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    Solo falta el cómic

    Se editó “Darnauchans, entre el cuervo y el ángel”, de Marcelo Rodríguez

    La musicalización dylaniana y country de “Milonga de Manuel Flores”, de Borges, primer tema de “Canción de muchacho” (1971), inicia a capella una obra insular en la música uruguaya, con la sentencia de que el protagonista del relato “va a morir”. Treinta y cuatro años después, un breve texto de Víctor Cu­nha llamado “Zoom” la cierra con un cristalino epitafio: “Agua y morir”, último tema de “El ángel azul”. Todo lo que hizo Eduardo Darnauchans —o casi todo— entre esas dos líneas está ahora registrado en las 480 páginas de Darnauchans, entre el cuervo y el ángel, la biografía definitiva de Eduardo Darnauchans Miralles, el músico que con Tacuerembó a sus espaldas inventó a “El Darno”, el personaje que en marzo de 2007 ingresó a la mitología montevideana en su mesa del bar Girasoles y con su vaso de whisky sin hielo.

    Poco tiempo después de su muerte, el escritor, poeta y periodista Nelson Díaz había editado “Memorias de un trovador”, basado en cientos de horas compartidas con quien fuera su amigo y su representado. Desde varios años antes, Marcelo Rodríguez venía trabajando con Darnauchans en un proyecto biográfico que incluía, además de varios reportajes al protagonista, una completa búsqueda de material y testimonios a través de familiares y allegados, así como dos valiosos prólogos de Washington Benavides y Eduardo Milán.

    El investigador, licenciado en Comunicación y profesor de Educación Física nacido en Santa Lucía hace 41 años, se tomó el trabajo con tiempo y sin apuro. La tarea le insumió la última década, desde que comenzó a visitar a Darnauchans, ya en su última etapa de franco deterioro físico y psíquico, hasta la edición de este formidable volumen que llega a las librerías a través de Perro Andaluz, un sello incansable que edita más de una docena de discos por año y que tiene entre sus principales ediciones bibliográficas los dos tomos de “De las cuevas al Solís”, de Fernando Peláez.

    Esta edición de lujo conserva el mismo formato cuadrado de aquella y alcanza el mismo estatus de proeza editorial. La completísima y muy bien organizada información sobre vida y obra del autor de “Sansueña” está acompañada por una enorme colección de fotografías públicas y privadas, afiches, programas y facsímiles de artículos publicados en prensa. Las fuentes son incontables: el álbum familiar aportado por sus familiares y amigos, el acceso a decenas de archivos, una impecable revisión de prensa que abarca más de 30 años, entrevistas a colegas como Fernando Cabrera, Jorge Galemire, Eduardo Rivero y Carlos da Silveira, a sus mentores y socios creativos Wa­shington Benavides y Víctor Cunha, a ingenieros de grabación como Daniel Báez, a quienes lo conocieron en la intimidad como su ex pareja Graciela Irazábal (“Chichila”) y su tía Graciela Miralles, a editores como Enrique Abal, del sello Sondor; además de las abundantes reseñas y entrevistas publicadas por Raúl Forlán Lamarque, Guilherme de Alencar Pinto, Jorge Yuliani, Macunaíma y Gabriel Peveroni. La lista sigue, pero es tan importante la vastedad de fuentes a las que accedió Rodríguez sobre sus grabaciones, sus conciertos, su larga prohibición, su exilio, su retorno y sus últimos años, como la claridad con la que están acreditados los testimonios y las fotografías al pie de página.

    Otro aspecto interesante a destacar es la ausencia de una mirada condescendiente o cómplice del biógrafo, que llama las cosas por su nombre aunque con sumo respeto para tratar un asunto tan delicado como el alcoholismo y las críticas circunstancias personales que acompañaron al Darno en sus últimos años de vida. Como muestra basta la reconstrucción documental de su último recital, en la sala Zitarrosa, en noviembre de 2006, cuando la gente se retiró en silencio de la sala, como en un velorio, en claro presagio del final que se avecinaba.

    Este verdadero ejemplo de la investigación biográfica musical hace honor a la obra que Darnauchans legó al público uruguayo, con el mismo sentimiento con que se sigue celebrando su cumpleaños cada 15 de noviembre en Guambia, el que profesaron los Kafkarudos hace pocas semanas y Maia Castro, Ana Prada, Laura Canoura y Mónica Navarro hace unos meses en su espectáculo “Las canciones del Zurcidor”.

    Pero hay más: un epílogo con las cartas que sus amigos escribieron cuando murió y una completísima discografía que abarca 25 ediciones, entre su obra original, colaboraciones y publicaciones en vivo póstumas. Como ello no bastara, el libro viene con una joya adosada a su contratapa: un CD con la grabación en vivo, rescatada por el investigador Leonardo Croatto, del concierto de presentación del disco “El trigo de la luna”, en 1989 en el Teatro del Notariado, cuando la voz de Darnauchans sonaba en su esplendor en las salas de la ciudad.

    Ahora, con este librazo en el estante, el primero del autor, solo falta que algún dibujante ponga manos a la obra y “El Darno” llegue al cómic, algo que desde su mesa de Girasoles el hombrecito sombrío de voz radiante sugiere en susurros, mientras pide otro escocés sin hielo.

    “Darnauchans, entre el cuervo y el ángel”, de Marcelo Rodríguez, Perro Andaluz, $ 950, 480 páginas.