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    Un reconocimiento polémico

    Sr. Director:

    Durante mi ejercicio como crítico de cine, y posteriormente, tuve la fortuna de codearme con gente excepcional de generaciones anteriores. Algunos, por suerte, aún viven y critican, o disfrutan del cine (Zapiola, Oxandabarat, por nombrar apenas un par). La mayoría, tristemente, ya murió. Homero Alsina Thevenet, Oribe Irigoyen, Ronald Melzer, Jaime Costa, Manuel Martínez Carril, Lincoln Maiztegui y varios otros.

    Todos ellos entran o entraban en al menos dos de las siguientes categorías, si no, con frecuencia, en las tres:

    Grandes críticos.

    Grandes cinéfilos.

    Grandes personas.

    El señor Sanjurjo no entra en ninguna de ellas.

    La carta que el señor Sanjurjo envió a Búsqueda refiriéndose supuestamente a Daniel Lucas, debe tomarse como lo que es: el producto crepuscular de una mente senil, que refleja lo peor de la personalidad de su autor. Ni siquiera se hace necesario defender o exculpar a Lucas de los cargos detallados, porque la tal carta en realidad no habla de Lucas, sino del propio Sanjurjo, a veces en primera persona, a veces en tercera, a veces aludiéndose como “un malvado redactor de Guambia”. Siempre es Sanjurjo el único aval de sus infamias. Y Sanjurjo, nunca una buena persona, pero convertido en una caricatura de sus peores impulsos en la vejez, no es creíble. Ninguna argumentación surgida desde el odio casi irracional es creíble, nunca.

    “Recalcamos que a nuestro entender la ‘mala salud’ y la ‘muerte’; odiosas experiencias que aguardan a los mortales, ni redimen ni son justificación de pasadas malas acciones”, dice Sanjurjo, enfermo y agonista él mismo, enredado en su personaje, creyéndose por encima de todo reproche e incapaz de juzgar sus propias malas acciones, como esta carta, u otras que mandó en el pasado reciente. Extendámosle la mínima cortesía humana que él se considera dispensado de aplicar a sus congéneres, no porque lo merezca, sino porque la indiferencia es lo más adecuado que se puede hacer respecto a ese vómito desprolijo, saturado de odio y por momentos casi incomprensible, que es su “carta”. Es el producto de una mente en descomposición, el destilado de décadas de pensamientos sórdidos y malintencionados saliendo a la superficie confusa y desordenadamente. Si algo se le podía acreditar a Sanjurjo en los mejores años de su desempeño profesional, era la buena pluma y la claridad expositiva. Al leer esta triste misiva, se comprueba que ya ni eso le queda, y que solo sobreviven el odio, la mala leche y el desprecio.

    Roger Elbert, un crítico con el que no suelo concordar pero que tiene auténticas perlas de genialidad enterradas en sus reseñas (y que es sin duda un gran cinéfilo), dijo una vez, refiriéndose a The Human Centipede: “¿Es una buena película? ¿Es mala? ¿Importa? Es lo que es, y habita un mundo en el que las estrellas no brillan”.

    Lo mismo puede aplicarse a Sanjurjo. No importa. Hay que dejar que se marchite en soledad, en su mundo sin estrellas.

    Gabriel Sosa