“Los que dirigen ahora la cúpula sindical son personas que piensan exclusivamente en ser mañana ministros, diputados o intendentes”, dijo.
Durante la entrevista, Novick propuso “revolucionar la gestión pública”, “achicar el Estado”, reducir a 230.000 la cantidad de empleados públicos, reformular el sistema educativo para acabar con la “injusticia” de que “el lugar donde nace un niño sea determinante para el futuro de su vida”, “tecnología, firmeza y tolerancia cero” en materia de seguridad y un Poder Ejecutivo donde el presidente trabaje en un mismo piso con todos los ministros.
También advirtió que el presidente de Cutcsa y asesor presidencial, Juan Salgado, no es socio suyo en el Nuevo Centro Shopping. “Yo soy socio de Cutcsa, no de Salgado. Salgado es el presidente de Cutcsa”, dijo.
A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo evalúa el estado del sistema político uruguayo y la evolución que ha tenido el Partido de la Gente?
—Estos dos años de intenso trabajo han sido muy buenos. En febrero de 2015 me postulé como candidato a la Intendencia de Montevideo. Las encuestas me daban un 5% y el 10 de mayo de ese año un 24% de los montevideanos me respaldaron. Después de eso, seguimos trabajando, recorriendo barrios y ciudades, nos empezaron a llamar del interior, y la gente nos decía que sería bueno hacer la Concertación a nivel nacional. Es decir, la unión electoral de los partidos de la oposición. No inventábamos nada: ya lo hizo Seregni con el Frente Amplio en 1971. A fines del 2015 hablé con los líderes de los partidos tradicionales pero no quisieron. Ellos dicen que para eso está el balotaje. Yo no pienso así.
—¿Por qué?
—Porque ese tipo de unión hay que hacerla antes, es más creíble. No creo en juntarnos después de octubre de 2019 y firmar un acuerdo. Hay que hacer acuerdos programáticos e ir a la elección todos juntos. Ellos dijeron que no, y están en todo su derecho. Nosotros seguimos trabajando y hablando con la gente. La gente nos empezó a decir: “Bueno, entonces hagamos un partido nuevo”. Y así fue que todos juntos, con la gente, fuimos el 7 de noviembre de 2016 a registrar el Partido de la Gente.
—Usted critica mucho a los gobiernos del Frente Amplio, pero carece de propuestas concretas o, por lo menos, no las exhibe. ¿Tiene algo concreto para contraponer a todo lo que critica?
—Este año, el Partido de la Gente formó 20 equipos de trabajo que van a sustentar los lineamientos del partido. No serán propuestas definitivas porque faltan dos años y medio para las elecciones, y el mundo cambia muy rápidamente. De modo que muchas cosas que hoy pensamos quizá haya que cambiarlas en el futuro. Pero sí qué lineamientos tiene este partido con respecto a los distintos temas, como educación, salud, seguridad, trabajo, etc.
—Cuestiona al intendente de Montevideo, Daniel Martínez, porque antes decía que el precio del boleto podía bajar y lo único que pasó es que subió. Pero tal vez haya aumentado porque la realidad económica se lo impuso y tuvo que cambiar. Si usted hubiera sido intendente, quizá no habría tenido más remedio que subir el boleto. ¿Qué hubiera hecho?
—Daniel Martínez ganó la Intendencia mintiéndole a la gente. La situación económica se preveía y él prometió algo que sabía que no iba a poder cumplir. En 20 meses el boleto subió el 38%, mientras que el salario de los trabajadores fue de un 18,78%; el doble. Yo soy crítico porque los ciudadanos tienen que saber nuestra opinión. También soy crítico con el ex presidente Mujica, porque fue el peor presidente de la historia del Uruguay…
—¿…el peor presidente de la historia?
—Sin duda. Nos dejó la peor educación de la historia del Uruguay, la peor inseguridad, nos dejó las empresas públicas fundidas, terminó con la cultura del trabajo e hizo ostentación del no trabajo. Es más: dijo que la prioridad para los jóvenes es el ocio y afirmó en el exterior que los uruguayos son unos atorrantes.
—¿Y no es un poco cierto eso?
—De ninguna manera. Los uruguayos somos hijos y nietos de inmigrantes, que hicieron este país trabajando y con esfuerzo. Yo le pregunto a cualquier padre si les dice a sus hijos que la prioridad es el ocio, como dijo Mujica, o si les enseña que la prioridad es el esfuerzo, el estudio y el trabajo. Por eso es que digo que Mujica nos dejó un país destruido.
—¿Cree que Mujica y Tabaré Vázquez son lo mismo o ve diferencias?
—Mujica nos dejó un país destruido. La gente apostó a que Vázquez iba a solucionar eso, pero lo que está demostrando Vázquez es que no tiene fuerza para cambiar.
—¿Qué quiere decir con “no tiene fuerza”?
—No tiene fuerza porque el país es manejado por Mujica, el MPP y la cúpula sindical.
—¿Y cómo haría el Partido de la Gente para encarar esa realidad que describe?
—Igual que cuando fui candidato en Montevideo. Ahí decía: “Nosotros no venimos a cambiar tu ideología; venimos a cambiar Montevideo”. Menos “izquierda” y menos “derecha” —que nos ha dividido tanto a los uruguayos— y más gobierno que gestione y administre bien, que cuide la plata de los uruguayos y no despilfarre. Sigo pensando eso.
—Muy bien. Pero seguimos sin saber cuál es la orientación del Partido de la Gente. ¿La tiene? ¿Cuál es?
—Vamos a hacer entre este año y parte del 2018 un estudio profundo con expertos nacionales e internacionales para determinar cómo se tiene que posicionar Uruguay en el mundo. Un ejemplo es Rudolph Giuliani para hablar de los temas de seguridad. Giuliani es uno de los que más saben de seguridad en el mundo y ya lo contactamos. Giulani no solo sabe sino que tiene la experiencia de haberlo hecho. En cinco años pudo solucionar los problemas en Nueva York. Yo recuerdo perfectamente que cuando se acercaba la noche, ya no se podía caminar por las calles. Había que irse porque lo rapiñaban. Hoy uno puede ir a Nueva York con su familia, caminar a cualquier hora por cualquier lado y no pasa nada. ¿Cómo lo hizo? Con tecnología, firmeza y tolerancia cero. En una ciudad donde viven ocho millones y otros ocho millones entran por día, si lo pudo hacer con tecnología en esa época, ¿cómo no lo vamos a hacer en Uruguay? Lo mismo vamos a hacer con educación, salud y todos los asuntos importantes. Un estudio completo de hacia dónde debe ir Uruguay y preparar a la gente para esos cambios.
—Usted habla como el empresario exitoso que es. Pero —y lo estamos viendo en Estados Unidos y, en alguna medida, en Argentina— manejar un país no es lo mismo que manejar una empresa. ¿Usted es consciente de eso?
—No es lo mismo pero hay cosas similares. La experiencia empresarial nos permite estar continuamente viendo cómo competir mejor en el mundo. Y eso es lo que debe hacer Uruguay. Hay que revolucionar la gestión pública. En el mundo, en poco tiempo, va a haber grandes cambios que hay que enfrentar con firmeza, coraje y convicción.
—¿Podría dar un ejemplo de eso?
—Para defender a los trabajadores, para que no cierren industrias, fábricas o comercios, hay que actuar con firmeza contra la cúpula sindical.
—¿Por qué le da tanta importancia a lo que llama “la cúpula sindical”?
—Porque ellos no trabajan y solo piensan en ellos. Hay que devolverles el poder a los trabajadores.
—Pero, precisamente, ellos se presentan como los representantes de los trabajadores.
—Sí, pero no votan democráticamente. Muchos trabajadores piensan que no los representan. Si ellos creen en la democracia, ¿por qué no habilitan el voto secreto? ¿Por qué hacen votar a mano alzada, con lo que muchos se asustan? Yo creo en los sindicatos, pero en aquellos que defienden el trabajo de todos los uruguayos. Pero los que dirigen ahora la cúpula sindical son personas que piensan exclusivamente en ser mañana ministros, diputados o intendentes. La mayoría de ellos integran o integraron listas del Frente Amplio. Quiere decir que, además, están politizados.
—Por cosas parecidas a las que está diciendo, un dirigente sindical dijo que usted “es un peligro para la democracia”. ¿Qué reflexión le merece eso?
—¿Peligro para la democracia yo? Si trabajé toda mi vida. Capaz que soy un peligro para la cúpula sindical. Yo voy a exigir democracia a la cúpula sindical. Les voy a exigir que apliquen el voto secreto.
—¿Bajaría los impuestos en caso de llegar al poder?
—Por supuesto que bajaría los impuestos.
—¿Y cómo haría? Porque, eventualmente, recibiría una herencia con una deuda pública muy alta y con un Estado de 300.000 empleados. ¿Cómo hace para bajar los impuestos y dejar todo como está?
—Todo va a ser gradual, pero hay que empezar. Lo primero es achicar el Estado. Cuando empezó a gobernar el Frente Amplio, había 230.000 empleados públicos; ahora hay 300.000 y somos los mismos tres millones y pico de habitantes. Y con la tecnología de hoy, todos sabemos que se necesita menos gente. Hay muchos empleados públicos responsables que habría que dignificar. Pero hay muchos que hay que ver primero si trabajan. Al que no trabaja, hay que sacarlo. Y ahí ya tenemos un montón.
—Pero el sistema para despedir funcionarios públicos en Uruguay es muy engorroso. Hay que hacer todo un trámite que termina en el Senado. ¿Cómo va a hacer?
—Si se comprueba que una persona no va a trabajar, es mucho más fácil de sacar. Yo quiero ir contra esos ñoquis. Además, en esos 70.000 que puso el Frente Amplio hay muchos funcionarios de confianza que pasaron por arriba de gente trabajadora que está hace 20 o 30 años en la Administración Pública y que tienen más conocimiento que los que pusieron ahora. ¿Usted sabe cuánto le salen al país esos 70.000 empleados públicos? Mil millones de dólares por año. ¿Cuántos impuestos se pueden bajar o cuántas escuelas se pueden construir con esa plata? La idea es no reponer empleados por causas de fallecimiento o renuncias. Lo único que aceptaríamos reponer son maestros y docentes. Cada año podemos ir reduciendo entre 10.000 y 15.000 empleados públicos. En cinco o seis años vamos a poder volver a los 230.000, que, como mucho, es lo que precisa el Uruguay.
—¿Y con ese dinero ahorrado bajarían los impuestos?
—Claro. ¿Qué está pasando hoy en Uruguay? No dan los costos, el pequeño comerciante está asfixiado. Y por otro lado, al trabajador no le da el salario y no llega a fin de mes. Entonces, ¿dónde está el problema? El problema está en el costo del Estado, en los impuestos y en la gestión de las empresas públicas. El Partido de la Gente, al ser un partido nuevo, no tiene compromisos políticos, de modo que nosotros, si nos toca, despolitizaríamos a las empresas públicas y pondríamos a los mejores administradores, sin mirar el color político de donde provienen. Hay que terminar con el amiguismo, el clientelismo y la corrupción.
—El presidente Vázquez ha dicho que el Uruguay es el país menos corrupto de América Latina…
—…y capaz que sí, pero yo quiero que haya cero corrupción. Y queremos 100% de transparencia. En un mundo digitalizado, si subimos a las redes todo, cada vez que hacemos una licitación, una compra o un contrato, si usted o cualquier ciudadano quiere ver cómo se hizo una licitación, quiénes fueron los oferentes y por qué se otorgó, tiene que poder saberlo. Eso es un mundo transparente y ahí se acaba la corrupción. Si yo no tengo nada que ocultar ¿por qué no voy a subir a las redes esa información? ¿Por qué no se hace ya? La plata del Estado es la plata de la gente. Y pondríamos en el Estado a gente que cuide esa plata.
—El Uruguay está marcado por el batllismo desde hace más de un siglo, así como la Argentina está marcada por el peronismo. El batllismo creó una cultura en el ciudadano medio por la cual el Estado es muy importante. En esa cultura, el Estado es el salvador, el protector y el Estado casi tiene que hacer todo. Si esto es así, todo lo que dice usted que haría, que para Uruguay serían cambios revolucionarios, probablemente le provoque a los 10 días una huelga general. ¿Cómo se propone cambiar esa cultura?
—Mientras algunos se abrazan al pasado y otros se pelean con el presente, el Partido de la Gente piensa en el futuro. El Uruguay se tiene que reformular. El Estado se tiene que achicar y profesionalizar, y el país tiene que pensar dónde va a trabajar la gente en el futuro. Yo no quiero que los jóvenes tengan como gran aspiración ser empleados públicos. Hay que transformar esa cultura y para eso preciso saber para dónde va el mundo y educar a esos niños y a esos jóvenes para que estén preparados para competir en el mundo de mañana. El país entero tiene que prepararse para eso. La única forma de defender la producción y el trabajo de los uruguayos en el agro es achicando el Estado, pues es la única forma de bajar los impuestos. Y bajando los impuestos, se puede crear un sistema de trabajo competitivo. Más del 70% de lo que Uruguay exporta son productos agrícolas. El presidente Vázquez habló 40 minutos en cadena nacional y no dijo una palabra sobre el agro, cuando el agro es el motor de la economía uruguaya.
—Muy bien, ¿pero cómo transforma esa cultura estatista?
—¿Sabe qué? Vamos a convencer a la gente porque hay muchos ciudadanos que piensan así. El uruguayo medio es trabajador. Tenemos que hacer que los niños estudien inglés y que lo hablen perfectamente. En el mundo del presente y más en el del futuro todos hablan inglés. No puede ser un privilegio de los que pueden pagar escuelas bilingües aprender inglés. En las escuelas y liceos públicos, a los 15 años, el muchacho o muchacha tiene que saber perfecto inglés, así como tiene que saber programación. Así, los chicos van a poder defenderse con el teletrabajo.
—Un informe del Instituto de Estadística dice que los ingresos en los barrios costeros son el triple que los ingresos en el resto de Montevideo. Acá hay una grieta. ¿Cómo cree que se resuelve eso?
—Con educación. Yo me eduqué en escuela y liceo públicos. Teníamos las mismas oportunidades de crecer en la vida que los que salían de colegios privados. Hoy no es así. No hay peor injusticia que la desigualdad de oportunidades. No puede ser que el lugar donde nace un niño sea determinante para el futuro de su vida. Hoy la educación es obligatoria hasta los 15 años, pero no se cumple y no se controla. Nacen 48.000 niños por año en Uruguay, de los cuales el 60% (27.000) nace en la pobreza. El 30% de los niños que van a la escuela pública tienen dificultades para leer y escribir. El 50% de los que viven en los hogares más humildes no termina el primer ciclo de Secundaria y nueve de cada diez no terminan Secundaria completa. ¿Qué chance tiene esa gente de progresar en la vida?
—Mucha cosa difícil y de fondo para solucionar rápidamente. ¿No cree?
—Mire: yo me imagino al futuro presidente de la República en un mismo piso sin paredes, trabajando con todos los ministros, diariamente, todos juntos, y trabajando muchas horas.
—¿Propone sacar a los ministros de los ministerios?
—Sí, señor. ¿Por qué no? Termino con la burocracia y con la cantidad de gente que hay en los ministerios. Se agiliza todo así. Cuando viene una propuesta de inversión, hay que resolverlo rápidamente. Porque el mundo va rápido y el Uruguay tiene que ir tan rápido como va el mundo. El Poder Ejecutivo tiene que ser ágil, rápido, sin burocracia. Tiene que ejecutar. Y lo tiene que hacer con gente de todos los partidos. Hay políticas que deben ser de Estado, porque trascienden a un período de gobierno. Por ejemplo, la reforma de la educación.
—Pero el gobierno estima que las cosas van bien. La ministra de Educación llegó a comparar a José Pedro Varela con Wilson Netto, el actual presidente del Codicen…
—…bueno, eso fue un error enorme.
—Hay un análisis de la empresa Equipos según el cual los uruguayos estarían perdiendo confianza en la política y en los políticos. Eso daría lugar al surgimiento de outsiders de la política. ¿Es uno de ellos?
—No es solo un tema del Uruguay; es mundial. Creo que el mundo cambió y los políticos no cambiaron. La gente quiere que se evolucione. Porque si uno no va al ritmo de los cambios que se están produciendo en el mundo, se queda. Y el país se queda. La tecnología va suprimiendo los trabajos primarios. ¿Estamos pensando en eso? ¿El gobierno está pensando dónde van a trabajar los uruguayos? ¿El PIT-CNT está pensando en dónde van a trabajar los uruguayos? La gente está demandando a los políticos que se actualicen. No pueden seguir con ese ritmo cansino para cuidar sus propias chacritas.
—Pero los políticos de todos los partidos dicen siempre “primero el país y después el partido”. ¿Cree que son todos mentirosos?
—No, pero la gente no siente que actúen así. Y por eso la gente hoy no cree tanto en la clase política.
—¿Usted cree que está bien lo que siente la gente?
—¡Claro que está bien! Los políticos tienen que cambiar. El PBI de Uruguay está subiendo y los índices de la educación están bajando. Pero en todo el mundo el PBI va de la mano de los índices de educación. En Uruguay pasa una cosa rara. Y hay que resolverla. O subimos los índices educativos para acompañar al PBI o el PBI va a bajar. Si no arreglamos la educación, el país se va a empobrecer sí o sí. La gente está pidiendo que haya un recambio en la política. Como en cualquier actividad: cuando las cosas no funcionan, hay que cambiar. Además, es sano que los partidos políticos roten en el ejercicio del gobierno. En 2019, el Frente Amplio va a tener 15 años en el gobierno. Ya están cansados, están desgastados y hasta se están peleando entre ellos. Por eso sería bueno que hubiera un cambio en la próxima elección.
—Recientemente, en una reunión en Pocitos, usted habló de los dirigentes sindicales y los llamó “patoteros”. Uno de ellos fue llevado por el gobierno de Tabaré Vázquez a una gira internacional como para avalar un eventual tratado de libre comercio con China. ¿Qué puede decir sobre ese hecho?
—Ni siquiera puedo imaginar, en la hipótesis de tener que gobernar, ir a pedirle permiso a la cúpula sindical para hacer un convenio o un tratado con China, con Japón o con Estados Unidos. Para hacer tratados no me interesa si los gobiernos son de derecha o de izquierda. Yo quiero defender el trabajo de los uruguayos.
—¿Cómo concibe la política exterior y el Mercosur?
—Debe haber una apertura total. El Uruguay es chico y tiene que abrirse al mundo, haciendo tratados con todos los países.
—La derecha tiene una acepción negativa en Uruguay, a diferencia de Europa o Chile, por ejemplo. Naturalmente, aquí la izquierda explota eso. ¿Cómo haría usted para remontar ese fetiche?
—Ese es un ejemplo más de que los políticos no se dan cuenta de que la gente cambió. En el Partido de la Gente no se les pregunta a las personas a qué partido votaron. Y se arriman blancos, colorados y muchísimos jóvenes frenteamplistas. A la gente ya no le importa si uno es de izquierda o de derecha. La gente evalúa si los que gobiernan son capaces o incapaces y si le van a poder resolver los problemas del día a día. ¿Y sabe qué? Los que están gobernando hoy el país están demostrando que son incapaces. Eso es lo que le importa a la gente.
—En general, los uruguayos, como son estatistas, descreen de los empresarios. Usted es empresario y va a participar como político en elecciones. ¿Cree ser capaz de revertir esa cultura?
—Este país me dio oportunidades y hoy estoy agradecido por eso. No me voy a quedar de brazos cruzados. Me metí en la política por indignación y voy a dedicar mi vida al Uruguay, si la gente me da la oportunidad.
—¿Cómo enfrentaría el drama de Marconi y de los demás asentamientos?
—Lo primero es no seguir favoreciendo la instalación de asentamientos.
—¿Cree que el gobierno del Frente Amplio está “favoreciendo” la creación de asentamientos?
—Bueno, por lo menos no se controla. Somos los mismos tres millones y pico de uruguayos y los asentamientos siguen creciendo. En Montevideo y en el interior cada vez existen más. ¿Cómo es la cosa? Si somos los mismos.
—¿Pero qué haría concretamente para revertir esa situación?
—La primera cosa, como ya dije, es parar la creación de asentamientos; no más. Luego hay que crear nuevos barrios con viviendas dignas para esa gente. Hay que sacarlos de los asentamientos porque si no, ellos mismos se contagian del no trabajo, de la droga, de la delincuencia. En esos barrios deben tener todos los servicios, a donde lleguen los ómnibus. He visto en esos lugares cómo los niños tienen que caminar de 15 a 30 cuadras en el barro y entre ratas para llegar a la escuela. Eso es inhumano. Ahora, si esa gente empieza a vivir en lugares dignos, con buena educación y seguridad, muchos de ellos van a poder progresar. Se trata de integrarlos a la sociedad. Yo creo que ya hay una generación perdida, pero si seguimos perdiendo el tiempo va a ser peor.
—Uno de los socios suyos en el shopping es Juan Salgado, presidente de Cutcsa y asesor del presidente Vázquez. ¿No teme que lo acusen de tráfico de influencias por esa sociedad?
—Yo soy socio de Cutcsa, no de Salgado. Salgado es el presidente de Cutcsa.
—¿Le parece bien que el presidente de Cutcsa, empresa que depende de decisiones del Estado, sea el asesor principal del presidente de la República?
—Yo creo en un futuro de transparencia y tecnología, donde todo se sepa y todo esté claro. Cuando eso se logre, que es fácil de lograr, cada uno puede ser amigo de quien quiera.