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Ante un público conformado por jerarcas de otros bancos centrales y académicos en la sede de la autoridad monetaria argentina, en Buenos Aires, el economista Gerardo Licandro hizo el miércoles 5 una presentación elogiosa sobre algunas políticas llevadas adelante en Uruguay. Su relato fue el de una “historia de éxito” en términos de reducción de volatilidades macroeconómicas y de gestión de la deuda pública, aunque también mencionó aspectos de una agenda pendiente.
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“Hay un hecho indiscutible de los últimos 20 años y es que los shocks de economías como las nuestras se han vuelto más grandes. Uruguay se puede interpretar como una historia de éxito” al haber “mejorado el crecimiento” y su “volatilidad condicional” disminuyó, expuso Licandro al disertar en un panel de jefes de análisis económico de bancos centrales, un cargo que ostenta en Uruguay, aunque él aclaró que hablaría a título personal.
“Hay algo probablemente del punto de vista macrofinanciero que hemos hecho bien. No se puede hablar de estabilidad macro sin estabilidad fiscal”, afirmó.
Luego, el gerente de la Asesoría Económica del Banco Central del Uruguay (BCU) enumeró algunas “líneas de largo plazo del relativo éxito de Uruguay del manejo de una mayor volatilidad global con menor volatilidad interna”.
Dijo que, por un lado, ayudó el foco “en la estabilidad fiscal de largo plazo” desde la crisis del 2002, “con un ojo puesto en mantener el acceso a mercados financieros internacionales”.
“En los últimos años” ese foco se vio en tres políticas “que pueden ser muy discutibles pero que apoyan” el propósito de lograr una estabilidad, sostuvo. Señaló, primero, que en el contexto de la pandemia por el Covid Uruguay “tuvo una respuesta moderada desde el punto de vista del gasto”, mucho “más focalizada”. Segundo, mencionó la “regla de deuda, que se viene cumpliendo en sus primeros años”. Tercero, se refirió a la reciente aprobación de la reforma de la seguridad social. Estos últimos dos aspectos “tienen foco en dar señal de sostenibilidad fiscal de largo plazo, hay un compromiso de asegurar los flujos” con esa perspectiva, recalcó.
También destacó el trabajo de la Unidad de Gestión de Deuda Pública del Ministerio de Economía orientado a “limitar la vulnerabilidad de la hoja de balance del sector público”. En una línea similar, resaltó la emisión de deuda en unidades previsionales para calzar con los ahorros previsionales del régimen de AFAP —que “tiende a estabilizar los flujos fiscales”—, así como el fomento del uso de coberturas cambiarias por parte de algunos entes y el financiamiento contingente acordado con organismos internacionales.
“El foco fundamental en todo esto está en la priorización de acceso a mercados. Eso se puede ver en la mejora de la calificación de deuda de Uruguay” y en el bajo nivel “riesgo país”, señaló Licandro en el evento organizado por el Banco Central de Argentina.
Admitió que si bien el ratio de deuda en relación con el Producto Bruto Interno (PBI) bajó desde la crisis del 2002, sigue en niveles “relativamente elevados”, aunque la composición de los pasivos es “sustancialmente diferente”.
Bancos y dólar.
Por otro lado, habló de la menor vulnerabilidad del sistema financiero. “El problema que tenemos es el tamaño” de mercado de crédito, que en el sector privado equivale a 30% del PBI, dijo el economista. No tener un mercado en moneda nacional “limita el desarrollo. Uruguay tiene una agenda pendiente” en este aspecto, reconoció.
La uruguaya es, “sin duda, la economía más dolarizada de América Latina”, también en cuanto a los precios en algunos mercados, por ejemplo, de viviendas, automóviles y hasta maquinaria, comparó. “A pesar de que Uruguay ha sido más estable, Argentina tiene menos dolarización de precios que Uruguay, aunque parezca mentira”, insistió. Estos niveles de dolarización suponen una limitación “muy importante para la estabilidad financiera” para que el BCU actúe como prestamista, y habló como funcionario: “No podemos imprimir dólares” en momentos de crisis financiera.
Frente a la “inexistencia de un mercado en pesos”, el BCU entiende que su “desarrollo es una prioridad” y el control de la inflación es una precondición, enfatizó.
Recordó que Uruguay abandonó el tipo de cambio fijo en 2002 y el BCU ha optado en los últimos dos años por no intervenir en el mercado. Hacerlo, admitió, “confundía” al surgir “un tema de conflicto de objetivos entre mantener un tipo de cambio competitivo y la inflación”. Como un “vaso medio lleno”, dijo que, “a pesar de mantener algunos conflictos de objetivos importantes” por lo menos hasta 2019, la inflación y las expectativas inflacionarias “permanecieron ancladas” alrededor del 8% anual. “Con esa performance, Uruguay todavía está dentro del 20% de países con inflación (más altas) del mundo”. La “lectura del medio vaso vacío” es que aún no se logró bajar las expectativas de los agentes, señaló Licandro.