciones de la fábrica.

    Hoy Rusconi tiene 41 años de trayectoria y es una reconocida empresa de marroquinería, agendas y regalos empresariales, que en pleno siglo XXI lucha por revalorizar el trabajo manual y los productos hechos a mano. Bruno, aquel hijo que esperaban en 1982, dirige la empresa con su hermana Rosina. Él está a cargo de la parte de producción y ventas y ella es la encargada del local, ubicado en el Mercado Agrícola de Montevideo, y de la venta por internet. Mario los acompaña, pero no full time. Su esposa ya se retiró. “Es un orgullo muy grande estar al frente de la empresa que fundaron mis padres. Aparte me encanta lo que hago”, comenta Bruno.

    En estos 41 años habrán pasado momentos difíciles.

    Mario: Sí, pasamos momentos complicados. Lo bueno es que como tenemos varios rubros dentro de la misma empresa, podemos hacer variedad de cosas. Entonces al momento que cae una cosa, podemos tener trabajo en la otra.

    Bruno: Yo siempre digo que para nosotros la diversificación es una fortaleza y, a su vez, una debilidad. Si hicieramos solo un producto, sería mucho más fácil, pero con el correr de los años ha sido una fortaleza porque nos permite estar en varios lados. Hemos atravesado varios episodios de crisis e igual las hemos podido remontar. Además, esa diversidad de productos nos ha llevado también a buscar siempre ese nicho que va quedando en el mercado para ingresar.

    M.: Los artículos importados de China y Oriente a precios muy bajos, a nosotros nos implicó durante muchos años una lucha brutal. Ahora más o menos estamos pudiendo competir, pero fue difícil. Nosotros nos resistimos a importar, por ejemplo, una agenda hecha. Entre otras cosas, porque tenemos gente trabajando con nosotros desde hace 30 años.

    B.: La diferencia está en la calidad. El tema es que al no tener acá insumos o materias primas, tenés que salir a comprar y terminás trayendo todo del exterior.

    ¿Por qué comprar la materia prima en el exterior?

    M.: Porque ya no hay producción uruguaya de los insumos con los que trabajamos. Cuando empezamos, hacíamos todo con materiales nacionales, pero ya no hay. Entonces, tenemos que importar prácticamente todo: cuero, papel, cartón, sintético. Traemos de China, Argentina, Chile e Italia.

    ¿Y cómo compiten con eso?

    M.: Tratamos de optimizar los resultados de nuestros artículos en producción y en calidad. Por ejemplo, la agenda tiene que estar un año en uso, no es un libro que lo leíste y queda en la estantería. La agenda implica uso. Tiene que aguantar. Y no por ser mejores somos más caros tampoco.

    ¿Cuál es hoy el producto estrella?

    M.: Las agendas. Uno de los momentos en que se nos prendió la luz roja fue cuando comenzaron a aparecer las agendas electrónicas. Nadie sabía qué podía pasar y, al final, no nos afectó para nada. Nosotros sostenemos que a la gente le gusta anotar y ver sus anotaciones en el papel. La venta corporativa de agendas para nosotros es muy importante. También vendemos directamente en los comercios, la marca Abezeta. Pero cada año la zafra se hace más corta.

    ¿Por qué?

    M.: Por el tiempo de decisión de las empresas. Las encargan a último momento. Pero también podemos decir que las ventas no han decaído. Se siguen vendiendo. Por eso las empezamos a producir con un año de antelación.

    B.: Sí, la parte de diseño la empezamos en diciembre. Es decir, en diciembre del 2023 vamos a estar diseñando las del 2025. En los meses siguientes ya se empiezan a imprimir y después se continúa con la preparación en marroquinería, de forma que ya quede pronto un stock de agendas corporativas. Eso te da espacio para después recibir pedidos especiales o de último momento. Si no, sería imposible responder a todo.

    La parte de gráfica se encuentra ubicada en el antiguo local, sobre la calle Olegario Andrade, la de marroquinería, a unas cuadras, en camino Ariel. Allí también están las oficinas, la parte de logística y depósito. Un recorrido por los talleres permite apreciar el cuidado del detalle, la manualidad de quienes trabajan el cuero y la lucha del trabajo manual por sobrevivir a la tecnificación. En un salón contiguo a la sala de máquinas de coser se encuentran colgados, ocupando prácticamente dos paredes, una cantidad de moldes de cartón de todas las formas y tamaños. Son los moldes de cada uno de los artículos de marroquinería que comercializa Rusconi. Desde la matera hasta la billetera, las carteras y los portafolios, por mencionar algunos. Cada artículo tiene tantos moldes como piezas de cuero o sintético que lo componen. Ese es el arte del trabajo manual: “poner lo mejor de sí mismo para crear algo único”. Así lo señala una leyenda, que encabeza la recepción de las oficinas, y que lleva el logo de la marca.

    “Nosotros nos resistimos a importar, por ejemplo, una agenda hecha. Entre otras cosas, porque tenemos gente trabajando con nosotros desde hace 30 años”.

    ¿Es fácil encontrar el equilibrio entre el trabajo manual y la tecnología?

    M.: La tecnología la estamos aplicando más que nada en la parte gráfica y en las tapas de agenda (selladas) por radiofrecuencia. En todo lo que es cuero y marroquinería, el trabajo es 100% artesanal. Tenemos una máquina de rebajar, pero se sigue con el corte a mano. Eso también permite un montón de cosas, como ir controlando pieza por pieza, en el momento que estás trabajando.

    B.: Un problema con el que nos hemos ido encontrando es conseguir mano de obra capacitada. Tendemos muchas veces a capacitar a la gente, a enseñarle un oficio, por eso hay personal que está hace tanto tiempo. Hay gurises que van entrando y van aprendiendo el oficio acá. Hoy en día existe una brecha generacional, en la que se pierde el oficio. Este ya no se transmite de una generación a otra y queda el vacío. Como no hay muchas fábricas, ¿quién va a estudiar un oficio para trabajar en ellas? Es un círculo vicioso.

    Entonces, uno tiene que tratar de capacitar al personal a partir del trabajo. Como todo, tiene sus pros y sus contras. Por un lado, te lleva mucho tiempo, pero por otro es una forma de controlar la calidad, porque van a aprender a hacerlo como necesitás que sea. Después también está el tema de aquellos a los que les enseñás y al poco tiempo se te van. Te querés morir.

    El trabajo artesanal le da un plus, que me imagino no quieren perder.

    B. y M.: ¡No! Para nada.

    Foto: Adrián Echeverriaga

    ¿Cómo le gusta que los reconozca el cliente?

    M.: Por la calidad, el diseño y la terminación. En definitiva, todo es calidad. Es lo más importante y es a lo que apuntamos. Tratamos de hacer los artículos con buen gusto para que la gente lo disfrute, desde una cartera hasta una agenda.

    ¿Qué planes tienen para el futuro?

    B.: Considero que es una empresa pujante, que todavía tiene para crecer dentro del mercado. Y siempre con la visión de, en algún momento, poder salir del país. Hemos tenido alguna salida de exportación, pero no se ha logrado ningún flujo constante. A futuro es lo que buscamos. Es necesario estar estable acá para poder salir.

    M.: En algún momento tuvimos puntos de venta corporativa en Santiago (Chile), hasta hace unos años. Estamos evaluando la posibilidad de volver al mercado chileno.

    ¿Se imaginó alguna vez llegar a lo que llegó?

    M.: No te voy a mentir, las ganas estaban siempre. Te levantás, agarrás el portafolio y salís a vender. Hay días que no vendés nada y al siguiente tampoco, y tenés que seguir. Se necesita mucha constancia. Tener un nombre y una marca en el mercado se logra tratando de hacer las cosas bien. Y como decía Bruno, tratando de seguir desarrollando nuevos productos, buscando nuevos mercados para seguir adelante. Llegar a esto es una gran satisfacción y que ahora estén mis hijos, más todavía.