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Carlos González, pediatra español: “Lo que tu hijo necesita no es tu dinero, es tu tiempo”

El referente mundial en crianza respetuosa habla sobre apego, instinto maternal y la falsa creencia de que no hay que demostrarles tanto afecto a los niños

En tiempos en los que abundan —¿y sobran?— los libros y manuales de crianza, los consejos cruzados y las comparaciones que provocan más ansiedad que certezas, las madres se cuestionan hasta lo básico. ¿Tengo que atender a mi hijo cuando llora? ¿Alzo en brazos a mi bebé? ¿O un poquito sí, pero no tanto, para que no se “malcríe”?

“Ya no quedan seres humanos en libertad, es decir, guiándose únicamente por sus instintos y sus imperativos biológicos. Todos vivimos en cautividad, en ambientes artificiales y en el seno de grupos humanos con normas culturales”, dice el pediatra español Carlos González en su libro Bésame mucho, publicado en 2003. “Como las monas del zoo, muchas madres actuales parecen haber perdido la capacidad de criar a sus hijos siguiendo sus propios instintos. Dudan, tienen miedo, consultan libros, preguntan a expertos. Incluso se sienten culpables cuando, años después, otro libro u otro experto les dice todo lo contrario”, añade.

Más de 20 años después de la publicación de este, su segundo libro (después de Mi niño no me come, publicado en 1999), el planteo de González sigue tanto o más vigente. Toda su obra se tradujo a más de 10 idiomas y llegó a una amplísima parte del mundo. Así, el pediatra de 65 años se posicionó como uno de los referentes mundiales en crianza respetuosa. Hoy cientos de miles de madres y padres jóvenes siguen sus consejos en redes sociales y en su podcast Criando sin miedo (disponible en Spotify), que ya va por su segunda temporada.

El domingo 31 de agosto, González dará una conferencia en línea para Uruguay en vivo desde España titulada “El apego no se forma en una hora. Se construye cada día”. Lo hará en el marco de Cría Uruguay, el primer encuentro de mapaternidad del país, que tendrá antes una jornada presencial el 30 de agosto en el Hotel Radisson Victoria Plaza. Allí, familias, profesionales y acompañantes de la infancia se reunirán para compartir talleres, juegos y conversaciones en torno a la crianza.

González recuerda que el instinto materno no desapareció, solo se volvió más difícil de escuchar en un mundo saturado de información. Sobre los estilos de crianza, el apego, el sueño infantil, la educación sexoafectiva y cómo se vinculan los padres con sus hijos habló en una entrevista virtual con Galería. “No tengan nunca miedo de demostrarles a sus hijos lo mucho que los quieren”, resumió como consejo principal para padres novatos.

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El 31 de agosto dará una conferencia en el marco del encuentro Cría Uruguay, que tiene como título “El apego no se forma en una hora. Se construye cada día”. ¿Cómo define el apego?

El apego es un vínculo afectivo fuerte, duradero y significativo. Eso quiere decir que ni todos los amigos son apegos ni todos los del Facebook son amigos. Un niño establece una primera relación de apego con una persona concreta, que casi siempre es su mamá, y, a partir de esa primera relación, con el tiempo irá estableciendo algunas otras a lo largo de su vida. En general, el apego se forma entre los seis y los 12 meses de edad.

¿Existe un apego natural del niño con su madre o es algo que se construye?

El primer apego habitualmente es con la madre porque es con ella con quien más relación tiene el niño. Para que el apego sea con otra persona, tiene que suceder que el niño haya sido dado en adopción o que la madre tenga una depresión grave de las de no levantarse de la cama y no hablar con nadie, o alguna cosa así. El apego puede ser seguro o inseguro, y eso sí que va a depender de cómo le trate esa madre a lo largo de su primer año de vida.

¿Qué acciones hacen que se construya un apego seguro entre el niño y una figura materna o paterna?

En la mayoría de los casos, el bebé va viendo que cuando llama, acuden. Cuando necesita, le ayudan. Ese bebé desarrolla el apego seguro, que quiere decir que está seguro de que le van a atender. Atenderle no quiere decir darle lo que pida, que ahí es donde mucha gente se confunde. En el caso del bebé pequeño, prácticamente es lo mismo, porque el bebé pequeño no pide algo que no necesite. Pero un niño mayor que te pide un helado, por ejemplo, es posible dárselo sin atenderle. Y es posible atenderle sin darle el helado. Puedes atenderle diciendo: “muy bien, cariño, vamos a comprar un helado. ¿De qué lo quieres?”. O puedes atenderle diciendo: “no, cariño, un helado no porque ya sabes que los helados no son buenos para los dientes, no son sanos y no hay que comer tantos”. Y puedes no atenderle, diciendo: “¡calla de una vez! ¡Siempre pidiendo helado! ¿Qué te has creído, que tienes tú derecho a un helado?”. O puedes atenderle diciendo: “¡toma el helado y calla de una vez, déjame en paz!”. Y de estas últimas maneras no le has atendido. No se trata de darle el helado, se trata de atenderle, que es distinto. Ahora, según lo que haya pedido, en algunos casos se lo podremos dar y en otros no. Pero siempre lo podemos hacer de forma amable.

No se trata de darle el helado, se trata de atenderle, que es distinto. Ahora, según lo que haya pedido, en algunos casos se lo podremos dar y en otros no. Pero siempre lo podemos hacer de forma amable. No se trata de darle el helado, se trata de atenderle, que es distinto. Ahora, según lo que haya pedido, en algunos casos se lo podremos dar y en otros no. Pero siempre lo podemos hacer de forma amable.

Usted es un referente mundial en la “crianza respetuosa”. ¿Cómo se distingue esta corriente de una crianza permisiva?

No debería haber diferencias. Lo que pasa es que la palabra permisiva mucha gente la usa en un sentido incorrecto. Para los psicólogos, existen cuatro estilos de crianza: autoritario, autorizativo, permisivo y negligente. Según esa clasificación, hay dos ejes. Uno sería si le pones normas estrictas al niño o no se las pones, y el otro eje, totalmente distinto, sería si le das mucho cariño o no. Eso te da cuatro posibilidades. Muchas normas y poco cariño sería el estilo de crianza autoritario; normas estrictas y mucho cariño sería el autorizativo; pocas normas y poco cariño sería el negligente, y el permisivo sería pocas normas, pero mucho cariño. Estudios científicos han indicado que en distintas sociedades funcionan mejor distintos tipos de crianza. “Funcionan mejor” usando criterios, como si sacó buenas notas en el bachillerato, si se drogó, si tuvo problemas con la policía durante la adolescencia, cosas así. Se podrían usar otros criterios. ¿Cuándo dirías que lo has hecho bien como madre? ¿Para ti, lo más importante es que tu hijo saque buenas notas?, ¿o que no se drogue? O a lo mejor para ti lo más importante es que sea religioso, o que sea solidario, o que no desprecie a las mujeres. Según el criterio de “éxito en la escuela = éxito en la vida”, resulta que en Estados Unidos y algunas otras sociedades del norte, los chicos que mejor salen son los que tienen padres autorizativos: mucho cariño pero reglas claras. En cambio, en China parece que los chicos que más éxito tienen son los que tienen padres autoritarios: muchas reglas y menos cariño. En España y México —y no sé si hay estudios en Uruguay, pero sospecho que, si los hay, la realidad será parecida—, los chicos que mejor salen son los que tienen padres permisivos. La interpretación es que lo que funciona es lo que se parezca más a la sociedad en la que vives. Para vivir en una sociedad latina caótica, es mejor tener padres caóticos así ya estás acostumbrado.

¿La crianza respetuosa es posible en todos los contextos sociales y económicos o requiere de ciertos privilegios?

Siempre es posible. Es mi opinión y me puedo equivocar, pero esa crianza permisiva posiblemente sea la que más padres han usado a lo largo de la historia de la humanidad. Porque cuando decimos que haya reglas estrictas, los permisivos también las tienen. Por muy permisivo que sea un padre, no deja que su hijo beba productos tóxicos o que le saque un ojo a su hermano. De hecho, un padre que permitiera esas cosas sería más que negligente. Sería, simplemente, un padre estúpido.

¿Qué tipo de normas hacen a padres demasiado estrictos entonces?

Quizás a otro tipo de normas del tipo “siéntate recto”, “no pongas los codos en la mesa”, “dale las gracias a este señor”, “dale un besito a tu tía”. Cosas en las que otros padres no insisten tanto. Muchas de esas normas, que más que imprescindibles para la vida son cuestiones de cortesía, son bastante modernas. No me imagino a la gente en la edad media preocupada por si el niño saltaba en el sofá o no. No me imagino a los Australopithecus riñendo a un niño por pisar un charco o meterse el dedo en la nariz. Nuestra sociedad en los últimos siglos ha desarrollado una serie de normas sociales que algunos padres intentan imponer con mucha rigidez, pero que a otros no les importan tanto. Y no creo que ninguna de las dos cosas haga que el niño se vuelva un asesino en serie. Pero en una sociedad en la que para encontrar un empleo es necesario que sigas todas esas normas a rajatabla, a lo mejor es bueno que tus padres te las hayan hecho conocer.

En la actualidad se cuestiona la existencia del famoso “instinto maternal” y se plantea que quizás no sea una cosa natural, sino algo que se construye. ¿Qué opina?

Depende de a qué se le llame instinto maternal. Hace poco leí en España una noticia del tipo: “científicos de no sé dónde demuestran que el instinto maternal no existe”. Me pareció una chorrada, porque la demostración de que el instinto maternal no existía era que en los monos, el primer hijo tiene más posibilidades de morir porque la madre no sabe qué hacer, y con el segundo ya aprendió más. Pero claro, eso es relevante para quienes piensan que el instinto maternal significa que todas las madres del mundo, humanas o animales, de forma automática saben qué tienen que hacer y siempre hacen lo mejor. Yo no creo que eso sea el instinto maternal. Otras personas dicen que el instinto maternal no existe porque hay mujeres que se sienten felices y realizadas como personas sin tener hijos. Pero tampoco creo que el instinto maternal sea el deseo de tener hijos. El instinto maternal significa que la inmensa mayoría de las personas intentan no hacer daño a los niños, sino protegerlos. Lo intentarán con más o menos entusiasmo, con más o menos habilidad, y no todo el mundo. El instinto no es algo que todos los animales de una especie vayan a tener seguro. Simplemente, es algo que es mucho más probable que la mayoría de los animales de determinada especie en determinadas circunstancias hagan. ¿Hay mujeres que no quieren tener hijos? Pues muy bien. Pero la mayoría de esas mujeres u hombres que no quieren tener hijos, si les dicen “cuida a tu sobrino que tengo que ir a no sé donde”, van a intentar protegerlo de todos los peligros, van a procurar que no llore, van a procurar cuidarlo bien.

Las madres consumen mucha información de libros, manuales, redes sociales, sobre “cómo hay que criar”.

Mal asunto.

Es a esas madres a quienes más se les critica que “no se guían por su instinto”, sino por lo que recomienda tal pediatra o psicólogo. ¿Se está perdiendo el sentido común o ese tipo de “instinto” o sensibilidad de mirar y conocer a sus hijos para saber qué es lo que necesitan y cómo brindárselo?

Es que es eso... Intentar consolar a un niño que llora, posiblemente sea instintivo. Ahora, si le tienes que poner ropita de algodón o sintética, eso no puede ser instintivo, sobre eso te han dicho algo, has leído algo o te has imaginado. Hubo un tiempo en el que en una determinada comunidad prácticamente todo el mundo hacía lo mismo. Cuando tu abuela le decía a tu madre que podía ir a merendar a la casa de una amiga, ella estaba segura de lo que iba a pasar en esa casa, porque en todas más o menos se hacía lo mismo. En cambio, hoy la gente hace muchas cosas distintas: hay familias que bendicen la mesa y otras que no, hay niños a los que les hacen lavarse los dientes y otros a los que no, hay madres que compran productos con aceite de palma y otras que no. Tú ya no estás segura de si cuando tu hijo vaya a la casa de un amiguito le darán unas galletas ricas en azúcar y aceite de palma que tú no comprarías jamás en la vida, o no. Quizás eso es lo que hace que la gente ahora a veces se sienta más perdida. Antes tu madre te decía una cosa, tu suegra te decía lo mismo, la vecina de enfrente te decía lo mismo, la enfermera te decía lo mismo, y entonces era así. Pero ahora, además de tu suegra, tu vecina y tu madre, tenés un libro que está escrito en otro país, o incluso traducido de otro idioma, de otra cultura totalmente distinta, ves una cosa por internet, si sabes inglés ves cosas más raras, y acabas de los nervios.

La psicóloga uruguaya Fanny Berger, especializada en niños y familia, dice que “hoy los padres tienen miedo a perder el amor de sus hijos”, ¿qué opina de esto?

Sí y no. Que mis hijos no me quisieran sería una de las peores cosas que me podrían pasar en la vida. Pero, por otra parte, no tengo miedo de que mis hijos no me quieran, así como no tengo miedo de que me vaya a atropellar un camión. Sé que es una cosa que sería muy mala, pero que lo más probable es que no ocurra. Es según cómo entiendas la palabra miedo. Los hijos te quieren hagas lo que hagas. De hecho, los niños maltratados quieren a sus padres. Algunos padres, conscientes de que no están pudiendo dedicar a sus hijos todo el tiempo que necesitan, intentan compensarlo con juguetes o caramelos. Pero claro, no compensa. Lo que tu hijo necesita no es tu dinero, es tu tiempo.

Uno de los temas más frecuentes en consulta es el sueño en los niños más pequeños.

¡El sueño, ese desconocido! (Ríe).

¿Qué opina de los métodos de entrenamiento del sueño?

Que son inútiles. Hay un artículo científico reciente que analizó todos los medios conocidos y vio que 10 minutos más es todo lo que se consigue a partir de hacer al niño dormir cada noche según los métodos más estrictos. Y eso en niños mayores de cinco años, porque en los más pequeños ni 10 minutos se conseguían. Dormir es una necesidad básica del ser humano. Una de las mayores torturas que se le puede hacer a un prisionero es intentar impedir que duerma. Una persona moriría antes si no durmiera que si no comiera, entonces seguro que los niños duermen. Otra cosa es que duerman a la hora en la que a ti te gustaría que lo hagan, sin despertarse nunca a medianoche, sin llamarte. Eso ya es pedir mucho. Las mamás suelen preguntar a qué edad dejará de despertarse su hijo por la noche, y yo siempre les digo “nunca, jamás”. Todo el mundo se despierta varias veces por la noche. Incluso quienes dicen que duermen siempre de un tirón, cuando se han hecho experimentos de ponerles cámaras, cables y cosas, se comprueba que no es cierto. Sí que se despiertan, lo que pasa es que luego no se acuerdan. La pregunta correcta no sería a qué edad dormirá de un tirón, sino a qué edad, cuando se despierte, no se pondrá a llorar llamando a su mamá.

¿A qué edad suele suceder eso entonces?

Más o menos hacia los tres años no llorará llamando a su mamá porque simplemente se levantará, irá caminando y se le meterá en la cama. Más adelante llegará un momento en el que ni siquiera irá a su cama, y, aunque no lo crea, allí empezarán sus problemas. Ojalá los niños de 10 años cuando se despertaran llamaran a sus papás. A esa edad, sin embargo, pueden coger el móvil, la tablet o lo que sea, meterse en internet, sabe Dios en qué páginas, y sabe Dios qué es lo que les puede aparecer. Y cinco o siete años más tarde, sabe Dios dónde estarán pasando la noche, con quién y qué estarán haciendo. Algún día pensarás: “¡qué tranquila que vivía en aquella época!”. Esa época en la que cada vez que se despertaba podían verlo y saber dónde estaba y qué estaba haciendo. No sabéis los padres jóvenes la paz que tenéis.

Algún día pensarás: “¡qué tranquila que vivía en aquella época!”. Esa época en la que cada vez que se despertaba podían verlo y saber dónde estaba y qué estaba haciendo. No sabéis los padres jóvenes la paz que tenéis. Algún día pensarás: “¡qué tranquila que vivía en aquella época!”. Esa época en la que cada vez que se despertaba podían verlo y saber dónde estaba y qué estaba haciendo. No sabéis los padres jóvenes la paz que tenéis.

¿Cuál es su postura sobre la educación sexual en niños? En la actualidad se debate mucho a partir de qué edad empezar a abordar estos temas, cuánto hay que decirles, si es algo que se enseña en las escuelas o en la casa...

Pues, no sé. También depende de a qué se le llame educación sexual. De dónde vienen los niños, la mayoría, a no ser que sean el último hermano, lo aprenden bastante pronto y por evidencia: los niños vienen de la barriguita de mamá. Y no creo que nadie tenga mucho problema con eso. Explicarle a tu hijo cómo entró el niño en la barriga de mamá ya es otra cosa en la que supongo que no querrás entrar en detalles hasta bastante más adelante. Por otra parte, pienso que, si hubiera venido mi mamá o mi papá a intentar explicarme esas cosas en su momento, me hubiera yo muerto de vergüenza. No estoy seguro de que todos los niños deseen que les expliquen detalles.

¿Pero cuándo y de qué forma se debería empezar a educar sobre las relaciones sexuales, la protección, los riesgos?

A un niño de cinco años quizás se le diga que respirar es inspirar y expirar. Los detalles se los van a explicar más adelante en el colegio: qué es el pulmón, la tráquea, el oxígeno, no sé. No creo que la educación sexual tenga que ir ni muy adelantada ni muy atrasada con respecto a los conocimientos sobre cómo funciona el resto del organismo.

¿Es mejor que la educación sexual se enseñe en la escuela o que la enseñen los padres?

Dependerá de lo que cada familia quiera hacer. Últimamente veo gente que usa la expresión educación afectivo-sexual, o algo así. Porque, al fin y al cabo, a lo que, al menos en mi infancia, llamaban educación sexual era a la parte más técnica del asunto. Pero la parte afectiva se explicaba antes. No sé si es que da la impresión de que algunos jóvenes ahora saben muy bien cómo funciona esto del sexo, pero no saben que no se puede besar a una chica sin permiso. Creo que en mi infancia lo de no poder besar a una chica sin permiso se tenía clarísimo. De hecho, nos daban a entender que con permiso a veces tampoco se podía. La educación sexual no solamente es explicar qué es un pene, qué es una vagina, qué es un ovario, qué es un útero. La educación sexual también es explicar cómo funcionan las relaciones de pareja; y eso, en gran parte, lo ve el niño en su día a día. No es que un día los padres tengan que decir “hijo mío, hoy te voy a explicar cómo han de tratar los hombres a las mujeres”. Ya ha visto cómo trata su padre a las mujeres, no hace falta que le explique.

Si pudiera dar un único consejo a una pareja de padres que está esperando a su primer hijo, ¿cuál sería?

El principal sería que no tengan nunca miedo de demostrarles a sus hijos lo mucho que los quieren. Parto de la base de que casi todos los padres quieren a sus hijos. Tampoco diría todos, porque hay niños maltratados y hasta asesinados. Casi todos los padres quieren a sus hijos, pero a muchos les intentan hacer creer que no hay que demostrarlo. “Puedes querer mucho a tu hijo pero no lo puedes coger en brazos”, “no le puedes consolar cuando llora”, “no te lo puedes meter en la cama si llora por la noche y se despierta”, “no le puedes dar pecho antes de las tres horas”. Entonces, ¿cómo se va a enterar, pobre criatura, de que sí, que le quiero? ¿Se lo pongo por escrito? (Ríe).

La agenda completa e información sobre Cría Uruguay está disponible en su página web. Entradas disponibles desde 47 dólares, que dan el acceso a la conferencia de Carlos González, el domingo 31 de agosto a las 10 horas.