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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl último gol del señor Luis Suárez fue una obra de arte, que hizo feliz y seguirá comentando la mitad del país toda la semana. Irán felices a trabajar, discutirán, y esperarán expectantes al domingo para ver qué nueva jugada inventará.
La vida y el fútbol
Me comentó monseñor Daniel Gil Zorrilla que en el almuerzo de despedida que Juan Pablo II dio a los obispos uruguayos durante su visita, el tema de la conversación derivó hacia el fútbol. Polonia iba primera en la Copa Europea y Uruguay, como siempre, “matemáticamente” tenía chance en la eliminatoria. Se dan cuenta: ¡Era la primera vez que un papa estaba sentado con sus obispos hablando de fútbol! Dio para que una charla se animara:
—No es casualidad, porque en Uruguay, la vida es como el fútbol.
—Cuando hacés un acierto, es un golazo.
—Y una macana, un gol en contra.
—Para hacer tiempo, la estás tirando al óbol.
—Y se te agarran in fraganti, quedaste en offside.
—Ahora entiendo, les contestó el papa, porque alguien me estaba llamando desde allá, si no querría mandarlos al banco a alguno de ustedes.
El padre Livio y el fútbol
El Padre Livio de Montevideo fue un santo fraile capuchino que desde el Hospital del Padre Pío en Italia, a las profundidades de las minas de carbón en Francia, fundó la Juventud Obrera Católica en el mundo, apoyó a los empresarios, y con pasos pequeños atendió a los enfermos del Círculo Católico más de 50 años. Siempre se coló para defender a los tesoros y libros de la iglesia de los iconoclastas y los canceladores y llegar a gente como Jorge Batlle, y también a los más pobres y a los más humildes con el mensaje de san Francisco, de paz y bien.
Brillante estudiante, declinó una carrera en los jesuitas para ser capuchino, como su hermano Vicente, y en Italia se ordenó antes de la edad canónica por permiso especial del papa. Se coló a Castel Gandolfo para encontrarse con el prohibido padre Pío, concelebró con él y tocó sus llagas. Fue al congreso mundial en Canadá de la fundación de la Juventud Obrera, volvió y vivió la intolerancia e incomprensión de muchos por su compromiso con los pobres y los enfermos.
Fanático de Nacional, siguió por años al club con los colores de Artigas, y su aguda observación del desarrollo del país y del fútbol desde 1920 en adelante es el fundamento del envío de esta carta.
Él lo vivió
En esos años, en el Círculo Católico, el lunes de mañana llegaban temprano los enfermeros y los doctores, entusiasmados para comentar lo que pasó en el fin de semana: el gol furibundo de Petrone, la obra de arte de la comba de Héctor Scarone, la magia de Ángel Romano inventando jugadas nunca vistas que aplaudían hasta los contrarios. Y seguían hasta la mitad de la semana, esperando ir a trabajar contentos. Después, hasta el fin de semana seguían hablando de lo que pasaría el sábado y domingo; y todos trabajaban felices. Las cosas se hacían, y cada vez avanzaba más el país, los engranajes propulsados por gente que venía contenta a trabajar.
Así seguimos hasta pasar 1950. Cuando otras cosas se metieron en el fútbol, ya no éramos los primeros, y aunque todos nos copiaban la forma charrúa de jugar con sangre en las venas, Uruguay fue perdiendo la calidad de juego que lo hacía único e invencible.
Ya la gente no tenía el entusiasmo en correr al trabajo, y el país en ebullición fue dejando lugar a un país burocrático y triste, donde se arrastran los pies, y el hacer sebo escondiéndose es una forma perversa de dar interés al trabajo.
Una propuesta
Para desarrollar al Uruguay, a la uruguaya, ¿por qué no probamos con lo que ya nos funcionó, y promovemos el mejor fútbol para que la gente trabaje contenta en la semana, produzca más y sea feliz?
Nacional ya fue pionero con Luis Suárez; y ya que se le regaló un estadio a Peñarol que no pagará nunca: ¿por qué no financia Uruguay, como un espónsor, a grandes jugadores que devuelvan a las canchas el interés de la gente?
Con genios como la ministra Arbeleche en organizar la financiación y promociones fiscales de esas figuras, ¿por qué no traer a Cristiano Ronaldo o Piqué a Peñarol, por ejemplo, y volver a encarar el país deportivo, gallardo y de avanzada que fuimos, y volveremos a ser?
Ing. José M. Zorrilla