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Mauricio Rodríguez
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Mauricio Rodríguez
Cuando en 2010 Lender llegó por primera vez a Garzón, creyó estar ante “el secreto mejor guardado del mundo”; resolvió instalarse y transformar su vida. “Es aquí donde conocí a mi yo creativo”, afirma en una carta-presentación publicada en el sitio web de Campo. “Campo es la extensión de esa transformación”, un instituto creativo sin fines de lucro que apoya a artistas como agentes de cambio a través de diversos programas que ofrecen “una experiencia transformadora” en Garzón.
“El arte tiene el poder de despertarnos y el planeta necesita más gente despierta”. Es otra de las frases de la fundadora de Campo. A su entender, es esencial desconectarse del mundo exterior para conectarse con el espacio interior de uno mismo y, a partir de allí, dar cabida a la creatividad. A esto mismo se han dedicado durante el mes de diciembre los 13 artistas residentes de Campo Air, el programa de residencia que invita a los creativos a sumergirse en la cultura, naturaleza y comunidad de Pueblo Garzón, con el objetivo de encontrarse a sí mismos, centrarse en proyectos personales y conectarse entre sí. A su vez, inspirados en el tema propuesto, cada uno es invitado a realizar una intervención artística en el pueblo, para ser exhibida durante Campo Art Fest.
La migración hecha arte
Arleene Correa Valencia, mexicana radicada desde los tres años en Estados Unidos, es una de las artistas internacionales que este año ha participado de Campo Air y que estará presente en Campo Art Fest. Su experiencia como inmigrante marca toda su obra. “Llegar a Estados Unidos con tres años y no poder regresar a México por más de 25 años informa todo el trabajo que hago”, señala a Galería. “Toda tu vida queda diseñada para responder a ese tema de deportación. Cuando era niña, en mi familia vivíamos como paranoicos, pensando si íbamos a llegar todos a casa. Hoy ya tenemos algún estatus, pero aún quedan residuos de ser indocumentados”, comenta.
Su proyecto para Campo se inspira en las cartas —algunas las ha traído hasta Garzón— que por casi un año ella y su hermano, siendo niños, se enviaban con su padre, el primero de la familia en emigrar a Estados Unidos. “Tener este archivo de cartas es muy poderoso y doloroso a la vez. Hay mensajes de una niña que no conoce todo el contexto político y social que hay detrás, lo único que sabe es que su padre la abandonó”. “Papi, no te olvides de mí, yo te quiero mucho”, se lee con letras de color ladrillo en la pared lindera de la tapera que le tocó intervenir a Arleene. “Es un mensaje supersimple, pero también poderoso, que me despierta la sensación de ser abandonada”, comenta. El paso del tiempo le permitió tomar conciencia de que aquel “abandono” fue el “acto más grande de amor” que su padre hizo por ella: irse para luego poder llevarlos y darle todo lo que él no había tenido. Sin embargo, cuando de niña se quedó en México sin su papá, no lo entendía así.
“Nuestro objetivo es inspirar un futuro esperanzador, donde la lucha y el cambio se entrelazan con la belleza y la esperanza”, dice Heidi Lender, fundadora de Campo.
“Me siento muy solita”, dice otra frase escrita en el interior de la tapera, también en color ladrillo. No se trata de pintura, sino de una mezcla elaborada por la propia artista utilizando tierra de Garzón y yema de huevo. “Me interesa mucho la pintura, pero también los mensajes de la humanidad y del amor que están en la tierra”. La intervención de Arleene se completará con más murales y textiles hechos a mano, en los que las ideas fuertes serán la visibilidad y la invisibilidad, o cómo los cuerpos pueden estar separados y juntos a la misma vez.
En la tapera contigua trabaja Ha Jin Lee, artista coreana ganadora del premio Untitled Art 2024, cuya obra de arte para Campo consistirá en investigar la misma estructura de cemento que le fue asignada para intervenir. “Esa casa es un ejemplo exacto de cómo el modo humano de migración implica movimiento hacia algún lugar con un objetivo determinado, usar y luego abandonar. Creo que es el modo opuesto al que tiene la naturaleza, entonces quiero hacer el contraste”.
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Mauricio Rodríguez
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Parte de su intervención consiste en rasquetear las paredes para descubrir las distintas capas de pintura que se esconden, que hablan de distintas épocas, movimientos y mudanzas. “La pared tiene una historia y quiero revelar los recuerdos de la pared”. Para completar su obra y transformar el interior de la tapera utilizará papel tradicional coreano y cuero uruguayo.
En un principio, la idea de Cassandra Mayela Allen, artista venezolana que desde hace 10 años vive en Nueva York, era crear una trenza gigante que abrazara a todo el pueblo, pero el proyecto resultaba “un poco invasivo” y finalmente aceptó intervenir los restos de la vía de aquel tren que unía a Montevideo con Rocha, bajo el entendido de que esa estructura también era símbolo de migración y movimiento. Al igual que Arleene, Cassandra ha vivido la migración en carne propia y esta experiencia no puede quedar ajena a su arte. De hecho, fue la inspiración para su primer proyecto como artista profesional, Mapas de Desplazamiento, que tiene como objetivo estudiar la diáspora venezolana a partir de textiles. Para ello, la artista recolecta desde abril de 2021 ropa de inmigrantes venezolanos radicados en Nueva York, que luego corta y teje para crear un tapiz e ilustrar cómo los fragmentos forman parte de un todo.
Sin embargo, cuanto Cassandra más se iba metiendo en ese proyecto, más era consciente de que la diáspora no la sufre solo el pueblo venezolano, “es muy holística, abarca a muchísima gente; gente que viene de distintos lugares, gente que huye por su sexualidad, porque no tiene recursos; gente que sufre violencia. Hay muchas razones”. Así comenzó el proyecto, que será parte de Campo Art Fest. “Con la idea en mente de querer soltar o tener que soltar comencé este proyecto en Oaxaca (México), donde estuve en setiembre en otra residencia. Allí invité a un grupo de 20 personas a soltar alguna prenda como ofrenda al colectivo o como sanación, una prenda que no necesariamente tuviera que ver con migración. Luego hice lo mismo en Nueva York, lo hice con los residentes de Campo, lo quiero hacer con el pueblo de Garzón y también lo voy a hacer en Montevideo”.
La obra se llamará Rezo trenzado, no solo porque con todas estas prendas recolectadas pretende hacer varias trenzas que luego decorarán la vía del tren, sino también porque cada donante debe dejar escrito qué es lo que está pidiendo y ofreciendo. “Puede ser paciencia, crecimiento, tiempo”, señala la artista. Con ese material creará una oración, que también será exhibida en el festival.
Se lo ve a lo lejos, en la mitad del campo trabaja como en una especie de horno de barro Ronald Rael, un artista norteamericano que vive en la frontera con México, conocido mundialmente por el proyecto Teeter Totter Wall (Sube y baja en el muro entre Estados Unidos y México), que unió simbólicamente a las comunidades al otro lado de la frontera. De esta manera, dejó en evidencia cómo lo que se hace de un lado repercute del otro lado del muro. Rael es también defensor de derechos humanos y creador de software y materiales de construcción innovadores, como el brazo robótico con el que construye estructuras de barro.
Para Campo, trabaja en lo que llama La casa de hornero, un nido de grandes dimensiones propio de esta especie de ave, hecho con ladrillos de adobe, fabricados en Garzón, que en la cúpula tendrá un óculo para mirar el cielo. En su interior contará con un horno de pan, donde el artista prevé hornear para los visitantes de Campo Art Fest. “Construyo hornos (de pan) en albergues a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. Hago estos hornos para fomentar la comunidad entre la gente de los albergues. Ellos cocinan y comparten el pan con la comunidad”, explica Rael.
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A unos cuantos metros de distancia, del otro lado del alambrado, Jim Denevan, otro artista norteamericano conocido por su arte terrestre temporal, está concentrado en su obra. Cuando uno se acerca lo único que ve son pequeñas banderas amarillas clavadas en el terreno, que ofician como guías de lo que será su intervención. Su arte terrestre temporal consiste en crear dibujos a gran escala sobre la superficie (en este caso, unos cuantos metros de campo), utilizando materiales naturales, como arena, hielo y tierra. Esta vez no podrá prescindir de las vacas ni del sol, comenta. En lugar de colocar esculturas dentro del paisaje, Denevan utiliza el paisaje en sí como medio, convirtiendo su proceso en un viaje espiritual y exploratorio. El objetivo del artista es que los visitantes, recorriendo su obra, adivinen la inscripción que dejará plasmada en el campo de Garzón. Cuando se diluya, por efectos de la naturaleza, la obra se considerará culminada.
En lo que es la Canteen, una tapera reciclada que oficia de laboratorio de comida pero también de sede de verano de Campo, trabaja Niceaunties, una artista de Singapur que gusta de ser conocida por el nombre que da vida a su proyecto artístico. Inspirada en “la cultura de la tía” (de allí Niceaunties) y las mujeres influyentes de su familia, la artista busca explorar temas de envejecimiento, belleza y libertad personal a través del arte realizado con inteligencia artificial. Influenciada por el surrealismo, la fantasía y la cultura kawaii (estilo de vida japonés que celebra lo tierno, adorable, dulce y entrañable), su arte fomenta el empoderamiento y la autoexpresión femenina. Según señala, el proyecto que prepara para Campo busca visualizar a “las tías” en la vida rural de Garzón. A partir de allí, pretende reflejar “sentimientos de desplazamiento, alineación y la experiencia de visitar un lugar como forastero, viendo el pueblo a través de lentes y reimaginándolo de una manera de tías”. En dicha instalación, la ropa lavada de las tías se convertirá en escultura y pantalla para videos de su autoría.
El festival
Esto es tan solo una pequeña parte de lo que podrán disfrutar los visitantes entre el 28 y el 30 de diciembre, cuando se lleve a cabo Campo Art Fest 2024, una edición que se caracterizará por el nivel artístico de sus participantes y su impacto dentro de la comunidad. Además de las instalaciones que estarán desperdigadas por todo el pueblo, el festival ofrecerá sound sessions en las galerías de arte, tours guiados, performances, talleres de arte y música para toda la familia, incluyendo actividades especiales para niños. Tampoco faltarán las lecturas abiertas, las charlas con los artistas, los paneles de discusión, la proyección de cortometrajes y los food trucks.
Hace ocho años que en diciembre Garzón se reinventa bajo la mirada de reconocidos artistas internacionales y locales, buscando en ellos y en la comunidad una profunda transformación. Este año no será la excepción.
Desde el sábado 28 al lunes 30 de diciembre, en Pueblo Garzón. Sábado de 16 a 20 h, domingo y lunes de 13 a 19 h. Entrada gratuita.