Considerando que la producción de arroz, al igual que otras actividades del agronegocio, “tiene que pagar un costo estructural en Uruguay, con un gasoil a U$S 1,50 por litro para competir en un mercado donde vale U$S 0,70”, “si no hay una política pública adecuada para un sector que exporta el 95%, entonces es una actividad que tiende a desaparecer, como los dinosaurios”.
“Desde la visión del accionista, el negocio arrocero está pasando un período de contracción en los últimos años y no podemos esperar sentados una solución a esto. Venimos haciendo nuestros deberes en mejorar la eficiencia, la productividad, diverisificar los mercados y sin depender del viento de cola del mercado, ni de la ayuda del gobierno”, dijo.
“Nosotros creemos en el modelo de negocios arrocero de Uruguay”, enfatizó.
Consideró que con “cualquier cambio que ocurra definitivamente o en el modelo estructural macroeconómico de Uruguay o en el mercado internacional, las empresas irán para adelante”.
Pero reconoció que en los molinos están “extremadamente preocupados”, porque “sin un productor fuerte” esas industrias “no existen”, por eso “la cadena arrocera tiene que ser rentable, ya que si no lo es desaparece”.
La foto del negocio
Para reflejar la diferencia en la evolución de costos de la producción arrocera, Goldoni comparó la situación registrada hace una década con lo que pasa actualmente.
Hace 10 años el punto de equilibrio para el cultivador de arroz era producir 110 bolsas de grano, que son unos 5.500 kilos para estar en la línea de flotación. En la chacra invertía unos U$S 1.000 y el precio que recibía era de U$S 9 por bolsa, recordó.
El ejecutivo comentó que “hoy una chacra de arroz cuesta U$S 1.700 por hectárea y el precio actual es U$S 10, entonces tiene que producir 170 bolsas, lo que es prácticamente un techo de rendimiento, con 8.500 kilos por hectárea”, que es el promedio de producción previsto para este año.
“Los costos aumentaron 70% en 10 años, la productividad creció 6%, principalmente de 2000 a 2010, el precio se incrementó 10%, o sea se terminó el negocio”, advirtió.
Detalló que el gasoil costaba U$S 0,65 por litro y ahora U$S 1,40, que un flete que por hectárea podía estar en aquel momento en U$S 60 hoy incide en U$S 130 por hectárea, que la reparación de maquinaria agrícola pasó de U$S 40 ahora llegó U$S 100, y la mano de obra era de U$S 50 y hoy es de U$S 250 por hectárea.
Esa “es la foto de un negocio que se viene degradando, al punto que estamos en el cuarto fondo arrocero, sin haber pagado el tercero”, planteó. Eso dijo en alusión a los fondos sectoriales impulsados por el Poder Ejecutivo, que son repagados por los productores mediante una retención a las exportaciones del grano.
Un país sin arroz
¿Qué pasaría en el campo uruguayo si las 170.000 hectáreas en las que se planta arroz en Uruguay se pasaran a la producción ganadera?
En el cultivo de ese grano se producen al año unos 26 millones de bolsas de 50 kilos, que generan unos U$S 250 millones en las chacras y una exportación de U$S 450 millones, considerando los costos de transporte, industrial, agregado de valor, puertos, entre otros, según datos de los molinos arroceros
El sector del arroz genera 8.000 empleos en los distintos eslabones, con los molinos y el transporte.
Goldoni analizó ese tema y señaló que las tierras en las que se cultiva el arroz son campos bajos con aptitud ganadera, que al hacer una rotación entre arroz y carne llegan a producir 120 kilos de carne por hectárea, pero sin la alternancia con el cultivo arrocero producirían unos 80 kilos de carne.
Si se considera un valor del novillo tipo, de 480 kilos, a U$S 1.000, según el Instituto Nacional de Carnes, y ese volumen de producción anual, el productor puede llegar a obtener U$S 200 por hectárea, calculó.
Entonces, si se diera ese cambio de arroz con ganadería a solamente producir carne, el gerente de Saman comparó que “en vez de producir U$S 250 millones anuales se pasaría a producir U$S 34 millones, suponiendo la situación más extrema”.
“No creemos que un sector con este impacto en lo social se puede quedar al margen de esta situación o desaparecer, como les pasó a otros sectores”, dijo.
Al igual que otros sectores del agro que dependen de la exportación, el cultivo de arroz está ligado a las condiciones de acceso a los mercados.
Por eso, Goldoni señaló que “si se cierra el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, el sistema uruguayo de producción arrocera con certificación, trazabilidad, bajo impacto ambiental, sin tantos químicos como el arroz asiático, tiene una ventaja competitiva brutal”.
Es que un eventual tratado comercial supondría una rebaja arancelaria a la hora de vender al mercado europeo.
En cuanto a uno de los principales destinos del grano uruguayo, ese ejecutivo comentó que para exportar a Perú los exportadores pagan un arancel de U$S 60 por tonelada y el año pasado se pagó entre U$S 100 y U$S 160.
Ese valor es pagado dentro de un sistema de franjas de precios establecido como un mecanismo de estabilización de costos de importación de algunos alimentos en el país incaico.
“Uruguay tiene un tratado bilateral con Perú. Ojalá se haga valer ese acuerdo para que el sector arrocero deje de pagar U$S 20 millones anuales de costo de ingreso”, debido a una tasa vigente en ese mercado, planteó.
Comparó que ese monto representa casi un dólar por bolsa de 50 kilos de arroz en la economía arrocera uruguaya. “Es lo que hace la diferencia entre ganar y perder plata” al productor, valoró.
Respecto a otros mercados, los exportadores arroceros realizarán algunos envíos de arroz a China para ir explorando el mercado e identificar las características de la demanda de los consumidores. Hoy los chinos compran arroz de otros países asiáticos a un precio que es U$S 150 más barato que el uruguayo, dijo el gerente de Saman.
Ese gigante asiático importa cinco millones de toneladas del grano al año.