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    Uruguay pasó de los apagones a ser ejemplo mundial en energía limpia, pero no servirá “de nada” con el actual modelo de consumo

    “Cuando me escuchaban hablar de que íbamos a llegar a 50% de energías renovables en la matriz primaria del país, decían que estaba loco y que ojalá saliera lo menos mal posible”, recuerda Ramón Méndez

    A las personas les gustan las listas y en particular los rankings. Son de los artículos e informaciones más consumidas en la web, según varios estudios. Los uruguayos, quizás por su idiosincrasia futbolera, suelen prestar atención a las comparaciones entre países en diferentes categorías para observar cómo se desempeña Uruguay. Y en los últimos años no solo el fútbol ha dado satisfacciones: también la energía ha colocado al país en los topes de los rankings.

    En 2017 Uruguay es, junto con Dinamarca, el país con mayor uso de energías renovables no tradicionales en su matriz energética. Además, el conocimiento desarrollado en el país se está exportando a toda la región, y el “caso uruguayo” es referencia de consulta y ejemplo para países pioneros en energías limpias como Alemania y Japón.

    El camino transitado fue rápido e intenso: en menos de 10 años el país pasó de no tener un solo megavatio de energía eólica instalado a que ese energético componga el 22% de la electricidad que se genera en todo el país, según el último Balance Energético Nacional de la Dirección Nacional de Energía (DNE), a cuyos resultados accedió Búsqueda.

    De hecho, 2016 marca un nuevo hito para Uruguay y su transformación de la matriz energética: además de contar con tasas récord de participación de energía local en la matriz (59%), es el primer año en la historia en el que el abastecimiento no es dominado por las fuentes fósiles (petróleo y gas), sino que la biomasa pasó a ser la principal fuente de energía, con 41% contra 40%.

    A ese dato se suma que en 2016, para generar toda la electricidad necesaria en el país, se usó apenas un 3% de combustibles fósiles.

    Los números son el resultado de una política cuya figura más destacada fue Ramón Méndez, director Nacional de Energía desde febrero de 2008 a marzo de 2015.

    La profunda transformación energética del país en esos años demostró que “las políticas de Estado y a largo plazo son posibles”, dijo Méndez a Búsqueda. Sostuvo que “hubo un cambio trascendental” en la “gobernanza” que implicó, entre otras cosas, “ir en contra de propios y ajenos” amparados en “fuertes decisiones técnicas” y una nueva forma de vincularse con el sector privado.

    El cambio, lo que muchos expertos catalogan de “asombroso”, fue reconocido a nivel internacional: a principios de 2016 la prestigiosa revista Fortune incluyó a Méndez en el puesto 46 de los 50 principales líderes del mundo, por encabezar el cambio de matriz energética en Uruguay.

    “Este modelo de desarrollo no va más. Entonces, ¿qué es lo que ven afuera en lo que hizo Uruguay? Que es posible otro modelo de desarrollo, y que también reduce gastos. Por eso es llamativo que el premio diga: ‘Por haber demostrado que es posible de manera exitosa descarbonizar una economía’. Acá no vemos la importancia vital que tiene eso”, dijo Méndez.

    Méndez habla de energía y su semblante se transforma. Actualmente integra el gabinete del intendente Daniel Martínez, quien en 2008, como ministro de Industria y Minería, lo convocó a la DNE.

    Reconoce que le costó “mucho trabajo” y “muchísimo diálogo” llevar adelante la idea de una transformación en base a energías renovables que cambiara la histórica dependencia de Uruguay al clima o al petróleo.

    “Muchos compañeros, incluso varios ministros de esa época, me dijeron muchos años después que cuando me escuchaban hablar de que íbamos a llegar a 50% de energías renovables en la matriz primaria del país, decían que estaba loco y que ojalá saliera lo menos mal posible”, señala.

    Hoy ese número se ubica casi en un 60%.

    Costos y consumo. 

    No es solo un capricho. Generar energía mediante fuentes renovables combate uno de los principales problemas diagnosticados por las Naciones Unidas para el siglo XXI: el cambio climático.

    “El principal responsable del cambio climático es el sector energético. El mundo consume 100 veces más energía que lo que consumía cien años atrás. El 85% de esa energía es a partir de fuentes no renovables. Estamos dilapidando en décadas lo que a la naturaleza le llevó cientos de millones de años construir”, dijo Méndez.

    Uruguay, en este nuevo modelo, emite por cada kilovatio que consume 30 veces menos que lo que se emite en promedio en el mundo.

    Y junto a este problema ambiental, viene uno social: “Hoy un qatarí consume 50 veces más energía que un individuo del África subsahariana. Hay 1.600 millones de personas que viven energéticamente como en la edad de las cavernas: la única energía que tienen es leña”, dijo Méndez.

    Es por ello que piensa que el caso uruguayo “representa una forma de hacer las cosas” para “empezar a cambiar esas situaciones a escala mundial”. Sin embargo, para el doctor en Física, esto “es solo el principio del camino” para lograr un mundo “sustentable”.

    “Es imposible que todo el mundo viva como Uruguay. No tenemos tanto acero en el mundo para fabricar todos los molinos necesarios para mantener estos niveles de consumo”, advirtió.

    Por eso, para Méndez “lo que está en cuestión es todo el modelo de consumo”.

    “El modelo económico lineal no tiene más espacio. Ya no es una cuestión ideológica. Es matemática pura. Por eso tenemos que ir hacia una economía circular y no solamente para miradas anticapitalistas o anticonsumistas; si no lo hacemos, todo el resto no sirve para nada”, agregó.

    “Si no nos replanteamos el modelo de consumo, si no dejamos de comprar cosas que ni sabíamos que precisábamos hasta que Facebook nos dijo, estamos en el horno”, sentenció.

    Cambiar paradigmas. 

    Es el medioevo y la población de Europa enfrenta su primera crisis energética: no hay más árboles para talar. Fue en ese momento que apareció el carbón como gran salvador. Hoy, 500 años y miles de innovaciones energéticas después, ya no quedan salvadores que no impliquen un cambio en la cultura, reflexionó Méndez.

    “Eso fue lo que procuramos hacer con el esfuerzo que pusimos en la eficiencia energética; es tratar de incidir sobre los consumidores en sus hábitos de uso de la energía”, sostuvo.

    Un factor fundamental fue logar “un cambio de paradigma” en la forma en que el gobierno “llevaba adelante una política de Estado”, que requería “una nueva forma de relacionarse con los privados y la oposición”.

    “En el 2005 nadie hablaba de energía, se hablaba de crisis energética. Uruguay había agotado completamente un modelo y se buscaban alternativas sin éxito. Hubo un intento de llevar la resolución del problema al mercado, de que fuera el mercado quien solucionara la crisis y fue casi suicida”, señaló. En ese tiempo era habitual que UTE programara cortes de luz para evitar picos de demanda que no tenía capacidad para cubrir.

    “Estuvimos a un pelito de ser Argentina en energía: vivir constantemente en crisis. Hubo un cambio de paradigma total en la política pública uruguaya que se visualizó muy bien en el tema energético y que fue el cambio en la gobernanza, una visión estratégica a largo plazo y gestionar acuerdos lo más amplios posibles”, dijo Méndez.

    De hecho, energía fue el único sector donde se alcanzó un acuerdo multipartidario que se mantiene hasta hoy. En 2008 se aprobó el Plan Nacional de Energía que puso metas para 2015, la mayoría de las cuales fueron superadas.

    El acuerdo se logró en tres meses. Para Méndez “es y sigue siendo el mejor ejemplo histórico en Uruguay de que se puede trabajar con todo el espectro político en algunos temas”. La clave de la rapidez en los acuerdos, sostuvo, tuvo que ver con el “fuerte respaldo técnico que cada decisión, objetivo y meta tenía”.

    “Los números, además, nos dieron la razón”, añadió.

    Los partidos políticos se apropiaron del tema energético, al punto que el exdirector de Energía recuerda que en la última campaña “había gigantografías de (Luis) Lacalle Pou en las que aparecía parado adelante de un molino de viento con una frase que hablaba de vientos de cambio”.

    Sector privado. 

    Una de las claves de la transformación fue el fuerte respaldo que tuvo el Estado en el sector privado, a través de lo que Méndez considera una alianza público-privada “extraordinaria”.

    “Hubo una intensa participación público-privada que fue ad hoc, pero creada en la dirección que todo el mundo buscaba: disminuyendo las emisiones, reduciendo costos, generando soberanía y puestos de trabajo”, dijo Méndez.

    En total, hubo una inversión de US$ 7.000 millones en el sector energético, de los cuales US$ 4.000 fueron de los privados y US$ 3.000 del sector público, en formato de asociación público-privada.

    “Desde la izquierda dijeron que hubo una privatización. Creo que es un error grande, porque el bien es público. El bien no es el molino, el bien es la energía eléctrica, que es de la UTE”, sostuvo Méndez.

    Para el jerarca, esta alianza permitió “alcanzar precios en las licitaciones que no se conseguían en ningún otro lado del mundo”: “Obteníamos ofertas de US$ 62 el megavatio cuando en Argentina, con mejores vientos la oferta más barata era de US$ 145”.

    “Esto se pudo lograr porque le dimos muchísima claridad y certeza a la inversión, y entonces vinieron a competir a Uruguay con bajas tasas de retorno. Se les dio un espacio limitado pero muy claro donde podrían competir y esa tranquilidad gustó”, añadió.

    Este sistema “hoy es copiado en varios países de la región y hay varias empresas uruguayas que están exportando sus conocimientos al respecto a otros países que están empezando en este camino”, celebró.

    Enfrentarse a todos. 

    Méndez recuerda que muchas de las ideas que impulsó fueron criticadas por organismos internacionales. “Cuando iniciamos este proceso, las revistas y organismos internacionales especializadas que ahora colocan a Uruguay como el ejemplo a seguir decían que nunca íbamos a realizar las renovables porque no hacíamos las cosas correctas. Ahora, según el Instituto Internacional de Energía, hay 70 países que están llevando adelante el mecanismo de las subastas, un modelo que desarrollamos y perfeccionamos aquí en Uruguay”.  

    Esas no fueron las únicas críticas que Méndez recuerda y que hoy son historia, sepultadas por los hechos y los precios.

    “Nos dijeron que desarrollar renovables nos haría aún más dependientes del clima. Fue absolutamente al revés: el maridaje entre la eólica y la hidráulica demostró ser de una robustez que nos permite tener una menor dependencia de los fenómenos climáticos, porque se complementan”, señaló.

    “El otro paradigma que rompimos es que las energías renovables iban a ser caras. Demostraron ser un negocio financiero donde todo depende de cómo armás el retorno de la inversión”, dijo Méndez.