“No me lo merecía, pero no importa; ya es tarde”, sonríe. A los 88 años, y pese a los achaques de espalda que sufre, se desplaza con agilidad por el salón de su apartamento, presidido por un cuadro del artista plástico Anhelo Hernández (1922-2010), su pareja durante 48 años. En ese edificio “simbólico”, ubicado entre los bulevares Artigas y España, fue donde el 19 marzo de 1984 el líder histórico del Frente Amplio, Líber Seregni, realizó desde un balcón más abajo su primer discurso tras 10 años encarcelado por la dictadura.
Lo que sigue es un resumen de la entrevista de Holz con Búsqueda.
—¿Qué hace falta en ciencia para colocar a Uruguay en el mapa?
—El desarrollo científico exige mucho dinero. Los países latinoamericanos invierten en promedio cerca del 1% de su PIB en investigación y desarrollo; Israel invierte casi el 5%... y Uruguay es de los países que tiene menos presupuesto en ciencia, 0,4%… Y la inversión es clave. Porque primero necesitás formar a los científicos e invertir para que también estudien y experimenten en el exterior. Y después invertir para que vuelvan y tengan la tecnología necesaria para hacer sus investigaciones, experimentos y demás trabajos. Todo eso exige mucho dinero. La academia necesita mucho más dinero para investigar y disponer de un montón de tecnología que acá no hay. En Uruguay se necesitan áreas de investigación y la verdad es que… los sueldos en el Clemente Estable son peores aún que los de la universidad, por ejemplo.
—¿A qué desafíos se enfrentó para sumar a Uruguay a Internet?
—Yo tuve una guerra cuando empezamos con Internet y esa guerra era con Antel. ¿Por qué? Porque no querían competencia. Fui a hablar de la necesidad de tener enlaces de gigas. Yo no empecé con el correo electrónico, lo empezaron en Ingeniería. Lo que pasa es que el director de Informática me pidió si podía hacerme cargo de la universidad entera para darle correo electrónico. Yo le dije que sí. Me embalaba con cualquier cosa… (ríe). Y empezamos a preparar a la gente de las distintas facultades. En medio de la fiesta de inauguración, vinieron de Antel. “¡Esto no lo vamos a permitir, es competencia con la telefonía!”, me dijeron. ¡Eso no era Internet, era correo electrónico! Y cuando empezamos con el tema Internet, en 1994, se necesitaba un enlace directo con Estados Unidos. Fui a pedir la línea directa, hubo un momento en que Antel ofrece Internet a algunas empresas privadas. Una de ellas nos chifló que iban a tener una reunión para ofrecerles Internet. Mientras yo estaba pidiendo Internet y me decían que no, se lo estaban ofreciendo a empresas privadas. Fuimos a esa reunión sin estar invitados. No podían echarnos porque ya estábamos ahí (ríe). Hasta noviembre de 1994 no había Internet en Uruguay y nosotros conseguimos la línea con Estados Unidos en abril de ese año. Nos pasamos toda la semana de Turismo trabajando junto con Olivetti, que eran los únicos que tenían la tecnología IP.
—Así fue la entrada de Internet a Uruguay…
—Sí, pero solo a la academia. Era un presupuesto grande, nos cobraban US$ 70.000 dólares por mes. Para que la universidad aceptara les envié… a los científicos y académicos uruguayos que vivían en el exterior haciendo doctorados, investigando, pidiendo su opinión sobre si era necesario Internet en Uruguay. Me contestaron todos y armé 23 carpetitas con las respuestas de que era necesario tener Internet, que en Europa hacía tiempo que había Internet, etcétera, y las repartí en el Consejo Directivo de la Udelar. Hicimos la presentación de lo que era Internet y repartimos las carpetitas a todos.
—¿Cómo surgió lo de “la madre de Internet en Uruguay”?
—Lo de “la madre de Internet” es un invento (ríe). Cuando se armó el Foro de Redes de América Latina y el Caribe en los noventa, como había hecho tanto lío me eligieron para integrar la comisión directiva (ríe)... Creamos un organismo no oficial que derivó en lo que actualmente es la Red Clara, que es oficial y está registrada en Uruguay. Ahí empezó mi fama. Hace unos años, en diciembre de 2015, estuvo de visita en Montevideo Vint Cerf, uno de los dos creadores del protocolo IP, que es la base por la que se pudo desarrollar Internet. Entonces me pidieron que lo acompañara en su visita. Lo llevé a una escuela, le mostré cómo funcionaba el Plan Ceibal y quedó fascinado con el proyecto. Él fue el que me puso el nombre de “la madre de Internet en Uruguay”. Cerf quedó maravillado con la experiencia del Plan Ceibal. Me preguntó: “¿Quién financia todo esto en todas las escuelas?”. El gobierno, le dije. No podía creer. Le pareció extraño. Porque el proyecto fue un éxito. Y sigue siéndolo. Pese a que en Uruguay es muy conservador…
—¿Qué lo hace tan conservador?
—La psicología uruguaya. Uruguay es un país muy conservador, de viejos. Los que llevaban las decisiones, por lo general, eran viejos, porque ahora está cambiando. Tenemos un presidente de 47 años. No estoy diciendo que esto sea ni a favor ni en contra, pero está cambiando. Ahora, Uruguay sigue siendo un país muy conservador. La resistencia al cambio acá ha sido y es muy fuerte.
—¿Comparte el proceso de transformación educativa que lleva adelante el gobierno?
—Yo no sé mucho de eso, de la transformación… Tengo tres nietos, dos en primer año en la (escuela) Simón Bolívar, y uno más chico, y me contaron que las maestras le han dicho que a los niños no hay que corregirlos en los primeros años. Que hay que dejarlos que aprendan y que no importa si escriben para acá o para allá. Hay que dejarlos que se desarrollen solos y después cuando adquieran el conocimiento de escribir y de leer, ver qué se hace. Eso me parece bárbaro. No sé si es parte del proceso de transformación educativa o que la Simón Bolívar es muy buena. Lo otro es una frustración.

—Usted ha dicho: “Entiendo que se pida más presupuesto para la enseñanza, y estoy de acuerdo, pero también pido que digan cómo se transforma la enseñanza para adaptarla al mundo en que vivimos”.
—Uruguay es muy complicado. Los uruguayos creen que son más civilizados que otros países latinoamericanos que tienen una cultura ancestral que respetan y viven de otra manera. Nosotros somos otro mundo y lo peor es que nos creemos superiores. No es que nosotros seamos más avanzados como creemos, somos de otra manera. Pero seguimos llegando tarde a los cambios. La educación atrasa. La reforma educativa no se sabe bien qué es… yo no lo sé.
—Ahora con la transformación se incluye, por ejemplo, pensamiento computacional.
—¿Qué es el pensamiento computacional?
—Refiere a una serie de competencias para la resolución de problemas usando una lógica de programación informática, una manera de llevar la computación a las aulas.
—Me parece que son palabras nomás. Eso es tecnología, pensamiento es otra cosa. Y bueno, si vos pensás en inteligencia artificial, no podés hacerlo sin la computación, no podés pensar sin conocer la informática. Esa relación es inequívoca.
—¿En qué medida cree que esta inteligencia artificial, como el Chat GPT, transformará la manera en que los humanos trabajan y aprenden?
—Son cosas que se vienen y se vienen. La inteligencia artificial es el futuro de la humanidad. Interviene la tecnología, eso sin duda, e interviene la investigación. Es una cosa que parece inevitable, pero no como te lo muestran en la televisión.
—¿Teme estos cambios?
—Primero, todos los cambios dan miedo. Pero esto es la sustitución del ser humano como humano. ¿Hasta dónde va a ir esto? Nadie lo sabe, porque al mismo tiempo el planeta se está desarmado, el medio ambiente está cada vez peor. ¡No es solo la tecnología, son los seres humanos! Si tú depredás el Amazonas, es un daño espantoso que le estás haciendo al medio ambiente. Eso no es la tecnología, son unos señores ricos que solo están mirando sus intereses.
—Y en el ámbito educativo, ¿vamos hacia un sistema híbrido?
—Eso ya existe, ya estamos instalados en la virtualidad. La pandemia aceleró el proceso, pero la parte de que las personas interactúen y se vean no debería perderse. La presencialidad es bastante importante para la comunicación, y se está perdiendo. En la educación se pierde porque no se invierte en educar, en edificios y en todo eso… Vos tenés una clase que tiene 30 bancos y hay 50 alumnos. Eso ya lo veía en Abogacía cuando estaba en la universidad. ¡Había clases en las que los estudiantes miraban por la ventana! Eso tampoco es humano. En ese sentido es mejor la virtualidad.
—Usted ha sido una excepción en su familia y en la academia. ¿Cuánto ha cambiado la situación de las mujeres desde que decidió ser ingeniera?
—Yo creo que las mujeres en este momento están avanzando de una manera bastante importante. No diría que están a la par de los hombres, pero casi. Cuando yo entré en Ingeniería éramos cuatro. Ahora la mayoría de las carreras informáticas tienen mujeres. Creo que esa batalla de las mujeres es una batalla ganada. Cualquier carrera es tanto para hombres como para mujeres. El esfuerzo de ir hasta ahí creo que paga y paga bien. Cierto que a veces no hay tantas mujeres en algunas carreras porque ellas no se animan a hacer ciertas cosas. También pasa en la política. Mirás el Parlamento y aún hay pocas mujeres. Ahora hay más, pero todavía hay pocas mujeres en política.
—Y usted, ¿se sigue sintiendo frenteamplista?
—Sigo creyendo en la ideología frenteamplista, en ideas como la igualdad de oportunidades. Estoy de acuerdo con todo eso. Aunque tengo mucha discrepancia con muchas cosas que se han hecho. Entre ellas sacar a Fernando Pereira del PIT-CNT para nombrarlo presidente del Frente Amplio. Eso me pareció una brutalidad impresionante, un gran error. Creo que no se tendrían que haber juntado esas cosas, lo sindical y lo político. Y cuando se entra a gobernar uno comete muchos errores, muchas veces porque no tiene la capacidad de hacer lo que soñó. En realidad la cosa se vuelve muy difícil. Pero hay que reconocer los errores. Sobre eso discutía con (Mario) Bergara… Los grandes errores se tienen que reconocer, porque si no los reconocés no vas a hacer algo mejor. Y se aplica para este gobierno también. Sin duda. Hay que mejorar ciertas cosas fundamentales, pero que no sea bla, bla, bla. No creo en eso, pero no quiero hablar de política.
- Recuadro de la entrevista
El entrenamiento militar, la guerra del Sinaí, la carrera “inconcebible” y “la vida misma”
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2023-04-26T23:06:00
2023-04-26T23:06:00