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    Sobre la ciencia

    Sr. Director:

    El Uruguay es básicamente pasto. Luego vino Hernandarias, que transformó el pasto en vacas y ahí empezamos. El pasto puede existir sin vacas, algo que al revés no pasa. Los héroes patrios, la democracia, las instituciones, los campeonatos mundiales, Mujica y otros íconos nacionales no existirían sin el pasto.

    Esto ha marcado nuestro carácter, puesto que nuestra riqueza principal nos ha sido dada y no hemos hecho nada para merecerla. Por ejemplo, Montevideo a principios del siglo XIX era una ciudad hedionda por los cadáveres bovinos que yacían en sus calles, ya que la gente consumía de ellos solamente las mejores partes y dejaba lo demás tirado para regocijo de los innumeralbes perros cimarrones. Al parecer el carácter de los habitantes era dado al jolgorio y regocijo, ya que la vida era muy fácil (obviamente para el estado de la civilización en esos tiempos) y su talante no demasiado dado al esfuerzo y trabajo.

    A pesar de que el fracaso de esta forma de pensar nos ha llevado a una lenta pero constante decadencia y a un pesimismo denso y pegajoso, el uruguayo promedio piensa aún que la riqueza ya se ha producido y que para tener una sociedad justa y próspera solo hace falta repartirla mejor.

    Nuestra Constitución dice que entre los ciudadanos no se harán más diferencias que las que surjan de los de talentos y las virtudes. Obsérvese que con una admirable capacidad de síntesis la Carta Magna dilucida la vieja discusión sobre si lo importante en el ser humano es la genética —lo que viene de fábrica— o la cultura, que le es infundida a medida que crece por la sociedad, postura defendida por la teoría llamada de la tabla rasa.

    Esta discusión se ha ido trasladando más o menos recientemente del terreno especulativo filosófico al científico, a través del desarrollo de los conocimientos en biología y genética, del descubrimiento del ADN, de la manipulación del material genético, etc., cosas que han demostrado que hay características de un hombre o una mujer que son determinadas de manera fehaciente por el ADN, pero hay otras en las que la cultura tiene mucho que ver.

    Lo que he mencionado acerca del pensamiento de los uruguayos es claramente cultural y surge del desarrollo histórico del país. Una de sus consecuencias por ejemplo fue el batllismo, ideología que propugna básicamente esos conceptos, implementados a través de la acción de un Estado grande, poderoso y cuya mayor función es ser agente de la igualdad y la justicia, sin importar el estropicio que se cause con ello en importantes áreas como la productividad y el crecimiento físico e intelectual.

    Puede haber soluciones para esto. Una que se me ocurre es conseguir un incremento de la racionalidad en la masa del pensamiento uruguayo, actualmente bastante pobre en general. Baste ir a una librería y comparar la cantidad de ella dedicada a la autoayuda y similares con la que se destina al conocimiento y la divulgación científica, por ejemplo. Gana la irracionalidad 15 a 1.

    Un hecho interesante que tiene que ver con la disyuntiva planteada más arriba entre la herencia y la cultura es que traemos una importante dotación innata relacionada con la curiosidad (como comprueba cualquiera que observe a niños o es blanco de sus innumerables preguntas), y el interés intelectual se va perdiendo a resultas de una educación deficiente; ya en el liceo nos encontramos con alumnos incapaces de las operaciones matemáticas más fáciles o de manejar el lenguaje de una forma básica.

    Es simple sacar la conclusión de que en lugar de invertir indiscriminadamente enormes sumas en una cantidad de áreas relacionadas con la educación lo que hay que hacer en primer lugar es implementar herramientas para incentivar, proteger y dar crecimiento a esta dotación de curiosidad que traemos y que es una gran puerta al conocimiento.

    No debemos dejar que esa puerta se vaya cerrando y hay que formar en ciencia y tecnología a los maestros, crear laboratorios, hablar de temas científicos, históricos e intelectuales a los niños en un lenguaje accesible (hay cantidad de ejemplos de cómo hacerlo en los canales de divulgación y en Internet). Es totalmente erróneo minimizar el interés y la capacidad de comprensión de los niños, sobre todo entre los cinco y los 12 años. Todo les importa y todo les interesa.

    Una consecuencia de formar generaciones intelectualmente desarrolladas es que ellas mismas se encargarán de implementar soluciones a los problemas que tal vez nosotros somos incapaces de pensar. Recordemos estar en un mundo en el cual entre otras cosas el ser humano ha adquirido la peligrosa capacidad de destruirse a sí mismo y esto requiere de todas nuestras fuerzas.

    Alberto Magnone