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    Tras un 2020 en el que costó pararse como oposición, el Frente Amplio debe ir “por la revancha” y enfrentar la política “económica brutalmente ortodoxa” que aplica el gobierno

    La Ley de Urgente Consideración tiene muchos aspectos “regresivos“ y la coalición de izquierda no podía “mirar para el costado” y dejar “desangrarse solo” al movimiento social en la recolección de firmas para derogarla, dice el senador comunista Óscar Andrade

    Óscar Andrade es de los dirigentes frenteamplistas que más horas dedica a militar. Desde que Luis Lacalle Pou asumió como presidente el año pasado el senador comunista ha recorrido prácticamente sin parar el país. Hasta que la semana pasada el contacto con la senadora Silvia Nane —positiva por Covid-19— lo hizo frenar. Desde su casa, en cuarentena, y a la espera del resultado del hisopado, ayer miércoles dialogó con Búsqueda.

    El senador reconoce que el gobierno tomó buenas decisiones en relación al manejo de la pandemia, sobre todo en los primeros meses. Eso, según Andrade, explica por qué, junto con el manejo de la comunicación, la gestión de la coalición es bien valorada por los uruguayos. Pero advierte: “Para el día después de la pandemia algunos ahorros nos van a salir carísimos”.

    Una de las formas que encontró el Frente Amplio para “pararse” ante un gobierno “ortodoxo” fue impulsar un referéndum contra la Ley de Urgente Consideración. Pese a que hubo sectores que se opusieron, el nuevo coordinador de la bancada de senadores dice que el Frente Amplio no tenía otra opción que sumarse a la recolección de firmas porque hay muchos artículos en esa norma que son “regresivos”. Pero además, añade, hubiese “sido una derrota mayor” no acompañar el esfuerzo iniciado por el PIT-CNT y otras organizaciones sociales.

    —¿Qué evaluación hace del gobierno hasta este momento?

    —La gestión del gobierno tuvo méritos. El más notable fue haberse apoyado en la comunidad científica. Y haber paralizado el país durante dos meses también fue un mérito, porque retrasó mucho la llegada de la primera ola. Yo rescato el arranque de la pandemia, que tuvo méritos. Después puedo repartir los méritos: esa comunidad científica existe porque pegó saltos en los últimos años, hay un sistema integrado de salud, Uruguay tiene un sistema de acceso al agua potable muy alto, la conducta del pueblo uruguayo. Pero también hubo decisiones del gobierno. Sí fuimos muy críticos en marcar cómo hubo tanta pasividad en que cientos de miles de uruguayos quedaron de un día para otro sin nada y el gobierno, que tenía posibilidad de atender endeudándose a tasa baja, no los atendió. Ahí sí no se apoyó en la comunidad científica. Los informes del Instituto de Economía eran contundentes y nos anticipaban más de 100.000 pobres; es más, nos colocaban claves de qué medidas tomar para poder evitarlo.

    —Pese a esos números, las encuestas muestran una aprobación de la gestión. ¿Por qué sucede eso?

    —Porque el centro de la atención ha estado en el punto uno en el que tuvo aciertos. La gestión sanitaria de la pandemia fue el punto de atención principal, por sobre todos los demás. Lo ves en el tema del empleo, por ejemplo. El Frente Amplio creó 300.000 puestos de trabajo, un sacudón, algo para el Uruguay gigantesco, y más considerando que se generó con aumento de salarios. De ese nivel, que era el Maracaná de Uruguay, perdés paulatinamente 50.000 puestos de trabajo, la mayoría en la construcción, y estuvimos en la picota pública diariamente. Este año se perdieron 60.000 y si no se refleja en la tasa de desempleo es porque hay varios miles que ni siquiera salen a buscar. Sin embargo, este tema del trabajo no está en la preocupación de la gente. Entonces, como el tema de la pandemia es la preocupación principal, eso tiene mucho que ver en la valoración del gobierno, que allí tiene fortalezas.

    —A partir de la llegada de las vacunas aparece un horizonte para “terminar” con la pandemia. ¿Cree que allí se notarán las falencias que marca?

    —Veremos. Yo lo que digo es que la principal preocupación política nuestra está en dos posibilidades: llegar con x cantidad de personas fallecidas a ese día de la inmunización o llegar con menos. Y la discusión hoy es esa, llegar con menos. Tenés dos posibilidades: llegar a ese día de la inmunización con una sociedad que esté profundamente fragmentada y económicamente muy dolorida o no. Para el día después nosotros creemos que algunos ahorros de hoy nos van a salir carísimos. ¿Cuántos gurises de los que recibían becas para Uruguay Estudia y dejaron de recibirlas hoy no siguen estudiando? Cada uno nos sale mucho más caro después. Y nos parece que en ese plano, cuando vos tenés que el endeudamiento promedio en países fue de 12 puntos, que el crecimiento del déficit comparado al ingreso medio fue más de cinco puntos y vos crecés uno…, ¿no tenés margen para pegar un empujón más potente en la salida a la crisis?

    En el medio lo que hay es una enorme dificultad de comunicación del Frente, que sobre estos temas no logró ponerlos en agenda.

    —Tampoco era fácil plantearlo cuando se discutió la LUC porque la pandemia impedía las manifestaciones.

    —Eso puede ser. Yo creo que igual hay una parte en la que no logramos plantear de qué estamos discutiendo. Fijate lo que hace Pablo da Silveira, que es un crack. Mide el presupuesto para la educación según el PBI. Entonces claro, baja del 5,2 al 4,5. Es una rebaja, claramente. Si te dicen que tenés una salario de 10 en 2014, 12 en 2015, después 13 en 2016 y llegas a 19, yo te digo que no perdés salario, sino que vas a tener el mismo 10 que cuando inició el período de gobierno anterior, ¿cómo que no me estás bajando? Para disimular la rebaja dicen que es un presupuesto idéntico al del primer año del último gobierno del Frente Amplio, tuvo cinco años creciendo después, y te presenta una rebaja disimulándola con la retórica. Si el Frente Amplio hubiera bajado una décima el presupuesto llegaba a la China el incendio. Lo cierto es que el gobierno tuvo un manejo en que logró recortar los recursos sin que se generara un hecho de agenda política. Hubo dificultad para la movilización, sí, pero yo creo que la falta de la contundencia nuestra.

    Javier Miranda durante la conferencia de prensa "Balance del 2020" en la sede del Frente Amplio. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

    —¿Complica más el hecho de que no está claro quién habla por el Frente Amplio? ¿Dónde diría que está el liderazgo, en la presidencia, el Parlamento, en determinados dirigentes?

    —Si habla Danilo, andá a decir que no habla el Frente Amplio. Si habla Mujica, andá a decir que no habla el Frente Amplio. Tabaré murió, pero tenías tres liderazgos tan fuertes que cuando hablan lo hace el Frente Amplio. Fijate que Tabaré no pide la cuarentena obligatoria, sí dice que parece inevitable que lleguemos a una cuarentena obligatoria. Razona sobre un escenario posible que no se descartó en ningún lado. Y está instalado en todos lados que el Frente Amplio planteó la cuarentena obligatoria. Esas son las circunstancias con las que tenemos que transitar y que son inevitables. ¿Le vas a decir a Mujica, uno de los protagonistas más notables de los últimos 30 o 40 años, que no hable más? No existe. La pregunta es cómo reconstruimos y fortalecemos la conducción política. Porque acá no es un tema solo de Miranda, porque parte de los problemas de la conducción es que lo dejamos medio solo. Cuando discutamos ahora qué conducción necesita el Frente Amplio, si discutimos solo sobre un presidente o presidenta es un error gigante. Hay que construir un equipo con suficiente peso y legitimidad para poder conducir el barco en un momento muy complejo.

    También hay un proceso de reacomodo de gobierno a oposición, generar confianza de trabajo colectivo nuevo porque, por ejemplo, en la bancada de Senado muchos compañeros empezamos a trabajar juntos ahora. Las dificultades de movilidad que causó la pandemia también complicaron. Lo cierto es que nos faltó mucha contundencia para señalar dónde teníamos las diferencias con el gobierno. Entonces se crea ahí una percepción de que en el Frente se quejan solo por haber perdido el gobierno. Sin dudas que nos duele haber perdido el gobierno, pero hay una base de fundamentos bastante sólida atrás de por qué son negativas determinadas medidas. Y en eso vamos por la revancha. Ya está, el 2020 ya pasó y ahora en 2021 es necesario volver a discutir con profundidad una orientación económica brutalmente ortodoxa, las más ortodoxa que conozco. No hay país en el mundo que ensaye un recorte así en medio de una pandemia, desde la perspectiva de que sus resultados son una tragedia que puede costar muchísimo revertir.

    —El proceso de autocrítica en el Frente Amplio continúa. ¿Cuál es su versión de por qué perdió la elección nacional?

    —Hay cuestiones que tenemos siendo oposición y las teníamos siendo gobierno: las dificultades para la síntesis política, la falta de claridad para una mirada estratégica, la dificultad en el vínculo con el movimiento social, los problemas en la fortaleza de la estructura organizativa. Otras tienen que ver con factores extras como el haber transitado una etapa de menor crecimiento económico producto de una circunstancia regional complicada, las dificultades para modificar la estructura productiva, que es demasiado primarizada y que nos generó un nivel de dependencia que no logramos superar durante los gobiernos frenteamplistas. Y errores. También errores que el Frente los pagó muy caros. Algunos fueron muy notorios: La esencialidad en la educación, algunos problemas que salieron a la luz en la gestión de las empresas públicas, en particular en Ancap. Y méritos de ellos. Porque hay méritos en la coalición de derecha, que logró articular desde el Partido Independiente hasta Cabildo Abierto en un mismo espacio. Si algo quedó claro es que fragmentados no ganaban. Eso, que es un mérito en la ingeniería electoral, tiene ahora una colección de sapos para tragar. Y también tiene un mérito, que es que lograron instalar un par de temas: rebaja de las tarifas y ahorro sin tocar políticas sociales. Y mucho acento en que no iban a recortar derechos y rebajar salarios. En lo comunicacional tuvieron muchos aciertos. Por lo tanto, ahora que el BPS dejó de controlar los laudos, ahora que un trabajador que está en la ilegalidad se le acorta la mitad el tiempo de reclamo, es un momento de ajustar cuentas. Ahí tenemos un desafío enorme de poner esos temas ahora.

    —El sociólogo Agustín Canzani dijo en una entrevista con  Búsqueda  que el Frente Amplio perdió la “capacidad de ir leyendo la realidad” y que hacia adelante debe dar un debate programático e ideológico para “actualizarse”. ¿Lo está haciendo?

    —Estamos buscando alguna pista de reivindicación y programa. El Frente que tuvo una elección del 40% y sigue siendo la principal fuerza política del país perdió en casi todo el electorado. Ahí yo tengo una divergencia con el resto. Si bien es cierto que perdimos votos en el interior, la zona metropolitana fue donde se definió la campaña. La distancia que sacó Tabaré a Lacalle Pou en Montevideo y en Canelones en 2014 fue 250.000 votos. La distancia en noviembre de 2019 fue de 150.000 votos. Estos votos que nos recortaron de distancia se vieron menos porque ganamos en Montevideo y Canelones, pero si hubiéramos ganado por la misma distancia estaríamos discutiendo esto desde el gobierno.

    Ahora, la clave no puede ser solamente en términos electorales, necesitamos encontrar determinados elementos en claves políticas. Yo creo que hay vigencia en compartir una crítica profunda a esa lógica mercadocéntrica. En un país del tamaño como el nuestro una perspectiva como esa no solamente no es deseable en términos éticos, por la cantidad de gente que va a pasar mal, sino además creo que es inviable en términos económicos. Uruguay no va a competir con China en cantidad sino en la calidad. Entonces, sigue siendo un planteo vigente que el centro tiene que ser el trabajo de calidad. Y en ese sentido tenemos que retomar cosas que nos quedaron por la mitad durante los 15 años de gobierno. El proceso de inversión en ciencia y la tecnología nos quedó por la mitad. Los procesos de diálogo social que se instalaron de la nada todavía quedaron lejos. La potencia con la que hay que combatir las asimetrías en la educación quedaron lejos también, y ahora se desarman.

    Yo sé que después, en lo comunicacional… Nosotros no perdimos contra una estrategia de país, perdimos contra dos consignas que fueron bajar las tarifas y ahorrar 900 millones sin tocar a nadie.

    —El Frente Amplio votó a niveles de 1999. ¿Esto sucedió solo con dos consignas?

    —En lo comunicacional fueron las más potentes. Y yo creo que las campañas políticas precisan de consignas. El Frente cuando llegue también precisa tener dos consignas. Pero si mirás la densidad programática y los planteos de la coalición respecto a los temas de vivienda, de educación, de salud… ¿Cuál era la profundidad de programa que tenías como alternativa? Muy chata.

    Mario Bergara, Cristina Lustemberg, Oscar Andrade y Lucía Etcheverry en la Comisión de Salud del Senado. Foto: Ricardo Antúnez / adhocFOTOS

    —¿La recolección de firmas para derogar la LUC fue una manera de movilizar al Frente Amplio? ¿Es el mecanismo por el cual posicionarse contra el gobierno?

    —Nosotros fuimos contra la LUC de Batlle, que comparada con esta LUC era de gravedad mínima. Solo el artículo 1º, que establece que ante cualquier derecho patrimonial le podés quitar la vida a alguien, alcanzaría para juntar firmas. Yo no puedo vivir tranquilo en un país así. ¡No hay manera! Solo el artículo de información secreta en Inteligencia alcanzaría para ir a un referéndum. Ensayar una reforma educativa que violente la autonomía como hicieron es enterrar las mejores ideas de Pivel Devoto, del batllismo y de Varela. Ni hablar las manifestaciones y el derecho a huelga. Entonces, cambios de esta magnitud, que la mayoría de la población desconoce… No está ni en contra ni a favor de la LUC, desconoce. La clave de la LUC son los contenidos, y sobran para juntar las firmas. Esto es lo primero que me gustaría dejar claro.

    Yo no tengo dudas de que el triunfo nuestro es si logramos poner arriba de la mesa la hondura de los cambios.

    —¿No están yendo contra la principal ley del gobierno, que es al que votó la ciudadanía? 

    —No, porque, si no, no hubiéramos votado la mitad de los artículos. Si la actitud nuestra fuera esa de que era solo la ley del gobierno hubiéramos votado en contra de todo. Y en realidad ayudamos a mejorar una cantidad de artículos que estaban muy mal, logramos que se retiraran otros que eran muy negativos y votamos otros artículos. Sí nos parece que hay cambios que quiebran políticas de Estado, como la ley de Inteligencia, que rompe con ocho años de debate con acuerdo de todos los partidos políticos. Hay aspectos de la norma profundamente regresivos, una docena de ejes temáticos que es en los que queremos centrar el debate. Y yo sé que hay gente que los respalda, pero nos merecemos tener un debate más amplio.

    —¿Qué consecuencias puede traer un resultado adverso para el Frente Amplio?

    —Siempre es mejor ganar que perder. Pero no se juega todo el partido acá. De hecho, perdimos el referéndum de la LUC de Batlle y después llegamos al gobierno. Si por llegar a las firmas y ganar después el referéndum alguien piensa que después de eso es poner punto muerto hacia el gobierno es un error enorme. En realidad, es un proceso y una parte más. Y también al revés, porque referéndum que no llegaron a las firmas hay un montón. Sí hubiera sido una derrota más dura, siendo consciente del contenido de la LUC, no participar de la acción colectiva que intenta frenarlo. Porque referéndum iba a haber, con o sin el Frente Amplio. El tema es si el Frente Amplio, por un cálculo electoral mezquino, miraba para el costado, se hacía el distraído y dejaba al movimiento social desangrarse solo, en un contexto complejo.

    —¿Por qué el mejor camino para el Frente Amplio en este momento sería tener un candidato de consenso como Marcos Carámbula y no la disputa interna? 

    —La disputa electoral te fortalece a veces. Hay momentos en que son buenos y hay momentos en que son inevitables. Para mí este momento no es el que la vida política pide una disputa electoral. Me parece que es posible un consenso, esto es apenas una opinión muy modesta. Si el consenso es bueno, en este escenario, no encuentro un compañero con mayor posibilidad de generar lo que puede generar Marcos. Capaz que hay, pero yo no encuentro. Otro compañero puede creer que lo mejor ahora es que haya disputa y puede tener hasta diferencias por el nombre. Yo creo que es tiempo de acuerdos, pero es un modesto razonamiento.

    • Recuadro de la entrevista

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