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Los hechos a grandes rasgos son conocidos. El “sábado negro”, 7 de octubre, cientos de terroristas armados de Hamás ingresaron al sur israelí. Asesinaron a casi 1.400 personas, incluyendo 360 jóvenes que participaban en un festival musical al aire libre, y familias enteras en sus casas. La crueldad de este ataque —filmado por los propios guerrilleros— recorrió el orbe. Israel recibió inicialmente una solidaridad casi total del mundo democrático, a escala oficial y popular. Este apoyo se ha erosionado en parte tras la respuesta militar hebrea, que ha conquistado el norte de Gaza y eliminado unos 7.000 terroristas de un total de 30.000 que integran el ala militar islámica.
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Es una lucha compleja, pues no se desarrolla entre ejércitos, sino que Hamás esconde armas y hombres dentro de 500 kilómetros de túneles, cavados debajo de mezquitas, escuelas y hospitales. Es decir, se escuda en su propia gente. Este hecho no se discute, está ampliamente comprobado.
Tras el ataque, Washington envió poderosas fuerzas al Mediterráneo, advirtiendo a Irán y su grupo satélite libanés —Hizbulah— no sumarse a la guerra. Hoy jueves 30 debería prolongarse una tregua de seis días, durante la cual Hamás va liberando 13 secuestrados por día —desde bebés hasta abuelas— a cambio de 230 palestinos presos por actos violentos. Es decir, tres por uno. La rehén uruguaya Shani Goren, por quien realizó un planteo el presidente Luis Lacalle Pou, aún permanece cautiva.
Tragedia y rección
La matanza del 7 de octubre traumatizó a Israel y le costará recuperarse. Nadie creyó que Hamás realizaría un ataque de este tipo, comparado con un día del Holocausto nazi, y que además se hiciera un “harakiri”. La anterior división israelí entre opositores y partidarios de la reforma judicial, impulsada por el premier Netaniahu, les hizo creer —confesaron prisioneros— que Israel no respondería como lo hizo. Brutal error de cálculo tomando en cuenta la historia judía. En horas, 350.000 reservistas fueron movilizados a todos los frentes, en particular al sur con Gaza y al norte con Líbano. Hamás no puede derrotar a las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) en el campo de batalla. Por lo tanto, depende de ejercer presión psicológica y política para detener la guerra. Lo hace utilizando a los secuestrados —entre ellos, trabajadores extranjeros y turistas de varios países— y explotando los canales diplomáticos para lograr un alto el fuego, que esta vez prometen “permanente”.
Esta táctica intenta ejercer presión con el fin de crear un escenario que impida la continuación del conflicto, antes que Jerusalén haya logrado sus objetivos. El principal es expulsarlo del poder en Gaza, que mantiene con mano de hierro desde 2007. Que quede claro: ninguna fuerza ocupaba Gaza desde 2005, año en que Israel cedió el territorio a la Autoridad Palestina con sede en Ramallah, hasta que el propio Hamás la expulsó del poder a sangre y fuego. La rotación democrática y pacífica no rige hoy en ningún Estado árabe.
La víctima política del conflicto, una vez controlada la situación, será el premier israelí y su gobierno. Ningún político puede sobrevivir al desastre que vivió la nación el llamado “sábado negro”.
El analista Nitzan Fucs escribió que “Hamás puede ser derrotado, al igual que cualquier organización terrorista o fuerza guerrillera... La cuestión es el precio, si vale la pena pagarlo y cuáles son los planes para el día después”. Son preguntas que requieren respuestas. Las mismas pueden variar con las circunstancias, según el éxito de la campaña. La lucha con Hamás no es solo un desafío militar, sino también político y psicológico. La opinión pública desempeña un papel clave en la conducta del gobierno en la guerra. La determinación popular es básica.
¿Cómo podría Hamás ganar la guerra? Una guerra es un duelo entre dos jugadores con deseos contradictorios. El enemigo no es una masa inerte que absorbe golpes sin resistencia. Se adapta, cambia, resiste. Si se quiere vencer, hay que tener en cuenta cómo enfrentarlo. Para saberlo hay que comprender qué es la victoria para Hamás. Su constitución expresa que “Israel continuará existiendo hasta que el Islam lo elimine, así como ha eliminado a muchos otros”. En su propia declaración, se aclara la meta política y religiosa de Hamás. El medio es el terror y el fin justifica los medios.
Según el capitán Roni Kaplán, “hubo un mal cálculo por parte árabe, creyendo que la grieta social era tan amplia que le costaría salir a una guerra, mientras Irán se plegaría a la ofensiva, haciendo tambalear al Estado hebreo... pero no solo Israel comenzó a defenderse frente al ataque sorpresa, sino que el mismo cohesionó a la ciudadanía en torno al derecho de autodefensa, llevada a cabo por un ejército basado en la reserva y en una contundente respuesta ciudadana. En horas, millones de israelíes se hicieron voluntarios para servir en un esfuerzo bélico que no eligieron, pero comprendieron que nunca habrá paz con Gaza si Hamás gobierna”.
Las metas de Israel
Según el oficial Ariel Zalba, los objetivos del ejército son “derribar el poder militar y político de Hamás, recuperar a todos los rehenes, que Gaza no represente nunca más un peligro y eliminar la presencia de Hizbolah en el sur libanés”.
“No existe interés de que Irán nos arrastre a una guerra regional, al tiempo que nuestra alerta es máxima y estamos preparados para cualquier tipo de contingencia”, señaló. “De todos modos, no parece que Hamás hubiese esperado un efecto boomerang y que la masacre haya sido un acto kamikaze”.
Los cuarteles debajo de Al Shifa responden a la lógica de evitar que Israel los ataque, a través de usar estructuras civiles tan sensibles como el principal hospital. Es similar cuando los terroristas usan ambulancias de la Media Luna Roja para desplazarse o como cuando a punta de pistola intentaron evitar que los civiles abandonen el norte de la franja, ignorando la solicitud israelí a los gazatíes de salir de allí por ser zona de combate. Hamás reportó muchas más víctimas que las reales. Además, 10% de los cohetes lanzados a Israel caen por error en Gaza y causan muertes a la población. Es clave recordar que Hamás fusiló a mucha gente que iba hacia el sur y se resistió a ser utilizada como un escudo.
El bien y el mal no se miden comparando el número de víctimas. Israel ha invertido durante décadas en sistemas de defensa civil y aérea para proteger a la gente, mientras Hamás roba la ayuda internacional. La guerra es la cuestión más compleja en la que se ha embarcado desde siempre la humanidad. En su complejidad hay que analizarla, en su complejidad hay que entenderla.