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Montevideo, 10 de marzo de 2025 (De nuestras agencias). El resultado de las recientes elecciones nacionales en el Uruguay continúan siendo objeto de análisis por parte de sociólogos y politólogos, tras el resonante triunfo de la fórmula Pablo Mieres-Daniel Salinas, promovida por la Coalición Republicana.
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No hay duda de que ambos exministros habían sido los más destacados integrantes del gabinete del expresidente Luis Lacalle Pou, pero muy pocos imaginaban que la victoria de la CR se obtendría en primera vuelta, con un elevadísimo porcentaje de superioridad sobre la derrotada fórmula Orsi-Cosse, quienes a dos días del contraste electoral viajaron a Miami, y no regresaron ni siquiera para asistir al cambio de mando de hace 10 días.
Mieres armó trabajosamente su gabinete a lo largo de los últimos meses, con el aporte de todos los partidos integrantes de la Coalición, incluyendo al Partido de la Gente. El grupo de Novick obtuvo 67 votos en todo el país, gracias a lo cual le correspondió un cargo de gobierno, a saber la subdirección del Depósito de Chatarra de la Administración Nacional de Puertos.
El presidente Mieres asumió su cargo el 1º de marzo, como lo establece la Constitución, y, tras el acto, hubo un episodio que no llamó mucho la atención en el momento, pero que hoy, a la luz de lo que ha acontecido y sacudido a la opinión pública local e internacional, podría ser una pista a tener en cuenta por las autoridades que investigan lo ocurrido.
En las afueras del Palacio Legislativo, culminado el acto solemne, apareció el inefable Dr. Gustavo Salle, con su megáfono, vociferando algunas de sus consignas tan ambiguas como ofensivas, entre las que decía: “Los satánicos vacunistas, además de vacunarnos electoralmente, nos han robado la elección… ¡anular las elecciones, ya! ¡abajo el fraude neoliberal y conservador!”.
Nadie le llevó mucho el apunte, más allá de los 15 o 20 chiflados que le bailan la música y lo aplauden a rabiar. Pero sorprendió a algunos de los transeúntes que pasaban por el lugar, ver que entre los acólitos, o entreverados con ellos, había algunas caras conocidas, como las de Charles Carrera, Constancia Moreira, Daniel Olesker y Juan Castillo.
Pocos días más tarde, y a través de un chat, que es como se saben las cosas ahora, se detectó que Fernando Pereira había convocado al Boca Andrade a José Ignacio, para compartir unas miniaturas de pescado en el restaurante La Huella del Pepe. Algunos atentos uruguayos los detectaron, por más que, como el 98% de los asistentes son argentinos, sus presencias pasaron casi desapercibidas. Se sentaron en la misma mesa en la que había estado, hace unos días, el emir de Qatar, probablemente hablando de cosas tan importantes como las que se trataron en esta reunión.
Cabe suponer y deducir que allí se gestó este acontecimiento que ha sacudido a la opinión pública dentro y fuera de fronteras: hace dos días que hordas de sujetos vociferantes, armados de palos y garrotes, han invadido las sedes de los tres poderes del Estado, causando destrozos y desmanes, y reclamando la anulación de las elecciones nacionales, a causa de un indescifrable fraude, al que todos aluden, pero nadie explica. No se identifican con ningún grupo político, todos visten la camiseta de la selección nacional, y las autoridades vienen teniendo serios problemas para detenerlos y persuadirlos para que depongan su actitud.
Lo sorprendente es que estos miles de compatriotas no son solo montevideanos, sino que numerosos autobuses provenientes del interior han trasladado a muchos de ellos desde los más remotos confines de la patria.
Autoridades del Ministerio del Interior han procurado averiguar quién ha financiado estos traslados, recorriendo las rutas nacionales en búsqueda de información. En un cruce de caminos en el departamento de Tacuarembó, fueron detenidas varias personas en actitud sospechosa. Se trataba de un grupo dentro del cual había algunos cubiertos con cueros bovinos, y otros que portaban sobre su espalda pieles de carpinchos. Adujeron pertenecer a un colectivo que tuvo su notoriedad hace tiempo, pero que casi ha desaparecido. Dijeron ser integrantes del grupo llamado Un Nuevo Uruguay, y estar perdidos, ya que se dirigían a un encuentro con otros grupos desorientados, y se habían extraviado. Pudieron, eso sí, probar fehacientemente que no tenían nada que ver con los acontecimientos que ocurrían en la capital, de los que ni siquiera estaban enterados.
En la Torre Ejecutiva el presidente Mieres recorrió los lugares donde los revoltosos causaron daños, acompañado por los expresidentes Lacalle Pou, Sanguinetti y Mujica, que no hay semana que no se reúnan para hacer algo juntos y documentarlo en fotos. Vidrios rotos, heladeras desvalijadas, papeles desparramados, los frutos del descontrol estaban a la vista.
—Ejtoy desconcertao —declaró Mujica a los periodistas, —primero loj facho se lo hacen a Lula, y ahora ejto fantasma lo hacen acá, y ni se sabe quiéne son—, reafirmó.
El presidente de la Suprema Corte de Justicia tuvo un desmayo cuando vio entrar las hordas de camisetas celestes al Palacio Piria, sede del Poder Judicial.
Ya repuesto, dijo creer que se trataba de una manifestación de funcionarios judiciales que venían a reclamar otro aumento. —¡Yo les dije que ya no había más recursos! —exclamó, mientras tomaba otro vaso de agua.
En cambio el vicepresidente Daniel Salinas tomó con enorme calma la invasión del Palacio Legislativo.
—Rompieron mucha cosa, robaron otras más, pero no fue muy diferente que cuando Beatriz Argimón tuvo que echar a la patota del PIT-CNT cuando se votó la reforma jubilatoria, ya estamos acostumbrados a estas prácticas —concluyó, mientras departía un café con el Gral. Manini, nuevo ministro de Defensa Nacional.
Lo cierto es que nadie se hace responsable de estos desmanes, nadie apunta a un organizador, persona o grupo, y todo parece quedar en una nebulosa. Algo así como los chats de Astesiano sobre el espionaje, o la corrupción del piso cuatro de la Torre Ejecutiva.