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Surrealistas, oníricas, imposibles. Las fotos de la rusa Katerina Plotnikova circulan cada vez más en redes sociales como Facebook o Pinterest, donde las personas disfrutan y difunden imágenes bellas o impresionantes, como las de Plotnikova. Con su Canon, esta joven retrata mujeres de pelo largo, muchas veces pelirrojas y de intensos ojos azules, inmersas en ambientes naturales como el bosque, el desierto o la selva. Ella dice que su trabajo es otra versión del País de las Maravillas de Lewis Carroll. Una selección de sus fotografías puede verse en la página 500px.com/katerina_plotnikova.
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Katerina tiene apenas 27 años y reconoce que su mayor inspiración es la naturaleza. Entre sus trabajos se destacan series de jóvenes con animales en situaciones poco probables y que a cualquiera le parecerían riesgosas. Pero Plotnikova es aventurera y no le teme al riesgo. Aunque estas tomas con animales son las que más llaman la atención, también fotografía situaciones que desafían la lógica, la gravedad y el sentido común, siempre en ambientes naturales: en medio de la bruma, o de una vegetación tupida que esconde un cuerpo desnudo, o mujeres en posiciones imposibles como la que aparece recostada, en el aire, sobre el tronco de un árbol.
Plotnikova emplea animales que pertenecen a sus amigos, que por supuesto están amaestrados y que se sabe que no morderán o arañarán a las confiadas modelos. Así, fotografía enormes osos grizzly, grandes murciélagos con las alas desplegadas sobre una mujer plácida, búhos, jirafas, serpientes de todos los colores, camellos, zorros y arañas, de las peludas.
De todas maneras, a la artista le gusta aclarar que el montaje de cada foto se hace junto a un par de entrenadores de animales que supervisan todo y le ofrecen al coprotagonista del montaje algún bocado entre toma y toma. Ahí donde el observador curtido por el prejuicio presagiaría una terrible mordedura venenosa o lacerante, Plotnikova dispara la cámara para lograr el efecto totalmente contrario: un gesto de confianza y paz entre la chica y el animal.
Plotnikova nació el 19 de noviembre de 1987 en un pueblo cercano a Moscú, donde reside aún hoy, y ha expresado que su vida gira en torno a dos cosas: la fotografía y los viajes. Recorrió toda Rusia y varias ciudades del Sudeste Asiático y sueña con la posibilidad de conocer cada rincón del mundo. Desde su tierna infancia estuvo vinculada al universo pictórico debido a que empezó a tomar clases de pintura a los seis años. Se desvió de este riel cuando se puso a estudiar a nivel universitario diseño en publicidad. Esa fue la puerta grande para entrar de lleno a la fotografía, un territorio donde se mueve estéticamente como una pintora.
Su trabajo pone el acento en la puesta en escena, que se vale de vestidos, accesorios de aspecto antiguo y decorados especiales, como una cama incrustada en el tronco de un árbol o una torre de sillas violetas que pareciera que flotan en el aire. Para lograr estos ambientes, la artista acostumbra recorrer casas de bricolage, ferreterías, ferias de pulgas, negocios de segunda mano e incluso tarros de basura, en los que las personas pueden tirar elementos que a ella le son muy útiles. Plotnikova admira al fotógrafo de modas británico Tim Walker, a la gran Annie Leibowitz y al estadounidense Adam Smith.
La artista en general trabaja con animales salvajes amaestrados, como sucede con el oso que aparece en varias imágenes junto a una chica que lleva un vestido etéreo de color rosa pálido, en poses que inspiran ternura. El peludo y enorme animal se llama Stepan y está bastante lejos de proferir rugidos bestiales y de amenazar con sus garras en el aire, ya que es un espécimen experimentado en el cine, donde trabajó por años. Plotnikova reconoce que los propietarios de sus modelos animales los cuidan más que si fueran sus propios hijos. Dice que le encanta trabajar con zorros y el que posa para ella es de un amigo suyo. Sin embargo, reconoce que no es fácil llevarse bien con la deslumbrante tigresa Chanel: el animal es bastante temperamental y tiene poca paciencia.
Algunas fotos exploran zonas macabras y de pesadilla, rozando incluso la ciencia ficción, como en la composición en la que una joven que tiene una víbora enroscada al cuello y tres extraños ojos abiertos en la espalda, o aquella otra donde la propia fotógrafa besa a un hombre con los ojos deformes y la frente lacerada, quien en realidad es su esposo después de un cuidado maquillaje. Otra imagen, la de una mujer anciana, con el pelo larguísimo y una túnica azul en medio de un bosque, recuerda a Baba Yagá, un personaje de la mitología ucraniana que está a medio camino entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Vale la pena internarse y recorrer estos mundos inventados por los ojos de Plotnikova, con esa mirada que vino a revivir poderosos entornos y símbolos ancestrales.