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    Sin consenso en ningún partido, un diputado intenta acelerar la discusión legislativa para extender la subrogación de vientres

    “Cuando mi hijo esté en edad de entender le voy a contar que gracias a una mujer georgiana lo suficientemente generosa, inteligente y desprendida se pudo cumplir el sueño de una familia”, dice una de las madres que pagan entre US$ 50.000 y US$ 150.000 por acceder a esa práctica en el extranjero

    “Solo quien soñó con ser madre y no pudo sabe lo que se sufre. Y lo puede entender”. María, una abogada que pudo cumplir su sueño a los 44 años, comienza a relatar su periplo. Se casó a los 30 y ser madre siempre fue su idea, suya y de sus padres, que querían nietos. Quedó embarazada enseguida y casi enseguida lo perdió. “No te preocupes, María, muchas lo pierden. Ya será”, le dijeron, y confió. Cinco veces quedó embarazada y cinco veces lo perdió. La ilusión dejó paso a las culpas y al estrés. El sexo quedó restringido a días y horas fértiles. Probó con técnicas de fertilización asistida. Sin éxito. La sociabilidad se vio restringida, por ánimo propio y composiciones familiares ajenas. Separación y divorcio. Probó con gametos donados. Congelación de óvulos en Argentina. Vuelta a empezar con una nueva pareja. Nuevos fracasos.

    Georgia es un país bañado por el mar Negro, en el límite entre Europa y Asia, a siete husos horarios y dos días de avión, obligatoria y compleja escala mediante, desde Uruguay. En 1991 se independizó de la Unión Soviética y para 1997 ya tenía una legislación bastante extensa sobre maternidad subrogada, informalmente conocida como alquiler de vientres. Hasta ahí fue María para cumplir su sueño en 2019. Cinco años antes una española le había pasado el dato. En Europa son comunes los tours hacia Ucrania (antes de la invasión rusa) o Georgia con estos fines. Acá, el marido de María ni siquiera sabía dónde estaba ni que su capital se llamaba Tiflis. Una agencia de ahí, New Life, se ocupó de los contactos y de la parte legal. Una georgiana de menos de 30 años, con la que tuvo que comunicarse vía traductor o Google Translator, puso el cuerpo. Ella debió poner, entre viajes, estadías, el pago a la agencia, a la mujer, los estudios médicos y la documentación requerida, unos US$ 50.000. Si lo hubiese hecho en Estados Unidos, otro país donde este proceso es legal, el costo hubiera sido el triple.

    “No tengo palabras de agradecimiento para ella (la portadora). Se lo agradecí con gestos y con traductor, porque no sabía inglés. Mi hijo es un milagro”, dice María. Ese milagro insiste alegremente en hacerse oír durante la conversación telefónica de Búsqueda con su madre.

    La subrogación de vientres, donde una mujer gesta en su cuerpo el bebé de otra persona o pareja, es una práctica extendida en todo el mundo. Técnicamente, no es más compleja que una fertilización in vitro convencional, según dijo el 2 de junio en la Comisión Especial de Población y Desarrollo de Diputados la doctora Rita Vernocchi, directora del Centro de Reproducción Humana del Interior (Cerhin). Sin embargo, causa enconadas controversias sociales, legales, éticas y hasta religiosas.

    En Uruguay, el artículo 25 de la Ley de Reproducción Asistida (19.167) prohíbe acuerdos de este tipo, con la única excepción de las mujeres “cuyo útero no pueda gestar su embarazo debido a enfermedades genéticas o adquiridas”. En esos casos permite “acordar con un familiar suyo de segundo grado de consanguinidad, o de su pareja en su caso, la implantación y gestación del embrión propio”. Esto es: una hermana o una cuñada. Además, el artículo 26 establece que esto tiene que ser gratuito. En el caso de María, la parte médica estaba constatada, pero ni su hermana ni la de su pareja querían llevar adelante ese proceso.

    Con la prohibición del pago se pretende impedir el tráfico y el comercio de vientres, algo legalizado en los países ya nombrados y en otros como Albania, India o Tailandia, aunque con marcos jurídicos mucho más laxos y denuncias internacionales de organizaciones de derechos humanos. Hay otros estados, como Canadá, donde está permitida la subrogación “altruista”, sin que la mujer gestante —sea familiar o una perfecta desconocida— perciba nada a cambio. Quienes defienden estas técnicas se preguntan cómo puede controlarse que no haya dinero de por medio.

    “Mi hermana me hubiese querido cobrar quizás. Mi cuñada también hubiera podido. En Argentina (donde no hay un marco legal claro) hay todo un mercado, en Canadá es altruista… ¿Y cómo se controla el altruismo?”, se pregunta María.

    Extensión

    Hace dos años que en Uruguay el diputado del Partido de la Gente Daniel Peña busca quitar la limitante de la consanguinidad en esta ley. “Esa es la única modificación que quiero hacer. No busco nada parecido al comercio de vientres, sino darles igualdad a todas las personas. ¡No todos tienen una hermana o cuñada!”, dijo a Búsqueda.

    El legislador se basa en un análisis realizado en 2016 por un grupo de abogados, como Dora Szafir y Horacio Bagnasco, que señaló la “inconstitucionalidad parcial” del artículo 25 “que viola el principio de igualdad”. Tal como indica esa ley, también sería la Comisión Honoraria de Reproducción Asistida la que con la modificación de Peña evalúe que se cumplan las condiciones requeridas, como el estado sanitario de la solicitante, la disposición de la que se ofrece como gestante y la inexistencia de pago.

    “Yo presenté este tema al presidente de la República y dio el okey. La idea tomó estado parlamentario en 2020 y había acuerdo en la coalición (de gobierno) para avanzar. Pero en el año pasado me di cuenta de que en el oficialismo había algunos legisladores que dilataban la discusión, por eso el tema fue llevado a la comisión”, señaló. Luego de presentarlo en la bancada del Partido Nacional, el diputado espera para el primer jueves de agosto una postura a favor o en contra del socio mayoritario de la coalición, donde ya se han oído las primeras discrepancias.

    Desde la promulgación de la ley en 2013 el Estado interviene a través del Fondo Nacional de Recursos en hasta 4.000 tratamientos de fertilidad por año. De estos, precisó Peña, el porcentaje de éxito es de un 50% hasta los 35 años y un 30% a los 40. “Hay gente que no tiene éxito y prueba otras alternativas. Se sabe que hay gente que intenta la subrogación en el exterior. Es algo que está pasando. Uruguay es muy chico. Y en cualquier caso, más allá de que no lo pretendo cambiar, ¿cómo controlo que yo no le estoy pagando un dinero a mi hermana por quedar embarazada, lo que está prohibido por la ley?”, se preguntó él también.

    La diputada frenteamplista Cecilia Cairo, presidenta de la Comisión Especial de Población y Desarrollo, dijo a Búsqueda que desde que la ley está vigente la Comisión Honoraria de Reproducción Asistida solo analizó seis solicitudes de subrogación de acuerdo a la norma actual. De los seis fueron aprobados solo dos y ninguno culminó con un nacimiento. Respecto a un eventual aumento del alcance de la actual norma, Cairo señaló que la Comisión Honoraria les dijo no tener “recursos humanos ni técnicos” para hacer las evaluaciones y controles respectivos.

    Como un match

    Debido a las complicaciones sufridas durante el embarazo de su primogénito, hoy de nueve años, los médicos le aconsejaron a Naty, diseñadora de interiores de 38 años, que no volviera a tener hijos. Eso no estaba en sus planes. Luego de barajar posibilidades consideró con su pareja tener un segundo hijo por subrogación en Estados Unidos. Encontraron a Erica, una residente de Chicago, luego de contactarse con la agencia Family Source Consultancy, con sedes en California, Florida e Illinois. Para eso debieron darles un perfil “sumamente detallado” de sí mismos y recibir el mismo volumen de información de las candidatas.

    “Es como una agencia de solos y solas. (...) No alcanza con que vos escojas a la persona. Ella también te tiene que aceptar a vos”, dice Naty a Búsqueda. En estos casos, es común que se consideren temas como religión, hábitos de consumo, si fuma o no, el lugar donde vive o si tuvo cesáreas anteriores, lo que puede ser una limitante. Por lo general, las candidatas tienen menos de 35 años y ya fueron madres, supuestamente para evitar un apego con el recién nacido, que, en los países con legislación más avanzada, incluso aparece terminantemente prohibido por contrato.

    “Yo quise tener un trato directo (con Erica). Hay quienes no lo tienen, ya sea por su forma de ser o por la limitante del idioma. Viajamos a Chicago para conocerla, nos instalamos un mes durante la fertilización in vitro, luego otras semanas durante la transferencia y también dos semanas antes del nacimiento. Nos quedamos hasta 15 días después”, cuenta. Tuvieron la suerte de que alcanzó un solo ciclo de fertilización, lo que abarató los costos. Todo el proceso le salió US$ 150.000. La experiencia fue tan buena que al segundo hijo le siguió un tercero, con la misma técnica y con Erica.

    “Toda la gente de mi entorno sabe por lo que pasamos. No lo escondimos. Acá hay mucha inexperiencia. Nos costó decidirnos, hubo dudas, pero una vez que lo resolvimos le dimos para adelante”, señala Naty, quien también dio su testimonio en Fácil desviarse de FM Del Sol.

    Los casos consultados por Búsqueda coinciden en que la existencia de un marco jurídico que establece derechos, obligaciones, costos y filiaciones es la mayor garantía de que en estos procesos no haya personas estafadas ni se arriesgue a mujeres ya en situación vulnerable. También que una legislación que limita la subrogación o que solo la permite con fines altruistas no es una barrera al mercado. Esta es la idea de la filósofa y feminista francesa Sylviane Agacinski, del movimiento abolicionista internacional Stop Surrogancy Now, quien en 2009 señaló que “dondequiera que se da esta práctica hay siempre un mercado, nunca es gratuito”.

    A estudio

    “Los que estén en contra (de la quita de la limitante al segundo grado de consanguinidad) están mirando para el costado”, opinó Peña, de forma parecida a quienes impulsaron la despenalización del aborto o el consumo de marihuana. El coordinador de la bancada del Partido Nacional en el Senado, Gustavo Penadés, dijo que están estudiando el tema en la interna, con miras a darle a su promotor la respuesta que espera. “En estos temas, el Partido Nacional deja en libertad de acción a sus parlamentarios”. Él, “a priori”, se expresa a favor.

    En el partido de gobierno no hay unanimidades. El diputado Álvaro Dastugue, quien con su compañero de bancada Rodrigo Goñi han expresado su negativa más marcada dentro de ese colectivo, dijo a Búsqueda que modificar la ley “es una puerta abierta” a la mercantilización de vientres. “Eso trae más problemas que soluciones, el proyecto abre la puerta pero no regula nada. Es un gran peligro. Por caso, ¿qué pasa si la mujer que subroga escucha los latidos del bebé y ya no lo quiere entregar? ¿Quién le da el apellido? ¿Quién corre con los gastos médicos? ¿Qué pasa si nace con algún problema? ¿Qué pasa si los padres después no lo quieren?”, se preguntó sucesivamente Dastugue, quien también es pastor evangélico.

    Tampoco hay posturas definidas en el Partido Colorado, principal socio de la coalición, ni en el opositor Frente Amplio. La diputada Cairo dijo que este tema deja “más dudas que certezas”, que en los hechos “no hay cómo hacer los controles”, pero que “no hay posibilidad de negarse a la discusión”. Como presidenta de la comisión que estudia el caso, está esperando citar a autoridades del Ministerio de Salud Pública para que arrojen más luz.

    “Cuando mi hijo esté en edad de entender le voy a contar que gracias a una mujer georgiana lo suficientemente generosa, inteligente y desprendida se pudo cumplir el sueño de una familia”, le cuenta María a Búsqueda. Lo único que lamenta de este proceso es que sus padres no hayan podido conocer al nieto tan deseado. El hombre murió apenas horas después de que ella, todavía en Georgia, avisó al grupo familiar de WhatsApp que el niño pudo obtener la documentación uruguaya. Su madre, internada en una casa de salud, ya no tiene posibilidades de reconocer al nieto.