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Como todos los agosto, se reeditó esta realización del Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo y la Sala Verdi bajo la curaduría de María Julia Caamaño. El trabajo sin desmayo de Caamaño ha logrado que en esta cuarta edición de La Escena Vocal, la Sala Verdi estuviera desbordada de público, como corresponde a un ciclo de esta calidad.
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Abrió el fuego el viernes 31 la soprano estadounidense Nadine Sierra, una belleza de 27 años hija de madre portuguesa y padre puertorriqueño, alta, sonriente, segura y vestida en elegantes tonos pastel. Todo ese hábito exterior —que no hace al monje pero ayuda— pasó a segundo plano cuando emergió el monje verdadero, es decir, una cantante de esas que meten miedo porque si a la edad que tiene canta así, lo que nos espera a ella y a quienes la escuchamos es aún mejor. Para el recuerdo el vals de Francis Poulenc Les chemins de l’amour, el aria de la Bachiana Brasilera Nº5 de Villa Lobos con un boca chiusa de gran sonoridad y fuera de programa una interpretación conmovedora de O mio Babbino caro, del “Gianni Schicchi” de Puccini. En otro momento de su recital mostró un gran talante para la ópera pero debería explotar más la dimensión de canto más íntimo, como en los ejemplos citados, que le viene como anillo al dedo y en los que adquiere una gran intensidad.
A ese clima no fue ajeno el también joven pianista acompañante Jerome Tan, nativo de Singapur, con un tocco de gran sensibilidad, flexible a todas las sutilezas de la cantante.
El sábado 1º de agosto fue el turno de Una Noche en lo de Rossini. Como se sabe, el compositor italiano era célebre por organizar en su casa comilonas con amigos, oportunidad en la que escuchaban música, sobre todo cantantes. Esa atmósfera distendida fue recreada con un ameno guion de María Julia Caamaño que supo explotar el jugoso anecdotario del compositor y de sus detractores, guion que fueron leyendo en clave de humor como narradores los actores Alejandra Wolff y Daniel Spinno Lara, mientras desfilaban haciendo lo suyo los distintos cantantes.
Entre los solistas nacionales descolló la mezzo Mariella Nocetti con Saint-Saëns (Danse macabre), Wagner (Mignonnes) y Rossini (Aragonese). Una performance a subrayar porque prácticamente todo lo que hace lo hace bien.
La mezzo Ana Pimentel y la soprano María Victoria Píriz sortearon con más felicidad Rossini que Mozart. Un grato descubrimiento fue la soprano Debora De León, que en su única intervención se animó con el aria de la Reina de la noche de La flauta mágica, de Mozart. Salvó la prueba con solvencia y recibió un sonoro y justificado aplauso. Al tenor Gonzalo Fletcher se le vio con frecuencia vacilante en afinación y al barítono Álvaro Godiño muy correcto como Papageno en Mozart y con una brillante y sentida versión de la canción Mi lagneró tacendo, de Rossini. Acompañó siempre desde el piano Carla Ferreira Romaniuk en una labor sin fisuras.
Las cantantes extranjeras que participan del festival también se mezclaron con los jóvenes compatriotas. La soprano francesa Norma Nahoun mostró un lindísimo timbre en el Aria de las joyas que canta Margarita en el Fausto, de Gounod. La soprano rusa Yana Ivalinova lució un generoso caudal y un atractivo color semioscuro en la Casta diva, de la Norma de Bellini. Como sorpresa fuera de agenda se presentó el tenor uruguayo Leonardo Ferrando, actualmente radicado en Berlín, que se ha especializado en el repertorio del bel canto. Mostró una voz bien trabajada, de timbre algo áspero, en la dificilísima aria de Lindoro Languir per una bella de La italiana en Argel, de Rossini.
La mezzo española Nancy Fabiola Herrera y la soprano norteamericana Nadine Sierra fueron platos tan fuertes que el pataleo del público hizo temer por la solidez estructural de la sala. Sierra cerró la noche con un espectacular Caro nome, del Rigoletto, de Verdi. Un verdadero alarde escénico y vocal para el que no hay palabras. Herrera, en otro bienvenido e inefable alarde, conmovió hasta el tuétano a la audiencia con el aria de Dalila Mon coeur s’ouvre a ta voix, del Sansón y Dalila, de Saint-Saëns. El pico más emotivo de la noche.
El domingo 2 fue el turno de la joven soprano francesa Norma Nahoun en un programa de canciones francesas de Debussy, Fauré, Chausson y Reynaldo Hahn. En general correcta, con un timbre de lindo color en la zona media, no se la notó distendida en ese repertorio, incluso hasta con algún desajuste de afinación en la zona aguda. Se transformó en otra persona cuando hizo fuera de programa la canción Les filles du Cadix, de Léo Delibes. Con paso seguro rindió en todo su registro, cantó con gracia y desenfado. Parece obvio que la ópera es su terreno más propicio y no la canción intimista, a la que desafortunadamente dedicó por entero su recital.
Nancy Fabiola Herrera, considerada la madrina de estos festivales por su apoyo incondicional desde el primero que se hizo en 2012, brindó una masterclass el lunes 3. Comparecieron tres jóvenes estudiantes, una mezzo y dos sopranos que hicieron arias de Werther (Massenet), Rinaldo! (Händel) y La clemencia de Tito (Mozart). La Maestra hizo hincapié en la necesidad de que el cantante recoja previamente información concreta sobre el autor, las circunstancias en que escribió la obra y datos sobre el personaje: si es joven o viejo, si tiene padres y hermanos, si es rico o pobre, si está enamorado o padece desamor. Y lo resumió en una frase: “Si la información recogida es vaga, vago será lo que cantemos”. Subrayó además la importancia del texto que se canta, instando a los alumnos a escribirlo aparte y a estudiar la letra y la puntuación para recién después ir a la música y cantarla en función de las palabras escritas. También subrayó la importancia de la dicción y el estudio de arias o canciones extranjeras con un profesor de idiomas. “Da el mismo trabajo pronunciar bien que pronunciar mal, pero si lo hacemos mal adquirimos un hábito muscular equivocado que luego nos costará corregir”. Como concepto común a las tres masterclasses, insistió en la necesidad vital de que el cantante se conecte interiormente con situaciones similares de su vida para poder sacar para afuera y transmitir el estado de ánimo que corresponda a la pieza que se interpreta.
El festival tiene una última función el viernes 7 a las 20 con el excelente barítono compatriota Alfonso Mujica, acompañado al piano por el colombiano Alejandro Roca, en un programa con obras de Fauré Duparc, Ravel, De Falla, Gilardoni y Turina. A no perderlo.