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Granos, carne, algo de cuero y poco, casi nada, de mercaderías con elevado contenido tecnológico. Así se ha conformado históricamente la canasta exportadora de Uruguay, y esta estructura con base primaria tendió a profundizarse en los años recientes.
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En las economías más avanzadas usualmente se presenta una situación distinta, y en general se destacan los sectores industriales y de la tecnología. Según diversos estudios académicos, ese patrón productivo —entre otros factores— les permitió crecer a mayor ritmo que los países menos industrializados.
El monto de las exportaciones de mercaderías uruguayas se incrementó en los últimos años (aunque en setiembre registraron un descenso de 4,2% respecto a un año atrás). Pero una porción creciente en el total fueron productos con escasa o nula tecnificación (primarios).
Al inicio de la década pasada, la proporción vendida de bienes primarios como soja, cuero, lana sucia, animales en pie, representaba 35% del total de las exportaciones. Dicho porcentaje fue aumentando y en enero-agosto pasado llegó a 63,5%, de acuerdo con cifras proporcionadas a Búsqueda por el Instituto Uruguay XXI.
En contrapartida, los envíos al exterior de bienes manufacturados con “contenido tecnológico” respecto al total de las exportaciones disminuyó.
Según la categorización que realiza ese organismo paraestatal, las exportaciones de “bajo” contenido tecnológico —como textiles y vestimenta— pasaron de representar 28,2% en 2001 a 9,4% en los primeros ocho meses de 2013. Esto puede obedecer a los problemas estructurales que arrastra esa cadena industrial, en parte por la pérdida de competitividad frente a la producción de economías como la china.
Asimismo, las ventas de bienes con contenido tecnológico “medio” eran 10,6% del total de las exportaciones en 2001 y en enero-agosto pasado representan el 7,7%. En esa categoría se encuentran productos relacionados con la industria automotriz, por ejemplo.
Si bien la actividad de ese sector repuntó en los últimos años con la llegada de inversiones al influjo de políticas sectoriales y acuerdos de comercio con países de la región, ello no fue suficiente para volver a los niveles de producción y exportación de principios de la década pasada.
En tanto, los productos con “alto” contenido tecnológico registraron pocos cambios en términos de su peso en el conjunto de la canasta exportadora del país: de 1,75% del total en 2001 a 1,6% en 2013.
Entre estos bienes figuran “máquinas y aparatos para imprimir mediante planchas, cilindros, y demás elementos impresores”, “herramientas neumáticas, hidráulicas o con motor incorporado”, “máquinas de escribir”, “máquinas de bolsillo registradoras, reproductoras y visualizadoras de datos”, “máquinas automáticas para tratamiento o procesamiento de datos”, “motores y generadores eléctricos”, “pilas y baterías de pilas, eléctricas”, entre otros.
Una categorización de las exportaciones por su contenido tecnológico elaborada por el Banco Mundial permite realizar una comparación internacional.
Las ventas al exterior de productos altamente intensivos en investigación y desarrollo —industria aeroespacial, informática, farmacéutica, insumos científicos y maquinaria eléctrica— realizadas por Uruguay fueron 6% del total de manufacturas exportadas en 2009.
Ese porcentaje superó en poco al de la mayoría de los países africanos y de varios asiáticos, pero fue menor que —por ejemplo— Argentina (9%), Australia (12%), Brasil (13%), Alemania (15%), Canadá (16%), Estados Unidos (20%), Reino Unido (22%), Irlanda (24%), Tailandia (25%), Corea del Sur (29%), Costa Rica (44%), Singapur (48%) o Filipinas (66%).
“Políticas activas”.
La “primarización” de las exportaciones —término que alude al incremento de la participación de los productos con escaso valor agregado en las exportaciones— es un fenómeno visto con preocupación entre algunos ámbitos académicos y empresariales. También es seguido con atención por sectores del oficialismo.
En los lineamientos programáticos del Frente Amplio para un eventual tercer gobierno de esa fuerza política se alude al “riesgo” de la primarización de la estructura productiva, aunque en cierto punto se relativiza el impacto.
“Si bien es necesario considerar el riesgo de la llamada ‘primarización’ de la estructura productiva, cabe señalar que el sector agropecuario presenta importantes efectos ‘difusión’ y multiplicadores sobre la economía en su conjunto, incluso en la comparación con el resto de las actividades productivas”, señala ese documento.
Al mismo tiempo, en los lineamientos se plantea la necesidad de aplicar “políticas activas” y de “generación de capacidades” procurando “eslabonamientos más largos con mayor incorporación de valor agregado” en las cadenas productivas, así como la “búsqueda del desarrollo de sectores económicos intensivos en conocimiento” para “contrarrestar” las “presiones del mercado” que inducen a la “primarización”.
El Frente Amplio señala además como factores que estimulan la producción de bienes primarios los “buenos precios” de los commodities o “alimentos originados en el campo”.
Plantea que es posible lograr “cambiar la estructura de rentabilidades relativas” a favor de los “sectores intensivos en conocimiento o con gran potencial de generar eslabonamientos” mediante “políticas económicas que brinden estímulos o señales para dirigir la inversión y empleo hacia la creación de nuevos sectores productivos”.
El problema.
En un documento titulado “¿Hacia dónde va el modelo de desarrollo económico en Uruguay? Lo que nos falta para la Estrategia Uruguay III Siglo”, el investigador del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales y ex asesor de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto Gustavo Bittencourt, analizó por qué una economía basada crecientemente en los recursos naturales presenta problemas para sostener su ciclo de expansión en el largo plazo.
Cuando una economía hace un uso más intensivo de recursos naturales y con menos incorporación de tecnología, la productividad crece menos. En esa investigación, Bittencourt planteó como un riesgo la “aceleración reciente de la primarización” registrada en Uruguay desde 2005, asociada a las inversiones que llegaron al campo y que ampliaron la “frontera agroindustrial”. Ello, según este investigador, permite un “salto por única vez”, pero eso tiene un impacto acotado sobre la tasa de crecimiento económico de largo plazo.
Sobre ese mismo punto, un estudio elaborado por otros técnicos de la Facultad de Ciencias Económicas en 2009 mostró que, partiendo de una situación económica similar, Finlandia se despegó respecto de Uruguay y se posicionó como “líder” tecnológico a nivel mundial. La brecha se produjo debido a las diferencias en la institucionalidad educativa y en la inversión en investigación y desarrollo del país escandinavo. Los teléfonos y otros equipos de comunicaciones de la multinacional Nokia son uno de los productos característicos de la canasta exportadora finlandesa.