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Tom Cruise volvió a encarnar a un héroe para enfrentar a un villano que amenaza la paz en el mundo del cine. En junio, el actor asombró a todos al unirse, virtualmente, a una sesión de negociación con la Alianza de Productores de Cine y Televisión de Estados Unidos, según lo reportó The Hollywood Reporter. Su misión: convencerlos de escuchar las preocupaciones del sindicato de actores de Hollywood, SAG-AFTRA, quienes hoy se encuentran en huelga, sobre el uso de la inteligencia artificial en la industria del entretenimiento.
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Un mes después, Cruise se enfrentaba a la rama de la informática, tan en boga, desde otro lugar: en las salas de cine. En su nueva película, Misión imposible: Sentencia mortal-Parte 1, el espía rebelde Ethan Hunt debe intentar detener a “la Entidad”, una inteligencia artificial diseñada para sabotear sistemas digitales, que adquiere conciencia y se infiltra en los principales sistemas militares y de inteligencia del mundo. Un enemigo sin forma pero omnipresente, y la pesadilla de los altos mandos de la tecnología de la información.
Mientras Cruise salta desde una motocicleta hacia un valle montañoso de Noruega, en una de sus últimas y arriesgadas acrobacias, otro fenómeno ocurre tanto en salas uruguayas como en el extranjero. Mientras el público se deja asombrar por la entretenida, pero algo sobreexplicada propuesta de Sentencia mortal, en alguna función simultánea, otro se dispone a reencontrarse con Harrison Ford. O más bien, con dos Harrison Ford.
En su regreso a los cines, de la mano de Indiana Jones y el dial del destino, Ford aparece como el arqueólogo aventurero en una doble interpretación: desde el presente de la película, con Indiana como un profesor septuagenario a punto de jubilarse, y en su versión más juvenil y reconocible en una secuencia inicial de la película de 25 minutos, donde el rostro y cuerpo de Ford son rejuvenecidos mediante tecnología. Aunque estimulante, el resultado distrae, es como si un ventrículo moviera su boca al hablar.
Cruise y el director de Sentencia mortal, Christopher McQuarrie, se negaron a someter al actor al rejuvenecimiento mediante inteligencia artificial, una herramienta que ha ganado popularidad y que ha resucitado a actores como Carrie Fisher, Audrey Hepburn y James Dean en escenas póstumas que utilizan su voz e imagen.
En el caso de Cruise, se contempló la posibilidad de utilizar la tecnología de rejuvenecimiento digital para presentar una versión de Ethan Hunt en una secuencia como la de El dial del destino. McQuarrie decidió descartar esta idea debido a los resultados no del todo convincentes que se obtuvieron durante la investigación, y aunque explicó que lograron momentos “impresionantes” en sus pruebas, otros dejaron que desear. A pesar de esto, el director no descartó la posibilidad de experimentar con esta tecnología en el futuro.
La industria enfrenta un dilema crucial entre la creatividad humana y la automatización implacable, con la amenaza de que Hollywood se convierta en un episodio real de Black Mirror. En la última temporada de la serie de Netflix, de hecho, se hizo referencia a esta preocupación en su primer episodio.
Mientras Hollywood enfrenta un panorama de cambios y desafíos, los sindicatos de guionistas y actores se unen para proteger sus intereses en medio de una amenaza común: la propuesta de inteligencia artificial impulsada por los productores, que plantea la posibilidad de reemplazar a los actores de fondo, los “extras”, intérpretes emergentes en el sector audiovisual.
A la par de este enfrentamiento, en el mundo del cine de acción, Cruise y Ford se encuentran con un enemigo implacable que no distingue entre sindicatos ni propuestas tecnológicas: el inexorable paso del tiempo.
En las películas Sentencia mortal y El dial del destino, que comparten varias similitudes, ambos actores demuestran una vez más su capacidad para cautivar al público con escenas emocionantes que combinan acción y comedia. Estos filmes, pertenecientes a los gigantes estudios Universal Pictures y Walt Disney Studios Motion Pictures, aprovechan a su vez de manera creativa la imagen de un tren para construir secuencias de alto impacto, rindiendo homenaje a la perdurable influencia de Buster Keaton en la cinematografía actual.
Sobre todo, cumplen con el objetivo que las ata a su fecha de lanzamiento en el hemisferio norte: ser los bombazos del verano. Son películas de gran presupuesto, con estrellas destacadas y duraciones extendidas (2 horas y media en promedio), con un protagonista en busca de un objeto ridículo cuya obtención es capaz de salvar o destruir al mundo, que en ambas cuenta con aliados que proveen ayuda y toques humorísticos. Cruise tiene a su equipo habitual, mientras que Ford deja recaer la comedia de la película en la talentosa Phoebe Waller Bridge, guionista, actriz y creadora de la premiada serie Fleabag. Además, ambas películas lidian con un mensaje para sus héroes: el mundo ya no los necesita. Lo mejor ha pasado. Todo es bajada de aquí en más.
En un punto, esa amenaza es real. La regresión constante a propiedades intelectuales como la de Misión imposible, que Cruise lleva adelante desde 1996, o el regreso que el propio Harrison ha hecho para despedirse de sus personajes icónicos en la última década (ya “mató” en pantalla a Han Solo y a Deckard, de Blade Runner), perpetúan aún la crisis de creatividad con la que Hollywood no lidiará de manera temprana. Los tanques orientados a la acción y superhéroes predominan, mientras que las películas independientes buscan su camino y son las de presupuesto medio las que, paradójicamente, parecen sufrir en el proceso.
La década de los años 90, en la que ambos actores ya no eran solo eso sino “estrellas”, fue considerada una de las mejores épocas para el cine, con un aumento en la popularidad de thrillers eróticos, género que exploraba la intriga y el misterio. Pero ni Cruise ni Ford, con su encanto intacto en su tercera edad, apelan a ser protagonistas seductores. Toda atracción de esa índole ha sido reemplazada por un solo sentimiento: estos hombres aún pueden poner el cuerpo al servicio de la cámara y el director de turno dispuesto a zarandearlos sobre múltiples destinos alrededor del mundo.
Ambos actores han envejecido, pero también han logrado mantener el atractivo de sus personajes, y brindan a sus interpretaciones madurez y experiencia. Desde el heroísmo en pantalla hasta la lucha contra la automatización, Cruise y Ford encarnan la dualidad de la industria cinematográfica actual, donde la creatividad y la tecnología se han entrelazado y enemistado hacia un futuro incierto. En su esencia, ambos se mantienen como símbolos de una magia atemporal.