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    Un muy largo invierno

    Nº 2219 - 30 de Marzo al 12 de Abril de 2023

    El sentimiento que reina en el agro uruguayo es de resignación. La sequía va dando paso a una normalización del clima pero los daños que ha causado durarán por meses. Nos queda poder cosechar lo poco que quedó del verano (se estima que entre la mitad y los dos tercios de la cosecha de soja se ha perdido), si es que al clima se le da por colaborar.

    Para aquellos que no están vinculados al campo, existe la tentación de pensar que la pérdida es solo una mala cosecha. Pero es mucho más que eso. Las empresas agropecuarias se diseñan para un ciclo continuo de producción, donde el pico de trabajo es la siembra y la cosecha de cultivos (en el caso de la agricultura). Este quiebre productivo y el cambio en el contexto de precios relativos de la agricultura hacen que muchas empresas estén enfrentando un año muy complejo, con decisiones nada fáciles de tomar.

    El primer gran drama de la sequía es que deja un enorme hueco financiero por la falta de producción y por ende de gente que no tiene con qué pagar los insumos que levantó para la siembra de verano. Para darles una idea del problema, solo un tercio de la agricultura tiene seguros que cubren un rendimiento mínimo a causa de la sequía. Los otros dos tercios no tienen esa contención y para ellos el drama es mucho más importante.

    Habiendo pagado los insumos, o al menos refinanciarlos, tenemos el segundo hueco financiero: con qué línea de crédito se van a financiar los insumos necesarios para sembrar los cultivos de invierno (cuya siembra empieza ahora) en un contexto donde el margen de utilidad de los cultivos está muy comprometido. Es decir, la agricultura se tira al agua con una expectativa de rentabilidad muy diferente a la que existía un año atrás, con precios récord de los granos y con costos también muy altos. Estos cultivos que sembramos desde ahora hasta julio se cosechan al final del año, es decir, que ese empresario que tiene que remar las pérdidas del verano y financiar los insumos del invierno verá la luz al final del túnel con ingresos sobre el final del año 2023. Mientras tanto tiene que vivir, pagar los sueldos y los aportes a sus empleados y ver cómo refinancia para volver a armar el aparato productivo de cara al futuro.

    Otro tanto pasa en otros sectores: los lecheros ya quemaron todas sus reservas de forraje para superar la sequía, lo mismo que los ganaderos. Ahora toca recomponer la base de posturas (que toma meses en desarrollarse) para volver a poner los sistemas en modo productivo.

    Ese drama recién empieza. En el interior se siente con más intensidad porque las ciudades y los pueblos viven de acuerdo a cómo le va al campo. Menos cosecha son menos personas empleadas en la cosecha, menos fletes, menos trabajo para todo el ecosistema empresarial que gira entorno al agro en su conjunto. Va a ser un año muy largo hasta volver a encontrarse con la producción, que es la única forma de salir del pozo. Tal vez, en las cuentas nacionales no se note tanto la caída del PBI que genera la sequía por dos factores: uno es cómo se mide el indicador y el otro será la entrada en producción de UPM 2, que nos tapará parte del problema.

    La experiencia indica que ambos problemas financieros, el del quiebre productivo del verano y la necesidad de insumos para la siembra de invierno, se van a resolver, aunque hay mucho para mejorar en cuanto a la estructura de contención de riesgos de la agricultura. La sequía nos mostró los límites de nuestra exposición a los eventos climáticos adversos. Tristemente, esta no será la última sequía, pero sí deja lecciones importantes de las cuales deberíamos tomar nota y avanzar más rápido en buscar soluciones para que los huecos financieros que provoca el clima tengan menor impacto tanto en la producción como en la sociedad en su conjunto. De estos problemas salimos entre todos, aunque los que los sufren más sean los directamente involucrados.

    (*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado.