Nº 2084 - 13 al 19 de Agosto de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNi el presidente Luis Lacalle Pou, ni su equipo, ni la oposición, ni nadie imaginó el 1º de marzo lo que vino 12 días después. No era uno de los escenarios probables que el país se transformara por un tiempo prolongado en la República Oriental del Coronavirus, como bromeaban hasta hace poco en la Torre Ejecutiva. Pero ya pasaron cinco meses y con ellos el primer impacto de la pandemia, la cuarentena voluntaria y esa especie de sueño obligado en el que ingresaron los uruguayos.
Hoy parece estar más cerca el final de la siesta. Hoy las señales son de un acercamiento a la normalidad política, esa que no es ni nueva, ni vieja, que simplemente es y que define a Uruguay como país. Hoy empiezan a aparecer las señales de una confrontación que todos imaginaban para los primeros meses del nuevo gobierno, pero que todavía no había ocurrido.
Antes de asumir, el equipo de colaboradores más cercano a Lacalle Pou manejaba distintas hipótesis sobre cuál podría ser la respuesta a las reformas que tiene previsto promover el gobierno. La más probable para muchos de ellos era una confrontación importante, que incluyera movilizaciones callejeras, resistencias con paros y huelgas y hasta la posibilidad de enfrentamientos con la Policía en las calles, que pudieran terminar con algún herido o muerto, como ocurrió en otros países de la región. “Puede llegar a haber un mártir”, decía un legislador muy cercano al presidente.
Pasaron los meses, se aprobó la Ley de Urgente Consideración y no ocurrió nada ni parecido a lo previsto. La oposición al gobierno se mostró débil, dividida y con poca capacidad de reacción. Como consecuencia de las medidas sanitarias por la pandemia, el debate parlamentario se llevó a cabo con las barras y las calles vacías, casi sin ruido ni interferencia. Mientras, Lacalle Pou aumentó considerablemente su popularidad y también creció la evaluación positiva de la gestión del gobierno, gracias a un manejo inteligente y efectivo de la pandemia.
Pero todavía no terminó el año y ni siquiera fueron anunciadas las medidas más importantes. Es ahora que empieza el partido de fondo. Basta repasar la última edición de Búsqueda para sacar al menos tres conclusiones importantes que sirven como para prever un fin de año mucho más conflictivo.
La primera es que el Poder Ejecutivo está decidido a concretar algunas reformas importantes con el objetivo de impulsar los “motores de la economía”. Así lo informó a Búsqueda uno de los principales integrantes del Poder Ejecutivo, sin dar detalles sobre cuáles serán esos cambios que incluirá el proyecto de ley de presupuesto quinquenal. Pero basta con analizar los discursos de campaña electoral y la trayectoria política de los que mandan en el actual gobierno como para poder tener algunas pistas.
La segunda es que ese proyecto de ley presupuestal que el Poder Ejecutivo tiene que enviar al Parlamento antes del 31 de agosto también incluirá una serie de “ahorros” —en palabras del gobierno— y de “recortes” —según la oposición—. Lo concreto es que habrá reducciones de dinero que afectarán áreas y a funcionarios del Estado y eso provocará una obvia reacción de resistencia. No hay nada que despierte más el espíritu combativo que algunos llevan dentro que un recorte de sus ingresos o privilegios y así también será esta vez. Un ejemplo concreto: en la última edición de Búsqueda, el consejero del Codicen Juan Gabito Zóboli planteó “suprimir” algunos cargos y horas docentes en la educación pública, ya que las nuevas autoridades detectaron excesos de todo tipo con las licencias, el nombramiento de nuevos funcionarios y otros episodios similares. Pero la sola utilización de la palabra “suprimir” provocó una tormenta interna entre los gremios de la educación pública.
La tercera es que el PIT-CNT ya se está preparando para tiempos de duras batallas y por eso planifica un “gran encuentro nacional”, con un espíritu similar al Congreso del Pueblo, que tuvo lugar en Uruguay en los años 60. En la nota al respecto incluida en la última edición de Búsqueda aparecen conceptos como “restauración conservadora” y “conglomerado de derecha al servicio del capital y el agronegocio”. Todo un símbolo de los tiempos venideros. Además, dentro del Frente Amplio —ahora un poco más afianzado en su rol opositor— crece la idea de que llegó el momento de “dar la lucha en serio” contra el Poder Ejecutivo. En esa línea se encuentran dos de sus principales referentes de los últimos 15 años.
Parece que ahora sí, tanto para el gobierno como para la oposición, se terminó el necesario recreo impuesto para tratar de evitar la propagación del coronavirus. Lo transcurrido hasta este momento pertenece a otro mundo que nada tiene que ver con la realidad uruguaya. El error fue pensar que de ese mundo se saldría con una ciudadanía mucho más unida y que quedarían en el pasado las disputas ante cada cambio, por más mínimo que fuese. El que está volviendo es el viejo Uruguay confrontativo, ese conocido por todos.
Por eso resulta fundamental la forma en que el Poder Ejecutivo comunica sobre cada uno de sus movimientos. Está claro que en este momento cuenta con una mayoría en la opinión pública que lo respalda, pero esto lo puede perder muy fácilmente, en unos pocos días, si descuida contemplar la idiosincrasia de los uruguayos.
De la vereda de enfrente recibirá duras críticas y golpes, algunas provocaciones y también consejos. Así son las reglas de juego y más aún cuando se pretende llevar a cabo reformas removedoras. Otros ya lo intentaron en el pasado, transitando unos pasos por ese camino lleno de obstáculos y cubierto por la niebla. Pero nunca llegaron al destino. Prefirieron dar marcha atrás y volver al terreno seguro. Así ocurrió tanto en gobiernos frenteamplistas como en blancos y colorados.
No hay dudas de que la administración de Lacalle Pou hará un nuevo intento. Cuenta con la popularidad, la energía y la convicción como para hacerlo. También ha demostrado ser muy hábil en la comunicación, al menos en los primeros meses. Pero para llegar a la meta le falta muchísimo. Y es necesario dejar de querer gustar a todo el mundo todo el tiempo para poder lograrlo.