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    Un millón de razones: Cosas maravillosas, una obra sobre el suicidio en Montevideo de las Artes

    Juan Luis Granato protagoniza este monólogo escrito por el británico Duncan Macmillan y dirigido por el uruguayo Eduardo Cervieri

    Un niño de siete años escribe algo para su mamá, que está internada en el hospital porque según le dice su papá, “hizo algo estúpido”. Como a la madre resulta muy difícil ser feliz, el niño empieza a escribir una lista con todas las cosas lindas que hay en el mundo. Todo lo que se le ocurre. Solo anota lo extraordinario, lo que provoca extremos de placer instantáneo. Aquello que genera una sonrisa inmediata. Chuparse la mermelada de los dedos. El olor a pasto recién cortado. Ver el amanecer. Apagar el despertador y seguir durmiendo. Esas y otras cosas extraordinarias por las que vale la pena vivir. El niño deja la lista bajo la almohada de su madre. Ella no le dice nada, pero él sabe que la leyó porque le corrigió las faltas de ortografía.

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    Cosas maravillosas cuenta la historia de un niño que crece sabiendo que su madre no quiere vivir. El niño crece, va a la universidad, se enamora, se recibe, se casa, trabaja en diferentes lugares del mundo, se vuelve una persona solitaria, su matrimonio se deteriora y se separa. Mientras, nunca deja de escribir su antología de maravillas y momentos brillantes. También, comienza a experimentar él mismo algunas de las cosas nada maravillosas que le pasaron a su madre desde siempre. La lista llega al millón, se pone cada vez más específica (hacer pis en el mar y que nadie se entere, el olor de los libros antiguos) y nuestro alistador ya no la escribe solo para su madre.

    Ya con este argumento la historia resulta lo suficientemente interesante y atrapante como para constituir una obra al menos prometedora.

    Lo que hizo el dramaturgo británico Duncan Macmillan la transformó en una obra disruptiva: el actor cuenta la historia rodeado de los espectadores, a quienes asigna la interpretación de algunos de los personajes laterales de la historia: el padre, una psicóloga, la chica de la que se enamora y se convierte en su esposa, un perrito con el que habla por teléfono. Pero esto no es todo, porque el actor que protagoniza este falso monólogo otorga la palabra al público en varios momentos de la representación para que este complete la lista con lo que se le ocurra. Así, en el momento preciso, cualquiera puede intervenir y disparar su cosa maravillosa al escenario.

    Este dispositivo narrativo confiere un gran poder a Cosas maravillosas: el público completa la representación en forma espontánea e impredecible, con su propia teatralidad, con su propia subjetividad, con su propio estilo. Surgen así infinidad de momentos únicos y se potencia al extremo aquello que todos los teatreros sostienen como un dogma: que no hay una función igual a otra. Este formato participativo al extremo resulta muy propicio para abordar un tema duro y difícil de tratar artísticamente como este. En un centenar de personas reunidas con cualquier propósito, seguro que más de uno tiene o ha tenido alguna experiencia cercana con esta realidad. Esa emoción se aprecia en el aire y resulta determinante para el éxito de la función.

    Macmillan es un autor nacido en 1980 que ha firmado obras de gran éxito en Europa y Estados Unidos, como esta, cuyo nombre original es Every Brillant Thing, y a quien le gusta abordar temas de alta implicancia social. En Lungs encara la temática de la paternidad, y en People, Places and Things, las adicciones. También creó en Inglaterra una adaptación de 1984, de Orwell.

    Granato & Cervieri

    En 2019, una versión peruana de esta obra fue representada en el Teatro Circular, en el marco del Festival Internacional de Artes Escénicas. Ese mismo año se estrenó esta versión uruguaya, dirigida por Eduardo Cervieri y protagonizada por Juan Luis Granato, que ahora recorre los barrios montevideanos en el festival Montevideo de las Artes. La primera de esta serie de once funciones tuvo lugar el martes 16 en Teatro El Tinglado, cuya sala se llenó para presenciar este unipersonal. Durante la función, Granato agradeció expresamente a cada uno de los espectadores a los que hizo participar. Su invitación no es invasiva, es una sugerencia, y todos los invitados accedieron a la tarea encomendada, más allá de la timidez natural. Unos cuantos, incluso, parecían estar esperando la oportunidad para lucirse. El público aplaude cada participación y así se va generando una complicidad natural y muy agradable, nada forzada. El telón de fondo, el cuento que se comparte, desactiva cualquier vergüenza, cualquier posibilidad de que algo sea interpretado como un golpe bajo.

    Granato maneja la energía, los tiempos, asume el protagonismo y distribuye la acción escénica con equilibrio y sin perder nunca el control narrativo. Dosifica la intensidad, sube y baja el tono vocal, agradece con una sonrisa y pide un aplauso a cada espectador que interviene. Y logra una actuación a la altura de la calidad de la obra.

    Cervieri contó a Búsqueda que la iniciativa de hacer la obra en Uruguay fue de Granato, quien le propuso a hacerse cargo de la dirección. Ambos teatristas habían trabajado juntos en la obra Almacenados, dirigida por Cervieri y protagonizada por Granato y Pepe Vázquez. “El texto me pareció muy bueno, y la posibilidad de trabajar nuevamente juntos era otra linda oportunidad. La premisa fundamental era que la obra podría aportar una visión esperanzadora a todos, incluso a la personas que sufren la problemática y a su entorno. Y recorre un tema muy duro, como la depresión aguda y sus consecuencias, presentándolo con mucha ternura e incluso con humor. Al dirigirla cuidé mucho que ambas emociones surgieran naturalmente, auténticamente, evitando los facilismos”. Cervieri asegura que en todas las funciones “la gente sale conmovida y esperanzada, y siempre nos alcanzan ideas para acrecentar esa lista de ‘cosas maravillosas’ que inicia un niño de siete años”.

    Sobre el recurso de que el público participe en algunos roles secundarios puntuales, el experiente director montevideano recuerda una idea que acredita a la actriz y escritora española Ana Diosdado, “quien decía que el verdadero origen del teatro fue cuando una niña se calzó los zapatos de su madre y jugó a las señoras”. Para Cervieri, “potencialmente todos hemos tenido la posibilidad de hacerlo, de meternos en otros zapatos, pero cuidamos mucho que el público participante sintiera la felicidad de hacerlo, sin sentirse intimidado o invadido”. El director tuvo en cuenta su experiencia personal con un tema tan delicado como habilitar o estimular a que el público participe en la representación: “Cuando fui a ver Ícaro, de Finzi Pasca, yo sabía que al inicio él bajaba a la platea a elegir entre el público a un espectador para que subiera al escenario y fuera su coprotagonista. Y si bien uno es actor, cuando bajó a hacer su elección, yo me zambullí en la butaca tratando de no ser visto. Cuando terminó la función me dije: ‘lástima que no me eligió a mi’. Esa es la idea”.

    En un país cuya tasa de suicidio está entre las más altas de América y del mundo, Cosas maravillosas es una obra necesaria, que a sus virtudes artísticas suma un potencial de beneficio social que la ha vuelto muy demandada en espacios terapéuticos vinculados a la salud mental, la terapia contra la depresión y colectivos dedicados a combatir el suicidio.

    Agenda

    Tras las funciones en El Tinglado y la Sala Lazaroff, hay nueve funciones de Cosas maravillosas programadas para los próximos días en ocho salas, en Montevideo de las Artes, todas a las 20.30 y con entrada gratuita (por orden de llegada): hoy jueves 18, en el Centro Cultural Florencio Sánchez (Cerro), mañana, viernes 19, en el Centro Cultural Artesano (Peñarol), el sábado 20, en el Centro Cultural La Experimental (Malvín) y el domingo 21, en el Teatro Circular. Luego estará en el Castillo Idiarte Borda (miércoles 24), Sala Verdi (jueves 25 y viernes 26), Centro Cultural Terminal Goes (sábado 27) y Teatro de la Candela (domingo 28).