N° 2045 - 07 al 13 de Noviembre de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLos resultados de las elecciones del domingo 27 de octubre marcaron una tendencia. El Frente Amplio ya no enamora como antes y la oposición tiene nuevos bríos como para llegar al poder. El centro de la lucha es por los votos y se centra en las ciudades porque el campo, por más que es importante, no define las contiendas electorales.
En el debate entre Martínez y Lacalle Pou no hubo una sola mención al campo. No es que no sepan que es importante, sino que saben que no define una elección en un país partido a la mitad en términos ideológicos. Y por esos mismos motivos, nadie tiene que esperar que las cosas cambien radicalmente para la producción agropecuaria en el corto plazo.
La ganadería vuela en piloto automático de la mano de una combinación de factores (mercados abiertos, precios altos en el exterior y costos relativamente bajos) que le permiten brillar. La forestación es hace años un país aparte, con otras reglas. Pero la agricultura no tiene esa suerte y el balance de las administraciones frentaemplistas marca un sostenido descenso en el área de los cultivos principales. Y la lechería, que era una joya, hoy parece más una princesa vestida de harapos que golpea cuanta puerta hay para ver de dónde sacar algún beneficio para hacer su vida menos penosa. No es que hayan hecho todo mal, sería injusto pensar que no se ha avanzado en estos años, pero la realidad es la que es.
En mi opinión, hoy debe ser tiempo de una serena y justa autocrítica de nuestras autoridades nacionales para entender qué pasó con el agro en Uruguay en estos años. Por un lado, se valora como un progreso asentar gente en el campo, revalorizando al Instituto Nacional de Colonización y, por otro, somos incapaces de frenar el éxodo de pequeños tamberos que se ven forzados a salir de la producción. El endeudamiento agropecuario sigue creciendo y la cantidad de empresas que tiene dificultades en el sector es cada vez mayor. Que se sale produciendo no hay dudas, el asunto es cómo. Y es precisamente por eso que a quien le toque ganar en la segunda vuelta le corresponde manejar correctamente las expectativas de qué se podrá hacer y en qué plazo para saber a qué atenernos.
Asumiendo que el nuevo gobierno empieza con un escenario ordenado y sin sorpresas (ni locales ni regionales relevantes), creo que el margen para el desarrollo de políticas activas va a tomar algunos meses y será escaso. Todo pasa por ordenar el contexto macroeconómico y que eso luego nos devuelva a un círculo virtuoso del crecimiento económico. En las soluciones de largo plazo todo el mundo está de acuerdo: todos queremos ser sanos y ricos. Pero hay que administrar el corto plazo como para superar las tensiones.
La mayor crítica que tengo que hacerles a las administraciones progresistas en lo que hace a la producción agropecuaria es siempre mirar por el pequeño e ignorar al grande en agricultura. La manía de más y más regulaciones estatales tiene sentido solo si se demuestra que sirven, cosa que está pendiente de verse. No dudo de las buenas intenciones, pero para convencerme de que el Estado hace algo, es sano y bueno que existan auditorías que permitan controlar el resultado de las políticas públicas. Solo así se puede rectificar si las cosas no van por el camino correcto o no se gastan los recursos de todos con eficiencia. Se puso mucho foco en la regulación y la omnipresencia del Estado y no se cuidaron debidamente los fundamentos de la competitividad de las empresas.
Tengo claro que gane quien gane, habrá una rectificación del curso, más por la macroeconomía que por cosas concretas y tangibles para el agro. Sin dudas, hay agenda de elementos centrales para manejar y que pueden tener impacto en el corto plazo. Para mí, lo central es, aparte de un tipo de cambio competitivo y una fuerte apuesta por la inserción comercial externa, también el apostar a mejorar en mucho la gestión de los riesgos productivos y comerciales de forma profesional y sistemática para toda la agricultura y la lechería. Y el resolver el mundo del financiamiento a largo plazo para el sector, de modo de poner a producir la mayor cantidad de hectáreas posibles.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT