Un blanco y un colorado escribieron un libro en el que advierten que está en peligro la República, pero difieren en cómo salvarla

Pese a coincidir en que se está frente a una situación que requiere un cambio, difieren en los caminos a seguir. Para Faig, los partidos fundacionales deben unir sus fuerzas con el objetivo de “ganar el gobierno” y que “esa mayoría revierta la lógica frenteamplista de exclusión de la alteridad promovida en estos años”. Martín, en tanto, entiende que unir fuerzas llevaría al “fracaso” y a “perder todo aquello que hoy” queda. Por eso plantea “volver a construir partidos fuertes y defender las cosas que siempre se han defendido”.

Faig y Martín definen lo laico como sinónimo de lo no religioso y explican que el Estado abstencionista es el que no ignora ni desconoce el hecho religioso, pero que entiende que se trata de un asunto “esencialmente privado”. Por eso, la abstención “implica garantizar el derecho de cada uno a profesar y transmitir, si así lo desea, la religión que sea”.

“Hay que decidirse a dar la batalla por el Uruguay laico abstencionista, desenmascarando a sus adversarios. Parece elemental expresarlo, pero se precisa más vigor en la tarea ya que no queda claro que los actores sociales y políticos comprometidos con este fundamental principio de convivencia colectivo estén teniendo el protagonismo que la hora requiere”, advierten.

Los autores del ensayo afirman que se debe “exigir” que “lo religioso vuelva al espacio sagrado de los templos; hay que exigir libertad y pluralismo en la conformación de los relatos históricos que se enseñan en nuestras escuelas para terminar con el dogmatismo político-religioso”.

Si no se toman medidas, dicen, se perderá la República, en la que no habrá “ciudadanos libres e iguales”.

Dos visiones.

Faig sostiene en su conclusión, que los partidos políticos y organizaciones “comprometidas” con la laicidad —como la Masonería o las instituciones de enseñanza laicas— tienen un papel fundamental en promover la discusión de este tema.

Un punto clave es la educación. “Lo que no puede seguir ocurriendo es que la enseñanza de la identidad colectiva esté basada en una lógica de exclusión de las tradiciones que no conforman las de la izquierda del país. Insistir sobre esta peronización a la uruguaya de la enseñanza, de los manuales de estudio y en el relato oficial hecho de símbolos que hacen ciudadanía, no hace más que dañar la convivencia colectiva y debilitar a la República”, señala. “Hay que terminar con la historia sesgada”.

Faig sostiene que es “urgente” enfrentar la “fragmentación social del país”. “La principal prioridad tiene que ser atender a las nuevas generaciones de las clases populares que, hoy, no cuentan con herramientas elementales para forjarse un futuro mejor”.

En cuanto a lo político partidario, Faig habla de una alianza electoral entre blancos y colorados. Dice que hoy hay una “lógica binaria” en el debate político que no cambiará en el mediano plazo. Agrega que las diferencias históricas entre los dos partidos solo llamarán la atención de los más veteranos y los más polítizados, mientras que el resto de la ciudadanía “no entenderá de qué se está hablando”.

Martín entiende, por su parte, que ir a esa lógica de alianza sería un “error” y llevará al “fracaso”. Sostener que existen dos bloques homogéneos es una prédica que le “conviene” al Frente Amplio porque simplifica el debate entre “buenos” y “malos”, sostiene. “Los partidos tradicionales tienen mucho en común, es cierto, pero también mucho de diferencia”.

El militante colorado afirma que “no hay atajos” y que el trabajo principal es “volver a construir partidos fuertes y defender las cosas que siempre se han defendido”. “En el caso del Partido Colorado, debemos reconciliarnos con las mayorías populares de las que el partido fue el más genuino representante a lo largo de la historia del país”.