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    Va a haber “mucha desocupación”; la negociación salarial está agotada, según el titular de la Cámara de Industria Frigorífica

    Daniel Belerati dijo que hay “preocupación” porque las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur están “congeladas” y no se sabe “ni si van a seguir”
    Redactor Agro de Búsqueda

    Actualmente varias plantas de faena pararon, lo que alertó al gobierno y a los productores ganaderos. Y debido al impacto negativo de la sequía en la ganadería y por la exportación de vacunos, entre otros factores, los frigoríficos prevén que disminuirá aún más la actividad de faena en los próximos meses. “Va a haber mucha desocupación”, advirtió el presidente de la Cámara de la Industria Frigorífica (CIF), Daniel Belerati, en entrevista con Búsqueda.

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    Señaló, por otra parte, que la cuota de acceso de carne vacuna del Mercosur a la Unión Europea (UE), que se negocia entre ambos bloques en el marco de un acuerdo de libre comercio, “se acercaría a las 160.000 toneladas”, pero las tratativas quedaron “congeladas”, tras las reuniones de fines de abril en las que participó.

    Ese ejecutivo criticó al sindicato del sector, que es la Federación de Obreros de la Industria de la Carne y Afines (Foica), porque tiene “tres facciones” que “se enfrentan”, “el ambiente no está bien” y “los convenios se violan con mucha facilidad”.

    Respecto a la histórica puja por el precio del ganado entre ganaderos y frigoríficos, Belerati sostuvo que hay “menos” gremiales rurales que “viven en la desconfianza”.

    ¿En qué quedaron las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea en el tema cárnico?

    —La industria frigorífica ha hecho una apuesta fortísima en las negociaciones entre el Mercosur y la UE, y en el acceso de la carne uruguaya a los diferentes mercados del mundo. Hace un tiempo empezamos a analizar la situación de la inserción internacional de este producto, en comparación con otros países competidores y vimos que el Mercosur estaba atrasado 20 años frente a Australia, porque ese país realizó varios tratados de libre comercio, con China, con Japón, con Singapur y otros. Mientras, Uruguay paga algo más de US$ 200 millones anuales en concepto de aranceles aduaneros. Considerando que el promedio de faena anual de vacunos es de dos millones de cabezas en el mercado uruguayo, eso representa unos US$ 100 por animal. Un novillo pesa 250 kilos en gancho; si dividimos los US$ 100 sobre los 250 kilos, nos da US$ 0,40 por kilo. Eso es lo que paga la carne uruguaya para exportar al mundo y es la ventaja que les damos a los competidores.

    Si pudiéramos pagar US$ 0,40 más por kilo novillo, el invernador podría pagar más el ternero y el criador se beneficiaría, lo que reduciría la exportación de ganado en pie, entrando en un círculo virtuoso de crecer.

    En ese marco es que la Unión Europea resalta, porque sigue siendo el principal mercado para los cortes finos uruguayos y del Mercosur y el que mejor paga. Hoy los aranceles aduaneros que se pagan para exportar carne al mercado europeo son unos US$ 5.000 por tonelada más el 12,8% de tasa, eso representa entre el 50% y el 60% del precio.

    La prueba la tuvimos con la cuota europea denominada 481, que es libre del pago de aranceles y comprende diferentes cortes cárnicos de vacunos alimentados con granos durante los 100 días previos a su faena, y la verdad es que la hemos copado entre Uruguay y Australia.

    Por eso hemos venido acompañando las negociaciones hasta fines de abril.

    No quiero involucrar al gobierno, ni al sector cárnico, porque es lo que personalmente he visto al participar en esas instancias, pero lamentablemente veo que se repite lo de 2004, cuando las dos partes estaban muy cerca, faltaba un sí de cada lado, que nunca llegó y después pasaron seis años para que se retomaran las negociaciones. Hoy, si analizamos profundamente las causas, llegamos a la conclusión de que las cuotas que el Mercosur le ofrece a la UE para vender autos, específicamente en Brasil, con la contrapartida de los europeos en los productos agrícolas, es lo que dejó congeladas las negociaciones, que no se sabe ni cómo, ni cuándo, ni si van a seguir. Entonces estamos muy preocupados, porque el Mercosur se creó en 1991, pasaron 27 años y Uruguay quedó encerrado en fronteras enormes con países que producen la misma canasta exportadora.

    ¿En las recientes negociaciones con la UE hubo algún cambio en la propuesta de cuotas de acceso para la carne vacuna?

    —En carne hay una propuesta que no está escrita pero hay una palabra dada de que será mejorada, dependerá del tema de los autos. No es solo cuestión de toneladas, hay que analizar las condiciones, el tipo de cortes, que la administración esté en el Mercosur y no en Europa, entre otros puntos. Hoy los europeos hablan de 99.000 toneladas, el Mercosur bajó de 390.000 a 160.000 toneladas en la carne vacuna, pero hay que considerar que el tratado incluye a todo el universo arancelario.

    En carne creo que no va a llegar a las 160.000 toneladas pero se va a acercar, en el caso de que se destrabe el asunto de los automóviles.

    También las negociaciones de un eventual tratado de libre comercio del Mercosur con Canadá, con Corea del Sur y con el EFTA (integrado por Suiza, Noruega, Islandia y Liechtestein) son muy importantes.

    ¿Para Uruguay sería mejor negociar bilateralmente y no con el Mercosur?

    —Tenemos que ser muy honestos y Uruguay como mercado no entusiasma a nadie. A las potencias comerciales del mundo Uruguay no les mueve la aguja, ni en artículos de alta tecnología, ni en absolutamente ningún producto podemos marcar las pautas. Si alguien quiere hacer un TLC con Uruguay es para tener un pie en el Mercosur y aprovechar esa posición. Y es ahí cuando aparecen los problemas.

    Pero si no nos abrimos al mundo, Uruguay y el Mercosur, con los costos que tenemos nuestro futuro está muy cuestionado.

    ¿Para los frigoríficos hubo un cambio en la política oficial de carnes, que ejecuta el Inac?

    —Vemos un cambio positivo en el Inac, percibimos que los representantes del Poder Ejecutivo le han dado una tónica diferente en una gran apuesta al entendimiento entre el sector de los productores y el de la industria frigorífica, dotándolo además de instrumentos técnicos, racionales y objetivos, para favorecer la transparencia y evitar la desconfianza que hubo en el sector.

    ¿Hubo?

    —Hay, hay. Lo que pasa es que con las cosas que se han hecho, cada día son menos las agremiaciones rurales que viven en la desconfianza. Y la desconfianza entre el que compra y el que vende siempre va a existir. Pero la desconfianza normal siempre tiene unos límites que son razonables. Y acá durante muchísimos años se ha basado en la desconfianza la comercialización. Entonces es un tira y afloje en el mercado, donde todo está visto como manejos espurios de la industria.

    A esta altura del partido hay menos productores que piensan de esa manera. Hace 20 años el 98% de los frigoríficos era propiedad de capitales uruguayos y del 2005 para acá aparecieron operadores argentinos, brasileños, ingleses, japoneses, chinos y alguno más. No puede ser que cuando todas las empresas eran uruguayas arreglaban los precios y ahora que hay inversores de varios países con distintos parámetros económicos y financieros también arreglan los precios. Eso se cae por su propio peso.

    De a poco se van dando cuenta de que es insostenible pensar que la industria frigorífica está fundada en la especulación y en el manejo espurio.

    ¿Esa extranjerización de los frigoríficos no generó ninguna consecuencia negativa? Algunas empresas brasileñas que operan en Uruguay fueron involucradas en casos de fraudes sanitarios y corrupción en Brasil.

    —Eso lo hemos analizado y el problema de Brasil no era la carne, sino que tuvieran un contubernio con el gobierno. Todos los rubros que negocian en Brasil estaban vinculados con el gobierno, hay 280 diputados que están imputados por delitos de corrupción de un total de 530. Es algo generalizado. Es un problema del país. Siendo corruptos los políticos encontraron la contraparte para acompañar la corrupción.

    Hay una pastera que se instaló en Uruguay porque un político corrupto de otro país le pidió un determinado peaje y esa empresa en una demostración de transparencia decidió no ir a ese país, cruzó el charco y se instaló acá.

    No digo que en Uruguay no haya corrupción, tal vez la hay, pero los niveles son ínfimos, en comparación a Brasil y a lo que era Argentina.

    Debido a la sequía, entre otros factores, ¿qué puede pasar con la faena en los próximos meses de este año y en el mediano plazo?

    —Estamos muy preocupados, porque ya la faena cayó. Desde fines de octubre hasta parte de abril la faena estuvo por encima de las 50.000 cabezas semanales, ya que por la sequía los productores necesitaban reducir la carga en sus establecimientos.

    Ahora que la situación climática mejoró y las expectativas son a que suba el precio del ganado, ahí tenemos un problema muy serio. La faena se va a caer, sufrirá una caída pronunciada.

    Menos de 30.000 vacunos semanales es difícil, pero caerá. Además está el desencuentro que hay con los precios. Sanamente uno debe reconocer que la exportación de carne bovina en los primeros cuatro meses está algo por encima de los US$ 3.500 por tonelada, lo que es casi 4% más que en 2017. Pero por el otro lado, la hacienda vale un 11% más que el año pasado con un dólar que viene atrasado, con lo que aumentaron los salarios y la energía eléctrica, los números no cierran con ese novillo a tres con cuarenta y pico por kilo.

    En el largo plazo la preocupación pasa por la falta de terneros, calculada por el INIA entre 400.000 y 500.000, más la exportación de ganado que lleva a pensar que en el futuro va a haber mucha desocupación en la industria frigorífica.

    ¿Entonces los precios del ganado tenderían a bajar?, ¿el consumidor puede esperar una rebaja en los valores que pagará en el invierno?

    —Los precios de la hacienda no son sostenibles. La ventaja que tiene el mercado interno es que es mucho más flexible a los valores del ganado. Hace siete años se viene demostrando sistemáticamente, que si baja la hacienda también disminuye en el abasto, igual que cuando sube. Están íntimamente relacionados. Hay una cantidad de productos que suben su precio y no bajan nunca más.

    La puerta de vaivén para exportar más puede tener la contrapartida de que tengamos que importar carne: esa puede ser una situación. Lo mismo podría pasar algún día con el ganado. Pero ni Paraguay ni Argentina tienen autorización para exportar en pie y porque los precios de la hacienda están demasiado equilibrados entre los países de la región.

    ¿Cuál es el escenario laboral en la industria frigorífica?

    —En cuanto a la ocupación, en los próximos tres meses, mayo, junio y julio, incluso en agosto, va a haber gente desocupada o medianamente ocupada, como hasta ahora. Hay plantas frigoríficas que están faenando dos o tres veces por semana. Y algunas que antes de entrar a esa ecuación perversa de faenar con esa frecuencia, decidieron parar y esperar a que la oferta de ganado aumente.

    El panorama en ese sentido no es bueno. El lunes 30 de abril hablamos con el ministro de Trabajo (Ernesto Murro), le planteamos la preocupación por el corto y el largo plazo y la necesidad de encontrar una salida a esta coyuntura.

    Tenemos problemas muy serios en la parte laboral. Con la Foica hemos negociado durante muchos años, en lo personal desde 1985, cuando en noviembre de ese año se cerró el primer Consejo de Salarios.

    La Foica siempre había sido un sindicato con el cual uno podía negociar y confiar en su palabra y en el respeto. En la negociación colectiva lo fundamental es la buena fe. Y cuando uno firma un convenio de uno, dos o tres años, en el 90% de los casos el empresario lo hace para poder trabajar en paz. Sin tener interrupciones imprevistas, sin incumplir contratos de compra, de venta y contar con un panorama despejado.

    ¿Y eso ha cambiado?

    —Sí, lamentablemente, en los últimos tres o cuatro años hubo un cambio radical. Eso nos preocupa a todos, al gobierno y a nosotros. La Foica está desmembrada, hay tres facciones que se enfrentan entre ellos y eso ha llevado a que las negociaciones sean en un clima de confrontación. Cada una de las facciones trata de demostrar su poder ante los trabajadores. El ambiente no está bien. Los convenios se violan con mucha facilidad y toda esa cuestión interna está afectando la actividad y los compromisos asumidos.

    Le informamos al ministro Murro que la política de la Foica es que negocian además de los salarios una cantidad de beneficios adicionales y cuando se termina la negociación y se alcanza un acuerdo, como tenemos ahora hasta el 31 de diciembre de 2019, va a nivel de empresa y del sindicato de la empresa a tratar de mejorar las condiciones del Consejo de Salarios. Se entró en un círculo perverso y eso nos llevó a pensar que este sistema de negociación está agotado. Con la forma en que se conduce la Foica eso se agotó y hay que cambiar las reglas. No se puede seguir mezclando lo que se negocia en un ámbito tripartito con lo negociado a nivel bipartito, porque si no se entra en una escala de incremento de costos que se vuelve insoportable.

    Desde el primer Consejo de Salarios de julio de 2005 hasta el último, realizado en diciembre de 2017, los salarios en dólares aumentaron 459% en la industria frigorífica.

    El gobierno hace lo que puede en relación con el tema interno de la Foica, que también es parte del PIT-CNT. Uno se siente desanimado, empieza a percibir que está arando en el desierto, porque no se consigue la sensibilidad del gobierno y los problemas se van de las manos.

    Ha pasado en algunas empresas que un supervisor observó a un delegado sindical y como el tono no le pareció el adecuado, entonces se bajó de la plataforma y se llevó a todos los trabajadores de la faena y quedaron los animales colgados.

    Si el supervisor le habló mal, el delegado en el descanso debería dirigirse a la oficina del personal a plantear eso y después ir a la comisión tripartita a tratar el tema.