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Con el tiempo quizá se transforme en una película de culto porque tiene todos los elementos: historia alocada, diálogos tan ingeniosos como extravagantes, referencias cinéfilas, humor, tiros, las zonas más empinadas de Los Ángeles y, lo que es más importante, un excelente elenco.
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Un par de buscavidas chalados (Sam Rockwell y Christopher Walken) hacen dinero fácil secuestrando perros. Van a los parques, miran a la gente de reojo, se hacen los giles y de golpe meten a cualquier can que tengan a mano en una jaula y se borran del mapa. Luego de un par de días llaman a la puerta de casa del propietario del perro, le entregan la preciada y tan querida mascota, hacen teatrales gestos de no aceptar la recompensa y finalmente se largan contando los billetes. Un trabajito sucio, digamos.
Por otro lado, los chalados tienen un amigo alcohólico (Colin Farrell) que dice ser guionista pero no le sale ni una sola línea, aunque sabe que la historia irá de psicópatas, y más precisamente, de siete. Mientras el tipo bebe, insulta con frecuencia a su atractiva novia (Abbie Cornish) y se enfrenta a la página en blanco, un martirio para cualquier escritor, sus amigos chalados cometen la imprudencia de secuestrar el perrito de un mafioso que lleva el rostro de Woody Harrelson. Ahora sí está resuelto el asunto: el escritor tiene una historia real y varios psicópatas de fuste a su alrededor.
Este segundo largometraje escrito y dirigido por el inglés Martin McDonagh tiene puntos de contacto con el primero, “Escondidos en Brujas” (2008), donde también había en clave de comedia negra un trío de psicópatas y donde también figuraba Colin Farrell, aunque el escenario principal era una bella ciudad medieval y no la moderna Los Ángeles.
McDonagh, que tiene 42 años, proviene de la clase trabajadora (padre obrero, madre empleada doméstica), es parecido a Sting, le gusta la música de Nirvana y el cine de Martin Scorsese, David Lynch y Quentin Tarantino y es una personalidad conocida más que nada en el ambiente teatral londinense, donde ha cosechado varios premios. A los 27 años llegó a tener cuatro obras en cartel simultáneamente, un logro que, según aclara Internet Movie Database, era ostentado hasta la fecha por William Shakespeare.
Su principal virtud en Siete psicópatas consiste en mantener la atención del espectador gracias a un ingenioso planteo en el cual la realidad y la ficción se entrecruzan sin llegar nunca a establecer un verdadero parámetro de certidumbre. Por momentos estamos dentro de la etílica imaginación de Farrell y por otros en la desfachatada imaginación de Rockwell, quien insiste una y otra vez en colaborar en la creación del guión de su amigo.
La competencia de McDonagh en la dirección de actores es también evidente. Además de sacar partido a las actuaciones de Harrelson, Farrell, Rockwell y Walken (el tipo mete miedo con solo mirarte), incluye un papel a la medida para Tom Waits (esto es, que su voz cavernosa se explaye a gusto) y meteóricas apariciones de Michael Pitt, de Gabourey Sidibe (“Preciosa”) y del septuagenario Harry Dean Stanton en una suerte de homenaje a la legendaria caracterización de Robert Mitchum en “La noche del cazador” (1955), la única —y genial— película que dirigió Charles Laughton.
Las realizaciones de McDonagh no tienen el impacto vertiginoso de Guy Ritchie (“Juegos, trampas y dos armas humeantes”, “Cerdos y diamantes”, “Rocknrolla”) ni el slang gangoso de sus personajes, pero poseen una rara fineza y una evidente estilización visual. También es probable que no convoquen a tanta cantidad de espectadores. Pero sin lugar a dudas se trata de un autor que merece ser tenido en cuenta.
“Siete psicópatas” (“Seven Psychopaths”). Reino Unido, 2012. Escrita y dirigida por Martin McDonagh. Con Colin Farrell, Sam Rockwell, Christopher Walken, Woody Harrelson, Tom Waits, Olga Kurylenko, Michael Pitt, Abbie Cornish, Linda Bright Clay, Harry Dean Stanton, Kevin Corrigan, Gabourey Sidibe, Amanda Mason Warren. Duración: 110 minutos.