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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCual novela de Gabriel García Márquez, de título Crónica de una muerte anunciada, se fue de este mundo el futbolista que le devolvió la dignidad a la Argentina con un gol tramposo.
Lo que se vio por los medios de televisión fue asombroso, cuasi dantesco, donde un pueblo fanatizado despidió a su endiosado ídolo en un acto de masas que se ha repetido en la vidriosa historia de dicho país con otros supremos seres como el nazi Juan Domingo Perón, el femicida Monzón, el cumbiambero Rodrigo o Néstor K, el medioambientalista mafioso.
Todos ellos amados hasta el desquicio por razones viscerales como bien lo expresara Roberto Fontanarrosa: “No me importa lo que hizo de su vida, me importa lo que hizo en la mía”. Y agrego las sabias palabras de nuestro querido Pablo Estramín: “Qué sponsor es la muerte”.
Toda la vida se comparó a este genio del balón con el otro, en eternas discusiones por determinar quién fue el más grande de todos los tiempos: el que nació en la favela y llegó a ministro de Deportes en Brasil o el que nació en la villa miseria y llegó a pervertido plancha. Pero lo más destacado es que nadie levantó su voz para decir lo contrario y el bizarro futbolista se fue como un héroe del pueblo.
Hace pocos días partió la mayor figura de la izquierda uruguaya y para mi desconcierto solo escuché voces de aprobación infinita, donde el argentinismo de convertir seres humanos polémicos en dios se estaba haciendo realidad en nuestra uruguaya y moderada sociedad.
Recordé entonces que en 15 años pasan muchas cosas que muestran a su protagonista en real dimensión: el pedido de apoyo militar al imperio para rechazar la invasión de piqueteros izquierdistas kirchneristas, la agenda de derechos humanos que apoyó incondicionalmente a las dictaduras populistas del Caribe, las omisiones y excusas en el tratamiento de tribunales de honor que juzgaban delitos de lesa humanidad, la encendida defensa de su vice paranoico, la humildad de su avión jet ejecutivo, el escrache público del colono Arrieta en la web de Presidencia, el remate dirigido de la aerolínea estatal, el apoyo filantrópico a la transnacional de la celulosa, el desplome del BPS, la inclusión financiera otorgada al poder bancario, la carrera de médico militar, la ocupación del lugar de trabajo como extensión del derecho de huelga, suma y sigue. Vázquez fue un gran político, un enorme político… de derecha.
Cap. de navío Gerardo Lebel