Suárez y lo simbólico

Suárez y lo simbólico

La columna de Facundo Ponce de León

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Nº 2184 - 28 de Julio al 3 de Agosto de 2022

Empecemos por el final: la decisión y el video de Luis Suárez anunciando su regreso a jugar en Nacional es, al mismo tiempo, cuatro gestos políticos. El primero: la simpleza de la publicación. Camiseta blanca, bermuda beige, fondo blanco, y nada más. Simple. Genuino. En el medio de toda la parafernalia que rodea al fútbol, comunica muchas cosas un gesto así de despojado. Ni conferencia de prensa, ni llegada en auto lujoso a hotel lujoso, ni representantes, ni abogados, ni dirigentes… él solo en un espacio diáfano para dar un mensaje transparente. Gracias. Vuelvo.

Segundo: el video es la prueba de la necesidad de reinventarse del periodismo deportivo. Luego de 10 días de idas y vueltas, tuits y retuits, que tengo la información X que no es la misma que la Y, que mis fuentes… que mis averiguaciones… todo se cae cuando habla el jugador. Ya lo sabíamos, pero este hecho subraya que ya no importa la primicia del periodismo, porque esta pasó a manos del jugador. Tengamos en cuenta que la primicia ha sido desde siempre el gol que hacía el periodista. El cambio de reglas no es fácil de asimilar. ¿Qué importa entonces si ya no importa ser el primero? Habrá que seguir imaginando, testeando y validando con los lectores-seguidores. Intuyo que la repuesta tendrá que ver, como siempre en el periodismo, con una vuelta de tuerca, dar un contexto, un análisis ingenioso, una mirada diferente que no se obsesiona con llegar primero sino con saber llega.

En tercer lugar: la decisión de Luis Suárez nos recuerda que no todo es cuestión de dinero. Esto se suele decir mucho y ponerse en práctica muy poco. Son infinitos los ejemplos de personas que hablan de la vida, los valores, el propósito, la felicidad, la familia y los amigos y enseguida están obsesionados con los billetes y se pasan tomando decisiones al margen de los valores, el propósito, la felicidad, la familia y los amigos. El gesto del goleador celeste tiene una coherencia que a veces brilla por su ausencia en otros ámbitos, incluso dentro del mismo mundo del fútbol. El periodista argentino Carroza lo planteaba en estos términos: “La llegada de Suárez a Nacional es la reivindicación de los países pobres, y de los clubes pobres, de que también se puede pagar con amor”. Los hinchas fueron principales inversores de esa afectividad. Un apunte más: este simbolismo emotivo debería estar al margen de los resultados que sucedan en los próximos tres meses. No importa cuántos goles ni cuántas copas, la decisión tomada trasciende eso.

Por último, la venida de Luis Suárez es un gesto político para con el Uruguay. No hablo ahora solo de fútbol, sino a partir del fútbol. Decidir regresar antes de terminar su carrera y antes de jugar su último mundial, dice mucho de una manera de ver el país de la que se puede aprender y que conviene imitar. Hasta ahora, teníamos incorporado que el mejor escenario era que los jugadores de la histórica selección de Sudáfrica 2010 culminaran sus carreras en Uruguay. Así fue con Forlán, Pereira, Fucile, Fernández, Gargano, Scotti, Abreu. Era un viaje circular, al final volvían al inicio. Y nadie veía algo raro en esto, lo teníamos naturalizado como el único escenario posible. Pero Suárez hizo una gambeta, otra más, una que nadie esperaba: vino antes de lo que todos suponían. Nos mostró que estábamos equivocados.

¿Por qué esa decisión es un gesto político? Porque le dice al Uruguay que puede ser más de lo que cree que es. No solo a quienes somos hinchas de Nacional, que tenemos un entusiasmo infinito, sino al fútbol todo, la cultura toda, la política, la ciencia, la mentalidad uruguaya en general. “Cómo va a venir acá, pudiendo vivir en Europa”. “No va a venir, le van a robar la casa o el auto yendo a Los Céspedes”. “Tas loco… es todo movida-manija de la prensa y las redes, Suárez no tiene ningún motivo para vivir tres meses en este país con el nivel de vida que tiene”. “Uruguay es en el culo del mundo, olvídate…”. Todas frases que se escucharon en las últimas semanas y quedaron enterradas por la decisión del jugador.

Simbólicamente, más allá de su amor por Nacional, la decisión de Suárez significa que Uruguay es un destino posible. Que científicos, emprendedores, profesionales que se han ido del país buscando nuevos horizontes, pueden volver antes de lo que se piensa. Uruguay no tiene que ser el país que recibe a los que están llegando a su final profesional, sino el país al que se regresa para mejorarlo, el país al que se pertenece con orgullo, el país que está abierto a mejorarse.

Lo decía el técnico de Peñarol, Mauricio Larriera: “Que lleguen este tipo de futbolistas a esta liga que está demasiado devaluada le hace muy bien, después tendremos que enfrentarlo”. Esta matriz se aplica a muchas cosas: investigación científica, políticas públicas, industrias creativas, innovación y emprendedurismo, salud, inteligencia artificial, educación y tecnología. ¿Quiénes son los Suárez de todas estas áreas que no están en el país hoy? ¿Dónde están? ¿Cómo hacer para que vuelvan antes de lo planificado, si es que planificaban volver? ¿Cómo es que se “paga con amor” en esos ámbitos? ¿Cómo enamorarlos del destino del país?

Estas preguntas ya ni las hacemos. A veces parece que Uruguay tiró la toalla. ¿De qué vamos a ser modelo nosotros que somos tres millones y no nos conoce ni Petecto? ¿Qué vamos a despegar si todo el mundo cuida su chacrita? Olvidate de ganar algo internacionalmente… ya perdimos el tren. Hay que batallar contra esa mirada país y la venida de Suárez nos ayuda a volver a creer. Incluso más: no olvidemos que esta historia la empezó el mismo Suárez, declarando su sorpresa porque Nacional no lo había llamado. La respuesta del presidente José Fuentes fue asumir el error, reconocer que no se les había pasado por la cabeza y ponerse en campaña. ¿Por qué no se nos pasa por la cabeza que los Suárez pueden volver antes de lo que imaginamos? Justamente porque nos falta la osadía de imaginar escenarios desafiantes y estimulantes.

En el caso específico del fútbol, nos falta además perspectiva histórica. Este país es la cuna del fútbol que revolucionó el mundo entero en Colombes hace 98 años. Parece mucho tiempo, pero fue ayer. Recuerdo el día que Aldo Mazzucchelli empezó a mostrarnos las crónicas periodísticas de 1924 y 1928. Las había estudiado y traducido. En particular, retengo la de Gabriel Hanot, pionero del periodismo deportivo, visionario de la fama que tendría el fútbol, y fundador del periódico L´Equipe.

Luego de que Uruguay ganara la final en Colombes (3 a 0 a Suiza), quiso entender el fenómeno que parecía inexplicable y llegó a esta conclusión: “Los veinte futbolistas del equipo nacional uruguayo que ha vencido la olimpíada son de Montevideo. Es en esta ciudad de 400.000 habitantes donde se practica el mejor fútbol. Montevideo es una ciudad muy deportista: no es raro ver a 50.000 personas asistiendo a los grandes partidos. El fútbol es el verdadero juego nacional, que los niños aprenden a jugar en la calle, y luego en la escuela. La talla promedio de los jugadores del equipo uruguayo no sobrepasa el metro con 70 cm, pero la musculatura y cualidades atléticas son impresionantes. Los clubes en Uruguay son organizaciones modelo; en cada uno de ellos se celebran sesiones de cultura física. (…) A la impecable técnica se suma, en los uruguayos, una táctica clarividente. Los sudamericanos tienen el pie seguro y el ojo despejado. Van y vienen por el terreno, desplegando su madeja, tejiendo su tela, cuyo centro es el arco del equipo contrario”.

La llegada de Suárez el próximo domingo es, también, un histórico homenaje a ese fútbol, a esos clubes, a esas escuelas y a ese Uruguay que fue y sigue siendo posible.