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    Uruguay se sumó a una apertura comercial que llevó los aranceles a casi la mitad en pocos años

    Al pasar por la aduana para entrar una mercadería a Uruguay, el importador debe abonar un arancel que en promedio ronda el 9,5% del valor del bien. Esa carga era algo mayor a mediados de los años noventa —12,7%—, cuando los acuerdos de liberación comercial en el Mercosur estaban haciéndose operativos.

    Con la reducción de impuestos aduaneros aplicada junto a los socios de ese bloque, pero también a partir de tratados comerciales con otros países, Uruguay se plegó a esa tendencia liberalizadora de alcance global que hizo caer los aranceles de 46,3% a mediados de los noventa a 9,1% al término de los 2000 para el promedio de 50 economías en desarrollo.

    En parte como consecuencia de esta apertura y del actual ciclo de expansión de la economía, el comercio exterior de Uruguay se incrementó en los últimos años.

    Sin embargo, los datos más recientes insinúan un cambio de signo en esos negocios. En noviembre se produjo una caída de 10,4% en las exportaciones de mercaderías tramitadas, conforme con datos del Instituto Uruguay XXI divulgados el lunes 2.

    A pesar de eso, en los primeros 11 meses de 2013 las solicitudes de envíos al exterior fueron por U$S 8.458 millones, 4,1% más que en el mismo lapso de 2012. Si se consideran también las exportaciones realizadas desde las zonas francas uruguayas, el monto trepa a U$S 9.287 millones.

    Mientras tanto, las importaciones siguieron aumentando en noviembre y desde enero sumaron U$S 8.745 millones. Eso es 11,6% más que un año atrás.

    Apertura.

    El equipo de comercio e integración del Grupo de Investigación sobre Desarrollo del Banco Mundial analizó en un estudio reciente la evolución de las tarifas aduaneras y las medidas no arancelarias para medio centenar de países en desarrollo, entre ellos Uruguay, en un lapso que va desde mitad de los noventa hasta el último año con datos disponibles.

    Pakistán era de ese grupo el que aplicaba la tasa de impuestos de importación más alta al promediar la década de los noventa, de 50,1%. En 2009 esa alícuota era significativamente menor, de 14,7%, según el estudio.

    La India es otra economía que redujo notoriamente sus aranceles (de 37% a 10,1% en esos años).

    Mauricio también sobresale por el proceso liberalizador de las importaciones, al haber llevado los impuestos aduaneros de cerca de 37% en los noventa, a 1,2% en 2011. De hecho, esta pequeña isla ubicada en el océano Índico es la más abierta después de Hong Kong y Singapur, que hoy no cobran aranceles.

    Los tributos a la importación aplicados y las medidas no arancelarias tradicionales, como las licencias no automáticas exigidas para autorizar la entrada de mercadería, se han “reducido significativamente en el tiempo como instrumentos de protección en los países tanto desarrollados como en desarrollo. Pero los países de bajos ingresos tienden a tener regímenes de comercio de mercancías más restrictivas”, según el análisis.

    Para los expertos del Banco Mundial, es “evidente que la liberalización de los servicios se ha quedado mucho más atrás que la liberalización de los bienes” y es el “área más prometedora” en términos de potenciales resultados (ver recuadro).

    El futuro del comercio.

    La Organización Mundial del Comercio (OMC) es el ámbito de negociación de estos temas a nivel global, pero los progresos han sido relativamente pobres en los últimos años. La denominada Ronda de Doha se lanzó en 2001 buscando acuerdos multilaterales en rubros agrícolas, de servicios y propiedad intelectual, pero la negociación se trabó.

    Desde ayer miércoles 3 y hasta mañana viernes 6 se sustancia en Bali (Indonesia) una reunión de ministros de Comercio intentando reactivar las discusiones o al menos alcanzar acuerdos limitados respecto a las aspiraciones originales.

    “Todos tenemos que contribuir con más flexibilidad, por el bien de la OMC, de nuestras economías y de los pueblos de todo el mundo”, afirmó el presidente del país anfitrión, Susilo Bambang Yudhoyono.

    Parte de los debates giran en torno a la posibilidad de que se permita mantener las subvenciones estatales para la creación de reservas alimenticias en países pobres durante cuatro años.

    “Con el paquete Bali no habrá ningún agricultor al que le vaya peor. Justo en los países en vías de desarrollo van a mejorar sus condiciones de vida”, sostuvo el director general de la OMC, el brasileño Roberto Azevedo.

    Más allá del desenlace que tenga la Ronda de Doha, Lionel Fontagné y Jean Fouré, de la División de Estudios Económicos y Estadísticas de la OMC, trazaron proyecciones hasta el año 2035 a partir de estimaciones para más de 140 países en dos escenarios hipotéticos combinando variables macroeconómicas y otras, como la participación de la mujer en los mercados laborales, los precios de los energéticos, la movilidad de los capitales y la demografía.

    En un escenario de “referencia”, los impuestos aduaneros en el mundo se ubicarán en la década del 2030 en promedio en 10,4% para automóviles, en 3% para manufacturas con procesamiento básico, en 4,9% para energéticos, en 12,2% para los granos y en 18,6% para los alimentos. Los aranceles serán mucho más elevados para los servicios: 44,2% los financieros y 26,6% los de transporte.

    Conforme a sus estimaciones, bajo una perspectiva con escasa liberalización, el comercio de las economías en desarrollo crecerá a un ritmo de 7,4% anual.