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    Santos pecadores

    The Sinner, serie policial de tres temporadas en Netflix

    Tiene un andar cansino, la mirada esquiva y una mueca extraña en la boca que apenas mueve para hablar. Es el detective Harry Ambrose, que interpreta con asombrosa intensidad Bill Pullman, un actor que suele estar en segundos planos en películas como Día de la independencia. Pero en la serie The Sinner su presencia es contundente y podría llegar a ser uno de esos detectives que se recuerden durante varios años.

    La serie acaba de estrenar su tercera temporada en Netflix, con la ventaja de que cada una, de ocho capítulos, puede verse en forma independiente porque tienen historias diferentes enlazadas solo por Ambrose. De todas formas, conviene ir en orden para conocer y entender al protagonista, cuyo pasado va apareciendo en pequeñas dosis de una temporada a la otra a medida que se involucra con los “pecadores” que tiene enfrente. Lo diferente de este policial es que los culpables (uno por temporada) se conocen de inmediato. Son personas que asesinaron de forma brutal y merecen ir a prisión, pero hay “algo” en su comportamiento y en su pasado que los redime. Y Ambrose lo sabe.

    La muchacha se llama Cora Tannetti, es madre de un niño pequeño, trabaja en la empresa familiar de su marido y vive en un pueblo donde todos se conocen. Un día en la playa, mientras le pela una pera a su hijo, escucha una canción y ve a una pareja de jóvenes en pleno juego amoroso. Cora se levanta, va directo al muchacho y lo empieza a apuñalar. Ella queda bañada en sangre y el joven, muerto. Así empieza la primera temporada que tiene como protagonista a Jessica Biel (también productora de la serie) en un papel destacado y un excelente guion basado en la novela de la escritora alemana Petra Hammesfahr.

    La investigación de Ambrose se centra básicamente en el diálogo, austero y lleno de silencios, que mantiene con Cora, y en entender por qué esa muchacha de vida pacífica actuó con tanta furia. Lo que descubre junto con la pecadora es atemorizante: implica unos padres religiosos y ortodoxos, una brutal represión sexual y algo que se le aparece en imágenes con forma de máscaras de animales. “¿Qué le dirías a tu yo de 13 años si pudieras?”, le pregunta un terapeuta en la cárcel. Cora responde: “Corre”.

    Hay una atmósfera turbia en esta serie, una textura densa que se vuelve cada vez más espesa a medida que los flashbacks se aceleran. Es una tensión muy grande la que genera esta primera temporada en la que también van apareciendo las oscuridades de Ambrose, un tipo que, por ejemplo, siente placer con el dolor físico y practica el sadomasoquismo. Y no conviene adelantar nada más.

    El niño tiene 11 años, con desgano sube al auto y emprende un viaje con sus padres hacia un destino poco claro. Los padres, jóvenes y cariñosos, actúan en forma extraña, aunque es muy difícil definir esa extrañeza. Tal vez son los gestos amorosos demasiado exagerados o un entusiasmo que parece fingido. Cuando se hace de noche, se detienen en un motel de carretera para dormir. Es la primera señal de que algo no va a salir bien, los moteles de carretera tienen ese poder en las películas. En este caso, lo que inesperadamente no sale bien es que el niño envenena a sus padres con una especie de yuyo que pone en sus bebidas. La pareja muere con terribles dolores frente a la mirada de su hijo. Así comienza la segunda temporada de The Sinner.

    El niño-pecador se llama Julian Walker (Elisha Henig), está muy asustado y no parece entender lo que hizo. Así lo encuentra el detective Ambrose, que vuelve a su pueblo natal en las afueras de Nueva York a pedido de la policía del lugar. Otra vez Ambrose se ocupará de hurgar en el pasado, esta vez en el de Julian, para entender por qué se convirtió en asesino, aunque también tendrá que investigar a una mujer llamada Vera (Carrie Coon) que lo protege. Así descubrirá una situación siniestra en los alrededores del pueblo. En ese sentido, en esta historia el asesino, que interpreta con gran expresividad Henig, pierde un poco de protagonismo y lo gana Ambrose, de quien se van conociendo más datos de su pasado.

    Con estos antecedentes, se esperaba con mucha expectativa el estreno de la tercera temporada de The Sinner, cuyo lanzamiento fue a comienzos de junio. Pero si bien la serie mantiene muy buenas actuaciones, su ritmo pausado y esa sensación de que algo está a punto de ocurrir, el guion de esta nueva historia se deshilacha y pierde verosimilitud.

    El detective Ambrose está avejentado, le cuesta pararse de las sillas porque tiene dolores, que tal vez sean del nervio ciático. Su jefe le recomienda que se jubile, pero él se niega, es testarudo y no quiere compartir sus investigaciones con nadie. Vive solo en una casa en medio del bosque, donde tiene dificultades para captar la señal del celular. A veces lo visita su hija con su nieto, pero Ambrose es un abuelo atípico y las relaciones familiares no son lo suyo.

    En esta situación le llega otro caso: el de un joven llamado Jamie que sufrió un accidente en el coche en el que murió un amigo. El camino por el que habían tomado, la tardanza en llamar a la policía y las contradicciones en el relato hacen que Jamie (Matt Bomer) parezca culpable. Y es culpable, algo que se sabe de inmediato. Pero este hombre joven, igual que los personajes de las otras temporadas, no da con el perfil de asesino. Jamie es profesor de un colegio, está felizmente casado y a punto de ser padre. ¿Por qué mataría a su amigo que llegó de visita? La respuesta está en su pasado y hacia allí se dirige Ambrose.

    En esta temporada, el detective se involucra mucho más con el asesino. Comparte con él un sufrimiento que viene de muy lejos y tal vez por eso acepta experimentar los límites entre la vida y la muerte. Pero ese vínculo llega a situaciones absurdas y poco creíbles en una historia policial. Es por esto que la tensión de los primeros capítulos decae, y no hay citas de Elliot ni de Nietzsche que le den profundidad a lo que quiere ser un viaje espiritual, pero termina siendo un conjunto de acciones sin demasiado sentido. Hay que reconocer que la actuación de Bomer es inquietante y convincente, con sus ojos muy claros que miran sin mirar y su gestualidad que pasa en pocos minutos del desconcierto a la locura.

    Es una lástima que estas series de buena calidad y con un elenco destacado se estiren con vueltas de tuerca innecesarias. La tercera temporada de The Sinner podría haberse resuelto con menos capítulos y hubiera ganado en contundencia. Todo indica que habrá otra temporada más para Ambrose, y es de esperar que los guionistas le vuelvan a hacer honor a su personaje, que, por cierto, ya abandonó sus prácticas sadomasoquistas.