Nº 2230 - 22 al 28 de Junio de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl presidente Luis Lacalle Pou y el artista Pablo Atchugarry se equivocaron al pretender fundir el águila con la cruz esvástica que adornaba la proa del fabuloso acorazado de bolsillo Graf Spee para convertirla en una paloma, símbolo de la paz.
Se pretende barrer debajo de la alfombra. Pero la suciedad existe a pesar de tales iniciativas. A nadie se le ocurrió derruir los campos de concentración de Auschwitz y convertirlos en un parque de diversiones. Nada mejor que ver ese horror a diario para no volver a repetirlo.
Por eso, lo que hay que hacer con el águila es exactamente al revés: hay que exhibirla con su esvástica y explicarle a todo el mundo lo horrendo que son los regímenes que eliminan la libertad y se someten a un líder que todo lo sabe. Y lo más importante tal vez sea explicar cómo Hitler llega al poder, con el apoyo de millones de personas, bajo un régimen con elecciones libres, luego devenido en una cruel dictadura. Igual que la rana que ponen en agua fría y la van calentando, cuando quiere salir ya es tarde.
Pero las ideas nacionalsocialistas representadas en esa águila desaparecieron de la faz de la tierra luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Habrá habido algunos rebrotes de cuatro locos sueltos por allá o acá, pero esas nefastas ideas no volvieron a florecer y hoy no son una amenaza para nadie.
Sin embrago, las ideas socialistas, más nefastas, dañinas y criminales que las del nazismo, siguen vivas, a pesar de estar sobradamente demostrado que han sido un fracaso en lo económico, en lo político, en lo social y en lo moral, en todo tiempo y lugar que se aplicaron.
Se estima que el “monstruo” de Adolf Hitler asesinó a unas 12 millones personas, de las cuales seis millones fueron judíos y el resto se repartieron entre gitanos, discapacitados, homosexuales, testigos de Jehová, comunistas, disidentes políticos y prisioneros de guerra. Pero el régimen comunista fue 10 veces más cruel: asesinó entre 120 millones y 150 millones de inocentes que pasaron por sus fusiles, sus cárceles, sus campos de “reeducación”, sus purgas y sus terribles hambrunas, culpa de una fracasada economía planificada. Y no hablemos de la falta de libertades, persecuciones políticas y civiles, abusos, delaciones (aún entre familiares) y la miseria que lleva implícito este régimen. De eso mejor no hablamos.
Lo que habría que hacer con el águila y su esvástica es exhibirla junto al símbolo comunista de la hoz y el martillo con a un cartel que rece: “Iguales perros. Diferentes collares”. Ningún político del siglo XXI se animará. Tienen terror de que los tilden de “fachos”.
A muchas personas les gustan las palomas. Aunque me parece que, a la mayoría, no le gustan los palomos.